“Contemplativo no es el que se encierra en sí mismo evadiéndose de todo lo que le rodea; lo es aquel que tiene los ojos dilatados y los oídos abiertos para rastrear las huellas de ‘Tata’ Dios por allí por donde haya pasado. Y donde veamos algo que vive, el dedo de Dios está ahí”. Así fue Mamerto Manapace, monje benedictino del Monasterio de Nuestra Señora de Los Toldos, en el corazón de la Pampa argentina, en Junín, provincia de Buenos Aires, quien falleció el viernes 6 de junio, víspera de Pentecostés.
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Allí creció su temprana vocación, pues entró a los diez años, cuando el monasterio estaba en sus inicios de la mano de monjes suizos de la Abadía de Einsiedeln. Había nacido en Malabrigo, un pueblo de la provincia de Santa Fe, el 24 de enero de 1942. Noveno hijo de María Josefina Cainelli y Antonio Menapace. El 18 de septiembre de 1952, ingresó en el monasterio llamado por una hermana religiosa que conocía al superior, a quien le dijo que “un hermanito suyo siempre dice que quiere un lugar así”. Fue ordenado sacerdote en 1966 tras completar sus estudios en Teología en Chile, el monasterio de Las Condes.
Amistad con Pironio
Elegido prior de su monasterio en septiembre de 1974, fue también su primer abad. En agosto de 1980, recibió la bendición abacial por el cardenal Eduardo Pironio, hoy beato, con quien tenía una dilatada amistad, por haber pertenecido a la diócesis de 9 de julio. Fue abad por dos períodos, desde 1980 hasta 1992. En 1995 fue elegido abad presidente de la Congregación Benedictina del Cono Sur, que incluye monasterios de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, misión que lo llevó a recorrer diversos monasterios del continente y de Europa.
En 2015, con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, visitó al papa Francisco, a quien recordó al mes de su fallecimiento con palabras entrañables: “El tamaño de tu ausencia es comprensible con el de tu presencia en el mundo en estos últimos 12 años. Nos dejas todo lo que diste al frente de la comunidad cristiana y de todo hombre de buena voluntad. Siempre buscaste el diálogo y sobre todo ser sensible a los sentimientos de los demás, aunque no pudieras compartir sus opciones. De esa manera, te hiciste de amigos tan diferentes y que son los que ahora reconocen y dan testimonio de tu importancia”.
Referente espiritual
Un hombre de mirada clara, sonrisa ancha, conversación locuaz, prédica profunda y sabiduría amasada “en lo pequeño, donde anida la vida que se construye con soles, lluvias y vientos”. Sacerdote, escritor, poeta, narrador, monje andariego, referente espiritual en su tierra y en gran parte de América Latina. Acudían a él obispos, sacerdotes, laicos, jóvenes y adultos, vecinos y viajeros, personalidades públicas y personas anónimas, buscando una palabra, la escucha atenta y el consejo certero de este sencillo y sabio monje que traducía la Palabra de Dios en la palabra necesaria.
Escribió más de 40 libros con cuentos y relatos en los que anclaba el Evangelio en historias sencillas, al estilo de parábolas cargadas de significado que fueron faro y brújula espiritual y existencial para muchas generaciones. Combinó su vida monástica con una amplia presencia pastoral, educativa y mediática, sin perder la raíz contemplativa de su vocación enriquecida por el don de un humor amable y expansivo.
El corazón para escuchar
“La vida será siempre un misterio. Pero real y presente en todas partes. Nos está permanentemente contando sus parábolas, si es que tenemos los oídos para oír, y el corazón para escuchar”, escribió en uno de sus libros conocidos, ‘Cuentos Rodados’.
Cuando alguna vez cuando se le preguntó por su pronta vocación, dijo: “Yo creo que la verdadera vocación, lo que uno es, aquello para lo cual Dios te creó, no se elige; se tiene. Se puede descubrir o no descubrir. Descubierta, se puede aceptar o no aceptar. Y aceptada, se puede vivir bien o mal”. Con Mamerto Menapace se cierra una etapa en el monasterio de Los Toldos; su huella y estilo cercano y gauchesco permanecen, junto con una herencia de cuentos de vigencia universal.
*Laura Moreno Marrocos es la delegada de Juventud de la Archidiócesis de Madrid.