Tribuna

Maestra Tecla: lecciones de comunicación de la primera general de las paulinas

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La comunicación, la prensa, los libros y las revistas son también asuntos de mujeres. Así pensaba el padre Giacomo Alberione, el genial fundador de la Familia Paulina, que ya en 1915 buscaba a jóvenes dispuestas a seguirlo en su misión. Estamos en Italia, en Piamonte, la Gran Guerra ha comenzado. Una joven acude a pie hasta Alba desde su pueblo atraída por la fama del “Teólogo”.



Sus padres no quieren que lo conozca porque temen que la tranquila vida de costurera, cuya salud no es buena, tome otra dirección. Y tienen razón. Teresa Merlo nació el 20 de febrero de 1894 en Castagnito d’Alba. Es la segunda hija de unos ricos labradores. Con 21 años, un día se presentó ante el joven sacerdote, el primero en comprender la importancia de la comunicación para el apostolado y la evangelización. Teresa comenzó a ayudarle, haciendo lo que ya sabía hacer, coser ropa para los soldados que iban al frente.

En aquella improvisada sastrería nació el primer grupo de la congregación de las Hijas de San Pablo. A ella y a otras compañeras, todas con una educación modesta, Alberione les encomendó la realización técnica del periódico diocesano La Valsusa. En 1922, junto con otras ocho hermanas.

Teresa hizo su profesión privada de votos y se comprometió con ellas a servir a la causa de la “buena prensa”, convirtiéndose para todas en Maestra Tecla, la primera superiora general de la nueva congregación. Al principio, la visión del padre Alberione tropezó con obstáculos, también en la Iglesia, porque el mundo de la comunicación era visto con desconfianza. Despertaba perplejidad que en este proyecto se diera importancia a la mujer trabajadora.

Eran ellas las que iban de casa en casa, a pie o en bicicleta, llevando periódicos, revistas o el Evangelio. Esas religiosas de Alba, con las manos manchadas de tinta, siguieron adelante de la mano del Alberione y Tecla. Había mucho por hacer: periódicos diocesanos, el semanario Famiglia Cristiana (1931) y las demás publicaciones.

Alberione, beatificado en 2003, mostró infinitos horizontes a la Familia Paulina. La maestra Tecla creyó en él y en ella misma que, con su modesta educación, pero con tanta sabiduría, formó generaciones de escritoras para las distintas publicaciones paulinas, responsables de las librerías, expertas en la difusión de libros y periódicos y operadoras de cine y radio.

“Tenía una sola estrategia de mercado que se basaba en una pregunta: ¿esta iniciativa servirá de algo? Pues hagámoslo. ¿No hay dinero? Si viene de Dios, el dinero se encontrará”, recuerda la actual superiora general de las Hijas de San Pablo, sor Anna Caiazza. Ella no la conoció en persona, pero sí a través de una biografía que le conquistó tanto a ella como a sus padres, venciendo así todas sus resistencias hacia la opción de su hija por la vida consagrada.

Visita a sus “hijas”

Maestra Tecla viajó de un extremo al otro del mundo a partir de 1930, primero en barco y luego en avión, para visitar los países de los cinco continentes donde se habían asentado sus “hijas”. Le conmovió la extensión sin límites de las ciudades de América Latina, de Estados Unidos y de los países asiáticos. “Cuántas personas, cuántas almas. Quisiera poder imprimir religiosas, considerando cuántas necesidades hay en el mundo”, decía.

Cuando llegó a Brasil, le dijeron que la mayoría de la gente era analfabeta, que no leía libros ni periódicos, pero le apasionaba la música y escuchaba la radio. “¡Pues pon el Evangelio en un disco!”, contestó ella con esa intuición que la unía al padre Alberione. Como él, quiso dirigirse a los hombres y mujeres de su tiempo con las herramientas de este tiempo para responder a sus preguntas.

La Maestra Tecla, proclamada venerable en 1991, fue ante todo madre. Caiazza explica que cuando Maestra Tecla se encontraba con sus hermanas nunca preguntaba: ¿a cuántas misas fuiste hoy? “Preguntaba, cómo estás o cómo están los tuyos”. La prueba de cuánto se adelantaron a su tiempo Alberione y Tecla está en diciembre de 1963. Solo entonces, con el Concilio Vaticano II, el decreto Inter Mirifica sancionó la bondad de los medios de comunicación social al servicio de evangelización. En junio del mismo año la Maestra Tecla había sufrido un espasmo cerebral y moriría pocos meses después, en febrero de 1964, en la localidad de Albano.


*Artículo original publicado en el número de abril de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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