Tribuna

La astuta paciencia de la esperanza: ¡El urgente ‘nosotros’ se vive en la calle!

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Las fuerzas aeronavales recorren el mundo sembrando terror y gastan los recursos –que de por sí son escasos– en la desenfrenada carrera armamentista. Con lo que se invierte en las bayonetas, misiles, tanques y bombas nucleares, se podrían producir y repartir gratis las medicinas para combatir la pandemia, los alimentos para superar el hambre a nivel mundial, y, los esfuerzos educativos para producir un verdadero renacer de la cultura.



“La pandemia sigue extendiéndose, mientras que la crisis social y económica sigue siendo grave, especialmente para los pobres. Sin embargo –y esto es escandaloso– los conflictos armados no han terminado y los arsenales militares se refuerzan”, recuerdo que dijo el Papa en el mensaje pascual ‘Urbi et Orbi’ (a la ciudad y al mundo) de este año.

De manera, que en lugar de los pomposos desfiles militares y devastadores campos de batalla, podríamos estar construyendo una sociedad donde la paz se garantizara con el reparto justo de lo que, a fin de cuentas, todos producimos.

Por supuesto, toda esa agenda disparatada y criminal no aguantaría ni un minuto si tiene que enfrentarse a los ríos de agua viva de la fe en Dios Padre. Pero, demasiados de los que han recibido el llamado de enseñar el evangelio de Cristo (y aún desde las distintas profesiones y tareas intelectuales) lo que hacen es acomodarse. Tratan de darle la “vuelta al asunto” para usar hasta lo sagrado y el “conocimiento” con el fin de justificar las estructuras de dominio, del poderío de los pocos que, armados hasta los dientes, buscan atesorar para ellos todo el fruto del trabajo humano.

Mario Benedetti

El 17 de mayo próximo se cumplirán doce años de que saliera de esta tierra y se fuera camino del cielo el poeta uruguayo Mario Benedetti. Ese “santo de la literatura”,  que denunció que vivimos en un mundo torcido en el que “el norte es el que ordena”, proclamó que, aquí abajo, en la parte del mundo victimizada por la pobreza, cerca de las raíces, hay hombres y mujeres que, “aprovechando el Sol y también los eclipses, apartando lo inútil y usando lo que sirve, con su fe veterana” demuestran que “el Sur también existe”.

Tenemos pueblos que sobreviven gracias a su “fe veterana”. Tenemos barrios, favelas, arrabales, campos, pueblos y ciudades, donde hay mucha gente que hace reclamos, que tratan de luchar para que sus hijos puedan cosechar un porvenir. Pero noto, con profunda tristeza, que tenemos muchos estudiosos y tantos llamados “líderes e intelectuales” de las más diversas disciplinas, que cuando uno los va a buscar para que ayuden, contestan “mira Padre, lo que ustedes deben hacer es…”. Se les olvida que mientras evitan mancharse, mientras evitan el sacrificio de poner sus talentos al servicio de los más necesitados,  mientras se esconden en sus estudios y laboratorios, Cristo los llama a que dejen de hablar de “ustedes” y comiencen a caminar con el pueblo y a ayudar a construir el urgente “nosotros”, no de palabra, sino de acción.  ¡Gente! “Los” y “nos” necesitamos en la calle… allí donde gritan justicia tantas víctimas del atropello social.

Me aconsejarán que sea paciente, que sea astuto, que no me busque problemas. Por supuesto que tomaré a bien sus consejos. Pero sé que el llamado de Cristo me quema por dentro, que como reza la canción “es fuego tu palabra que mi boca llenó, mis labios ya son llamas y ceniza mi voz”.

Por eso, traduzco la sabiduría de esos consejos a que, claro que hay que ser astuto y que es necesario ser paciente, pero de lo que debe tratarse es de la “astuta paciencia de la esperanza”. Debe tratarse de sembrar con paciencia, pero sembrar; de amar con cuidado, pero amar; de caminar y tropezar, pero agarrados de Cristo, con esperanza. Es necesario esperarnos en el camino, pero mientras, luchando con la fuerza de Dios que nos acompaña.