Tribuna

Haciendo eco… primereando

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De la noche más oscura sale el sol, pinta el cielo de color como un amor que se nos hace gigante.
No importa lo que a ti te esté pasando la tierra seguirá girando y todo cambiará de aquí en adelante.
Donde amanece a los ricos y a los pobres le amanece, amanece. A los corazones rotos amanece, amanece.
Cuando menos te imaginas, amanece. Amanece (amanece) Aunque te sientas perdido, amanece. Amanece (Torres, Diego & Macaco & Villamizar, Jorge – Amanece, 2020)



1.     Anticipar

Hay personas que tienen la cosmovisión de buscar en los atardeceres de la existencia situaciones de vida nueva, son quienes buscan, se anticipan en iniciativas, palabras, mensajes, actitudes existenciales, por intuición o inspiración nos primerean ante una dificultad sin que le hayamos dicho nada. La naturaleza en las estaciones vigentes ya da indicios de lo nuevo: en invierno ya hay brotes primaverales, en los momentos oscuros el gallo anticipa el amanecer, en las tardes las estrellas o luna anticipan la nocturnidad que se avecina…

Cuando se ama mucho a alguien, se es capaz de percibir y comprender los pasos a seguir, porque se va adquiriendo la forma de ser: “se nos pega el acento” (Mayol, Alejandro, 1982) (min 20:47).

¡Anticiparse es descentrarse de uno mismo y estar atentos a la vida que acontece! Amanece… sin nuestro condicionamiento. Y anticiparse al amanecer, es una señal de amor, es una actitud de profetas centinelas. Es decir, personas pro-activas no reactivas. El primero prevé, se deja sorprender por lo venidero y se aggiorna para cada situación como algo nuevo. El segundo, en cambio, actúa después que los hechos sucedieron y busca volver a lo que está feneciendo, retornar “a lo de antes”.

2.     Iniciativa divina

La fe cristiana profesa, celebra y anuncia que la Trinidad se anticipa siempre: en la creación cuando el mundo era caos, en la resurrección “cuando todavía estaba oscuro”, cuando llegaron ya no estaba. ¡Dios quiso revelarse dándonos a conocer la anchura, altura, largura y profundidad de su ser, para hacernos partícipes de su misterio! (Concilio Vaticano II – DV, 1965) (#2).

Evangelizar, catequizar, celebrar, servir, formar, etc., son expresiones de la triple identidad que los cristianos tenemos por el bautismo: Sacerdotes, Profetas y Acompañantes (Pastores)… ¡Y es un regalo anticipado de la Trinidad no una delegación de alguna jerarquía!

Por la Pascua, significada en el Bautismo, cada uno de los que integramos a las iglesias, sin distinción de cargos ni funciones, somos ministros. Las comunidades que creen, celebran y anuncian al estilo de la Trinidad, se anticipan y están atentas a los signos de los tiempos, a las señales de la presencia de Dios en lo cotidiano de la existencia (Curia, Christian, 2018)

3.     Proactivos

Ser profetas, por don divino, es vivir la fidelidad de Dios y a la realidad, es sostener en y desde la esperanza, porque se tiene profunda experiencia que la Trinidad está, acompaña y redime.

Ser profetas es vislumbrar los signos de los tiempos en la vida. Es estar preparados para lo que vendrá, no es mirar hacia atrás para volver a un lugar del que se salió. Esa es una tentación muy frecuente, y es ahí donde la profecía padece la cancelación, el rechazo, el ninguneo, la burla, la difamación ad hominem.

Los profetas son pro-activos, no reactivos y actúan por su Ministerialidad no por un “permiso”.

Profeta

4.     Dignidad sacramental

Por la fe eclesial “que nos gloriamos de profesar en Jesucristo” (CEA – Ritual bautismal), por el anticipo de la configuración con el Pastor Bello, es que los cristianos nos tendríamos que reiniciar desde el don recibido y no tanto desde una teología del poder. Por tal motivo, nos parece pertinente recordar lo expresado por un teólogo alemán nacido en Friburgo y profesor en la Universidad de Tubinga:

“Todo cristiano, en virtud de su bautismo, tiene derecho de ciudadanía en la Iglesia.
Todos los cristianos tienen los mismos derechos y obligaciones en la Iglesia, con anterioridad a toda diferencia de servicio.
Todo cristiano tiene derecho a la libertad de conciencia.
Todo cristiano tiene derecho, en virtud de su fe cristiana, a vivir según sus propias convicciones.
Todo cristiano tiene derecho a decidir y actuar libremente en política, mientras ello no se oponga directamente a la fe cristiana.
Todo cristiano tiene derecho a profesar su fe con los matices de su propia cultura.
Todo cristiano tiene derecho a investigar libremente en el campo de la teología.
Todo cristiano tiene el derecho y la obligación de criticar a los ministros de la Iglesia y sus decisiones si llega al convencimiento de que la conducta de aquellos contradice el espíritu del mensaje cristiano.
Los cristianos tienen derecho a celebrar regularmente la eucaristía. En consecuencia, tienen derecho a poseer sus propios dirigentes ordenados.
Todo cristiano tiene derecho a la palabra y el sacramento, es decir, a la prolongación del mensaje cristiano y al libre acceso a los sacramentos.
Todo cristiano tiene derecho a participar activamente en el culto.
Todo cristiano tiene derecho a desarrollar su propia espiritualidad.
Todo cristiano tiene derecho a apelar, ante una instancia superior, contra las decisiones disciplinarias de una autoridad de la Iglesia o de un organismo eclesiástico, o contra decisiones de tipo canónico.
Todo cristiano tiene derecho a participar en la elección del ministro eclesiástico que le corresponda.

Si la iglesia quiere tener éxito en su misión evangélica, debe abogar en primerísimo lugar para que los derechos de la persona humana serán reconocidos y guardados, protegidos y fomentados, comenzando por examinarse a sí misma y vigilar estrechamente cómo y hasta dónde se guardan y ponen en práctica estos derechos fundamentales en su propia organización” (Greinacher, Norbert, 1982, págs. 223-224, 227)

5.     Jubileo vocacional

La sana teología cristiana afirma que “bautizados, es decir, sumergidos en Cristo, estamos incorporados a él y nos convertimos en partícipes de lo que hay él para nosotros” (Martelet, Gustave, 1995, pág. 37)

En varios territorios eclesiásticos se ha dado inicio a fines del año pasado al jubileo diocesano. En algunos de ellos, con una impronta vocacional, para discernir, auspiciar y promover el rol de todo cristiano en la identidad eclesial. Por cierta inercia se asocia pastoral vocacional a la presbiteral.

Mientras el Concilio Vaticano II invitaba a interiorizar que en Cristo “todos los fieles se constituyen en sacerdocio santo y real, ofrecen a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales, y anuncian el poder de quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (Concilio Vaticano II – PO, 1965). Otros proponen sacerdocios de primera y de segunda.

Nosotros nos identificamos con el Concilio, por tal motivo, estamos convencidos que no hay escasez de ministerios. Sino que hay decadencia de un modelo. Y cuando se quiere hacer pastoral vocacional de los cristianos, por lo general se recurre a una “catequesis” (dudosa expresión) para fomentar la toma de conciencia de la supuesta necesidad de ese patrón ministerial del siglo XVI. Estamos totalmente convencidos, que no faltan vocaciones. Lo que sucede es que queremos encastrar la pluralidad de los llamados a un único prototipo. ¡Y, gracias a Dios, hay diversidad de carismas! dice Pablo (1ª Cor. 12, 1 – 4).

Es menester recuperar la Ministerialidad y vivenciar comunitariamente la experiencia de Jesús. Si queremos responder verdaderamente a la supuesta escasez, necesitamos tomar en serio la pastoral de la Iglesia y recuperar la igualdad de dignidad de los ministerios. ¡Y dejar atrás alguna vez el pasado en donde tiene que estar: en un museo!

Una forma de celebrar el Jubileo vocacional es primerear los indicios que el Espíritu Santo suscita y, por lo tanto, discernir/rezar por las vocaciones para auscultar al Espíritu y revisar los modelos ministeriales que se ofrecen. Es loable la revalorización de los ministerios laicales existentes, pero deberían considerarse como identidad de los bautizados y no tanto una delegación de la jerarquía.

Anticiparse, al estilo de la Trinidad, es repensar otras formas de vivir los servicios jerárquicos en la Iglesia. Además, necesitamos ser audaces para crear nuevos estilos ministeriales.

6.     Tiempo de profetas y centinelas

En el libro “La #vida nos da #señales”, afirmaba que este ministerio de profecía pregona el Reino de Jesús, discierne los diferentes caminos, sostiene la memoria del Pueblo de Dios, evita desvíos o alejamientos de la realidad, suscita nuevas maneras ante los nuevos desafíos, evita la mentalidad de privilegio y más aún, la de considerar a unos más que a otros y rechaza el servilismo (Francisco, Discurso 21/06, 2013).

Este ministerio propone y actualiza una auténtica comunidad de fe que se caracteriza por ser evangélica, testimonial, caritativa, santificadora, servidora, mediadora, dialogal, misionera, participativa, evolutiva, colegiada, antropológica, personalizante, convocante, significativa, realista, educadora, festiva (Casiello, Beatriz & Sáenz De Ugarte, Genaro, 1988, págs. 21 – 25), Misterio, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Sacramento universal de salvación… para todos. Cuestionando y hasta repudiando las pseudo imágenes que pululan sobre la misma asamblea de fe en el ideario colectivo de la religión cristiana: juridicista, de observancia, ritualista, individualista, intimista, verticalista, institucionalista, dualista (sagrado vs. profano), elitista, proselitista, diseccionada, de cristiandad, uniformadora, autárquica, triunfalista, dogmática, ortodoxa, restauradora, intelectualista, etc. (Curia, Christian, 2018, págs. 166-167)

Una Iglesia transformada por el Evangelio y el Concilio Vaticano II aggiorna la cosmovisión que tiene de la humanidad, porque valora a la persona, suscita un clima de libertad y fraternidad.

A una iglesia que primerea se le aplica las palabras de Hans Küng:

“También para usted vale lo que fue dicho al profeta Elías: Levántate, come y bebe, todavía tienes un largo camino por delante. Que Dios lo acompañe, le de fuerza y lo mantenga cuando sople en su contra el duro viento de los adversarios, o hasta enemigos. ¡Destino de profetas!” (Küng, Hans, Libertad conquistada, 2004, pág. 596)

Felices desde la Pascua de la Vida Nueva… ¡felices en este año acompañando la vida!

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Bibliografía

Casiello, Beatriz & Sáenz De Ugarte, Genaro. (1988). Iglesia en camino. Rosario: Didascalia.
CEA – Ritual bautismal. (s.f.). Ritual del Bautismo. C.A.B.A.: Oficina del Libro.
Concilio Vaticano II – Dei Verbum (18 de Noviembre de 1965). Obtenido de: https://www.vatican.va
Concilio Vaticano II – Presbyterorum Ordinis (07 de Diciembre de 1965). Obtenido de https://www.vatican.va
Curia, Christian. (2018). La #vida nos da #señales. Buenos Aires: PPC.
Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en las Jornadas dedicadas a los representantes Pontificios (21 de Junio 2013) Obtenido de https://www.vatican.va
Greinacher, Norbert. (mayo de 1982). Derechos humanos-derechos cristianos. Concilium. Revista internacional de Teología (175), 211-227.
Küng, Hans, Libertad conquistada. (2004). Libertad conquistada, Memorias. Madrid: Trotta.
Martelet, Gustave. (1995). No olvidemos el Vaticano II. Madrid: PPC.
Mayol, Alejandro. (1982) Amanece –  Torres, Diego & Macaco & Villamizar, Jorge. Obtenido de https://www.youtube.com