“Sobre la palma de mi lengua vive el himno de mi corazón. Siento la alianza más perfecta que en justicia me une a vos. La vida es un libro útil para aquel que puede comprender” (Rivera, Carlos – Himno a mi corazón, 2021)
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En la liturgia cristiana católica de rito romano en el día de ayer comenzó el tiempo litúrgico denominado “Cuaresma” … y a la vez recomenzaron con más ímpetu los mensajes de conversión, arrepentimiento, culpa, ayuno, pecado, etc. Pareciera, es solo una sensación, que tenemos un TOC. Es decir “una condición de la salud mental con pensamientos involuntarios, irracionales, y repetitivos, llamados obsesiones. Estas generan ansiedad, angustia y miedo en el paciente, quien se ve compelido a realizar acciones compulsivas” (IOCDF, 2025). En el ámbito de la salud mental hay profesionales que acompañan a quienes lo sobrellevan para ayudarlos y de ser posible superarlo.
En la práctica piadosa recurrimos a elementos que favorecen y profundizan dicha patología espiritual, con la particularidad que generan ciertas “seguridades” que solo fomentan fanatismos. Sin embargo, desde la Buena noticia y la fe eclesial, hay intuiciones que pueden romper esa lógica pía.
1. Iniciativa divina
En el texto de Mateo la vida pública del Nazareno, comienza con el llamado a la conversión. Pero rompe la lógica mercantilista de dar algo a cambio, dado que esa acción es porque “el reino está cerca” (Mt. 3,2). Es decir, no es una conversión para que el reino llegue, sino porque él ya está.
En la redacción de Marcos, Jesús es bautizado y luego predica que “el tiempo se ha cumplido: el reino está cerca. Conviértanse y crean en la buena noticia” (1, 15). Nuevamente el Evangelio nos recuerda: primero la cercanía, luego la conversión y acto de fe.
En la escritura de Lucas el comienzo de la predicación de Jesús es cumplimiento de la profecía jubilosa de la presencia del Espíritu de Yahweh que ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la liberación a los cautivos” y en donde él expresa que la acción de Dios excede y supera los límites religiosos, regionales, etc. (4, 14-30).
En el evangelio según Juan se comienza con la manifestación de la Palabra que se hace carne (sin pedir conversión a nadie), luego en que el Mesías invita a “ir y ver” y su primera acción pública es en una fiesta donde transforma la purificación en júbilo (Jn. 1 – 2).
Y en muchas parroquias y capillas, grupos y organizaciones, instituciones y movimientos, se dice “hay que convertirse para…”.
2. Centralidad festiva
En la vida cotidiana, nos “preparamos para” porque hay una iniciativa de otro: a salir, al cine, a comer afuera, a un casamiento, a una fiesta de cumpleaños… y no andamos mendigando cambios para ser invitados.
Es común leer, escuchar y ver que “nos tenemos que preparar para la Pascua”.
Y resulta que en el Evangelio y la fe de la Iglesia es todo lo contrario. En primer lugar, la cuaresma existe porque hay pascua. ¡No al revés!
Y es así, porque el miércoles de ceniza se ubica considerando que el primer domingo posterior al plenilunio del equinoccio de marzo se celebra la Resurrección. ¡No al revés!
Es decir, la Pascua ubica a la Cuaresma. ¡No al revés!
En el núcleo de la vida de fe vivimos la centralidad festiva de la Resurrección porque ella “ impregna, orienta y proyecta la vida cotidiana” (Curia, Christian, 2024, pág. 97). Es la Pascua la que “nos revela a un Dios enredado en los lazos de una auténtica paternidad respecto a un hombre” (Durwell, Xavier, 1999, pág. 24).
3. Centralidad amorosa
Durante mucho tiempo se ha insistido con la creación ex – nihilo (creación a partir de la nada) poniendo el acento en que el creador no utilizó materia preexistente para su obra. Aspecto muy acertado. Pero que ha descuidado una dimensión un poco más profunda y teológicamente más desbordante. En la fe cristiana profesamos, celebramos y anunciamos que el principio creador es un ser que ama y que es amor, por lo tanto, su decisión de crear ya es el principio creador porque el “quiso” hacerlo. Por tal motivo, el Concilio Vaticano II nos recuerda:
Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva (Concilio Vaticano II – GS, 1965) (#19).
¡Detalle del texto citado no hace referencia a una persona bautizada, sino a una que es creada! Por lo tanto, no somos hijos de Dios en un sacramento, sino porque él que es amor nos crea así y nos invita a vivir desde ese vínculo. Y en esa invitación ingresa la acción humana.
¡Dios es amor (1ª Jn. 4, 8) y crea, al crear salva y al salvar crea! ¡No es al revés: no ofrece la salvación si te convertís! Sino que ofrece amor para transformar, para suscitar de manera mayéutica la conversión por su presencia amorosa. Es propicio pasar por el corazón las intuiciones del Doctor en humanidad cuando hizo eco de esta profunda experiencia de fe: “ese amor de predilección que es desbordante, participativo, inclusivo, causa de todo cuanto existe (Aquino, Tomás de – Compendio de Teología, 1980) (cap. 102 #196-201).
4. Centralidad santificadora
“¡Noche verdaderamente feliz! Solo ella mereció saber el tiempo y la hora en que Cristo resucitó del abismo de la muerte. Esta es la noche de la que estaba escrito: la noche será clara como el día, la noche ilumina mi alegría. Por eso, la santidad de esta noche aleja toda maldad, lava las culpas, devuelve la inocencia a los pecadores y la alegría a los afligidos” (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, págs. 520-521).
La fe en Jesús es paradojal. La gracia antecede a la acción humana, porque no es premio. El amor es la causa de todo cuanto existe porque en el centro de la fe encontramos a la Trinidad como misterio de fe amor, koinonia e inclinada en revelarse para que los seres humanos encontremos en ella el sentido de la existencia.
Por tal motivo, la santidad no es una creación eclesiástica, sino que es la acción de Dios en la vida como “el artífice de la belleza que nos embelesa” (Curia, Christian, 2022).
Lo oscuro y tenebroso es iluminado por la acción de Dios.
“La preparación” humana es sorprendida por la iniciativa de la Trinidad que supera todo esquema y rito.
La noche, nuestra oscuridad, es esclarecida por la propuesta de Dios que busca y seduce para que libre y humanamente le brindemos una o varias respuestas.
La tristeza es arrebatada por la alegría porque Dios no condiciona su oferta… él no quiere que nos preparemos para que llegue, sino que llega y nos invita a la transformación.
5. Centralidad elogiosa
Creemos, celebramos y anunciamos que Dios nos elogia, nos recuerda lo fabuloso que somos para él. Desde el relato de a creación cuando afirma que hay un plus de bondad con la humanidad (vio que era muy bueno), con el salmo 8 en donde nos preguntamos quiénes somos para este Dios que nos ama… Y en Jesús vivimos un estupor: lo divino asume lo humano de tal manera que la enseñanza de la Iglesia afirmada por el Concilio de Nicea (325) y de Calcedonia (450) afirman que “Cristo es perfecto humano” (Ibañez, J. & Mendoza, F, 1978). Por lo tanto, todas las características de la humanidad se aplicarían a Jesús.
Sin embargo, durante siglos hemos desprestigiado la naturaleza humana sin transformar la mirada desde Jesús verdadero Dios y verdadero ser humano. Lamentablemente hemos puesto en el centro de la antropología a Adán y no a Cristo. Y eso nos llevó vivir des-orientados en lo pastoral. O peor aún a armar ciertas lógicas de poder centrados en funciones para acceder a los beneficios que Dios otorga si cumplimos ciertos ritos (TOCs).
La orientación desde la Trinidad nos enfoca en el elogio de la vida, porque nos enaltece y valora todo lo bueno, bello y noble que hay en nuestra naturaleza. Y cuando nos invita a la conversión, es porque está cerca (aunque hayamos pecado) y contempla nuestra vida desde las capacidades no desde las debilidades, fragilidades, miserias, etc.
El Dios de Jesús no pone el dedo en la llaga para hacernos sufrir, es el Dios Abba/Imma que nos ama con locura: la locura del amor, de su amor.
Aquí es oportuno volver a recordar:
“Ningún pecado es demasiado grande: una miseria finita, por muy enorme que sea, podrá ser cubierta por una misericordia infinita. Ni tampoco nunca es demasiado tarde: Dios no sólo se llama Padre, sino Padre del hijo pródigo, que nos divisa cuando aún estamos lejos, que se estremece y, corriendo, viene a arrojarse a nuestro cuello y a besarnos tiernamente” (Luciani, Albino – Juan Pablo I, 1978, pág. 28)
6. Centralidad gozosa
Desde esta vivencia eclesial y de fe, es que nos invitamos a recorrer este tiempo cuaresmal viviéndonos amados, liberados, santificados, elogiados por la Trinidad y desde ahí realizar las trasformaciones pertinentes. Es decir, no tenemos que cambiar para ser amados por Dios.
En el rito romano de “imposición de las cenizas” hay dos frases recomendadas. Y ambas tienen una perspectiva poco cristiana (aunque estén en un rito). Una de ella es “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. A todas vistas es poco evangélica porque no venimos del “polvo” nuestro origen es el amor de Dios (GS #19). En segundo lugar, porque no seremos polvo sino invitados resucitados al Banquete del Amor.
La otra es un poco más alentadora: “Convierte y cree en el Evangelio”. Si bien es una cita. ha sido modificada y mutilada. Para comprender el llamado a la conversión que ubica Marcos es necesario contemplar su amplitud: “El tiempo se ha cumplido. El reino está cerca. Conviértanse y crean en el evangelio” (Mc. 1,15). Pareciera que el individualismo espiritualoide puede más que la enseñanza de Jesús…
Estos ritos deberían configurarse con la fe de la Iglesia: primero la iniciativa de Dios (Concilio Vaticano II – DV, 1965) (#2), luego la colaboración humana y juntas por la plenitud gozosa de la vida.
Cuaresma es un tiempo para recordar y revivir que estamos centrados en la alegría como don, no como esfuerzo y mucho menos como premio. “La alegría no puede ser guardada de una manera egoísta. La verdadera alegría surge del don de si, del amor; y el amor es siempre gratuito, desinteresado. La alegría es connatural al amor a condición de ser recibido gratuitamente” (Van Hoomissen, Georges, 1990)
Felices desde la Vida Nueva… que la Pascua y los profesionales nos ayuden a superar los TOCs pastorales que le ponen condiciones a Dios o al ser humana para ser amado por Dios. Confiamos, creemos en la alianza más perfecta que nutre nuestra vida de fe: la de una Trinidad inclinada, por amor, en la plenitud de su obra.
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Trabajos citados
Aquino, Tomás de – Compendio de Teología. (1980). Compendio de Teología. Madrid: RIALP SA.
CEA, Misal Romano Cotidiano. (2011). Misal Romano Cotidiano. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Concilio Vaticano II – Dei Verbum (18 de Noviembre de 1965). Obtenido de https://www.vatican.va
Concilio Vaticano II – Gaudium et Spes (07 de Diciembre de 1965). Obtenido de https://www.vatican.va
Curia, Christian. (2022). Una aventura maravillosa. CABA: BONUM – PPC.
Curia, Christian. (2024). El gusto de vivir. Desde la vida de Resucitado. CABA: Claretiana.
Durwell, Xavier. (1999). Nuestro Padre. Dios en su misterio. Madrid: Sígueme.
Ibañez, J. & Mendoza, F. (1978). La fe divina y católica de la Iglesia. Zaragoza: Magisterio Español SA.
Toc – IOCDF. (2025). Obtenido de https://iocdf.org/
Luciani, Albino – Juan Pablo I. (1978). Ilustrísimos Señores. Madrid: BAC.
Rivera, Carlos – Himno a mi corazón. (2021). Obtenido de http://www.youtube.com
Van Hoomissen, Georges. (1990). Elogié la alegría. (F. De Vos, Trad.) Lomas de Zamora: La Semilla.