Tribuna

Haciendo eco… con il cuore

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Querido corazón:

¡Cosas raras de la vida! Hablarte a vos. Nos resulta por momentos chocante y por otros, asombroso. Lo primero porque es difícil hablarle a “un órgano”, si es que sos solo eso. Y lo segundo, porque cuando empezamos a conocerte quedamos como estupefactos porque desbordas nuestra capacidad de comprenderte y toda palabra que queramos expresar tiene ese sabor “a poco”. A la vez, se hace memoria de un testimonio que hemos conocido: Doña Irma limpiaba casas, oficinas y hasta la denominada “Casa de la Catequesis” en la diócesis de Lomas de Zamora, todos los días antes de ir allí, pasaba por la Catedral para dirigirse hasta “el sagrado corazón” y estar ahí unos minutos rezándole para que él hiciera su corazón “semejante al tuyo”.



Desde lo físico, tenés un rol sumamente importante: sos la vida del cuerpo, sos el signo vital de un organismo que está vivo. Desde lo anímico, sos el núcleo capital de donde surgen nuestros sentimientos, emociones, conmociones, broncas e incluso aquellos sentimientos que nos avergüenzan. Desde lo personal, sos la expresión más acabada de que no somos ni tenemos partes, sino dimensiones que hacen más bella la existencia (Curia, Christian – 4D, 2024). Desde lo social, sos esa capacidad que nos lleva a la compasión por las demás personas, especialmente en situaciones desesperantes y conmovedoras.

Y en lo religioso, llegas a la locura y el escándalo: tenemos representaciones de lo divino con humano corazón. ¡todo un shock! ¿Sabías que, en la fe cristiana, existe una celebración dedicada a Dios con corazón humano? Ya con solo ese dato nuestra esquizofrenia, que a veces es espiritual, queda perpleja: ¡porque Dios ha unido su amor al latido humano! ¡el amor humano hace palpable y “palpitable” el amor divino!

Íntegro Corazón:

En nuestra vida cotidiana cuando te mencionamos, por momentos decimos que sos la expresión más íntegra de nuestra existencia y pareciera que con involucrarte queremos pronunciar la vivencia más profunda: “de todo corazón”. Cuando una tristeza nos golpea, solemos graficar esa conmoción con “se nos rompió el corazón”. Cuando nos ofrecernos o entregarnos a la experiencia, siempre desbordante e inclusiva del amor, también te hacemos presente y compartimos con quienes queremos amar y ser amados, la expresión “te ofrezco mi corazón”.

Y sos tan grande, que esa vivencia humana de integralidad, es un signo (sacramento) del corazón de Dios que “nos amó primero” (1ª Jn. 4, 10). Hasta contemplando la vida, “il cuore” es un signo sensible y eficaz del corazón de Dios que toma la iniciativa en el amor.

En el corazón humano y divino, se puede contemplar y meditar que allí es donde se “fraguan las decisiones más importantes de las personas” (Francisco – DN, 2024)(#3). ¡Qué hermosa imagen teándrica vos manifiestas que lo soñado, pensado, revelado por la Trinidad es íntegro, pleno y que, al pronunciar su voz, ese vocablo se torna latido de amor! ¡Un Dios que está dando vida, por eso “no hay duda de que el Corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor” (Pío XII – HA, 1956) (#12). ¡Y sigue palpitando!

Inclusivo corazón:

Cuando nos detenemos un momento a verte o intentar conocerte, descubrimos que en vos cabe todo y todos. Desde esas decisiones existenciales, búsquedas, fracasos y anhelos, los sentimientos más nobles y aquellos que no lo son. En vos, caben ¡las personas que amamos y aquellas “que quisiéramos amar más! (CEA – MRC, 2011, pág. 989).

Con vos, realizamos todo lo que vivimos.

Por vos, nuestra vida va proyectándose a la plenitud porque, incluso con nuestras debilidades, queremos vivir la experiencia divina de un Dios que nos estimula diciendo: “Vengan a mi” (Mt. 11, 28). No salimos de nuestro estupor, porque esa invitación es inclusiva, es con nuestro cansancio, agobio, es decir, con nuestra propia humanidad ir hacia un “corazón divino”, que es un “núcleo antropológico”.

Anunciado corazón:

Uno de los grandes y alegres anuncios, es cuando la vida se plenifica en el amor. Cuando vemos a las personas amadas, el corazón nos hace vivir a otro ritmo y, a veces, pareciera que palpita más rápido.

Corazón anunciado, cuando tuvimos la alegre noticia que lo divino se hizo como nosotros, descubrimos que esta plegaria pronunciada con exultante alegría en la vigilia pascual: “¡Qué admirable es tu bondad con nosotros! ¡Qué inestimable la predilección de tu amor!” (CEA – MRC, 2011, pág. 520), es realidad en el corazón divino y humano de Jesús. Sencilla y humildemente, un corazón se transforma en el “núcleo viviente” de donde brota el anuncio de la salvación, que ella se hace novedad latente (Francisco – DN, 2024) (#32).

Por momentos, pareciera que estás empecinado a repetirnos que la fe cristiana no separa lo que Dios ha unido y hasta cada latido tuyo parece una jaculatoria de esta verdad de fe: Encarnación – Pascua se hacen kerygma en nuestra manera de vivir la fe a su estilo, con sus gestos y palabras.

Corazón regalado:

En estos días Diego Barboza, un amigo muy querido de Argentina, hizo eco de tu don. Él haciendo una resonancia de tu regalo, nos catequizaba con un texto de un místico tan humano, cuando expresaba que el corazón de Dios se hace “palabra de gran regalo” (de la Cruz, Juan – Romances, 1577 – 1578). Y aquí, poéticamente, la paradoja se hace colosal: creemos que Dios es  uno y trino, que su identidad es el amor (1ª Jn. 4, 8), que crea por y para el amor (Concilio Vaticano II – GS , 1965)(#19), que redime y salva por amor, que hace partícipes de su corazón (Concilio Vaticano II – DV, 1965)(#2), que anima e impulsa latiendo para hacernos testigos de sus maravillas (Hchs. 2, 11). Pero lo colosal no es eso únicamente, sino que en el corazón de Dios intimidad se hace comunión con él y con la humanidad, porque él tiene corazón humano.

Corazón pronunciado:

Físicamente careces de cuerdas vocales que te permitan expresarte. Pero al estar en una integralidad corporal, esta dimensión hace que lo pronunciado por la voz sea eco de tu amor. Nuevamente la fe cristiana nos hace palpitar la rareza: la existencia humana y cada creación, al ser consecuencia de lo que “El Señor dijo” (Gn 1, 1 – 2, 4ª) se hace palabra de Dios.

Sagrado Corazon Christian Curia

Corazón viviente de amor:

Tu nombre o denominación pareciera un simple vocablo: cuore, cœur, heart, herz, قلب (qalb), לֵב (lev), hart, coração, 心 (Xīn), etc., nos estaría manifestando la integralidad, el núcleo, la vitalidad, anchura, profundidad de quien sos, buscando evitar un romanticismo religioso y evasivo (DN #46).

Tu latido es memoria que, lo vivido y anunciado por Juan de la Cruz, nos deja balbuceando palabras que solo quieren manifestar lo decisivo de tu existencia en la nuestra, porque en Dios “eres la vida de la vida mía” (de la Cruz, Juan – Romances, 1577 – 1578) (#65).

Y otra vez, lo controversial de la fe cristiana en donde el corazón humano y divino del Resucitado, nos revela que “Dios ama en nosotros al hijo, y el hijo en nosotros ama al padre” (de la Cruz, Juan – Romances, 1577 – 1578)(#70). Nuevamente, otro latido, nos recuerda que lo humano y divino en Dios se han unido de tal manera que la Trinidad se hace visible en la humanidad, no como un “no queda otra”, sino como una inclusión que nos hace parte, nos hace “suyos”.

Aquí en un corazón humano y divino, como celebramos en la fiesta del sagrado corazón, recordamos que Dios ama de manera humana, y la manera humana es eco de la forma en cómo Dios nos ama, porque la Trinidad asume un modo nuevo de amar: el estilo humano, porque el Verbo “amó con humano corazón” (GS. #22)

Corazón festivo:

“Hagan esto en memoria de mi” (Lc. 22, 19). Por lo general, traspasado por cierto romanticismo piadoso y, por momentos con tinte de esquizofrenia pastoral, separamos lo que Dios ha unido. Él hace memoria en la carne y en la fiesta. Lo humano, y hasta las llagas se hacen memoria de la pedagogía de Dios (Jn. 20, 25). Es tan característico de él hacer esto, que la eucaristía, sacramento por excelencia (donde lo divino se hace palpable, sensible, degustable, “palpitable”) es en donde el corazón de Dios se hace carne en torno a la fiesta de la comensalidad abierta.

Amigo corazón:

Antes de finalizar esta carta, quisiéramos recordar que en estos días, Gustavo Oubiña otro amigo querido de Argentina, haciendo eco de la manifestación de Dios en vos, nos recordaba las palabras de una gran doctora de la iglesia, cuando nos decía: “Mi camino es todo él de confianza y de amor, y no comprendo a las almas que tienen miedo de tan tierno amigo” (de Lisieux, Teresita – Carta 226, 1897). ¡Qué belleza tan hermosa creer en un Dios que se hace ternura y cercanía, tan humana y tan divina!

Queríamos pedirte que, al contemplar el corazón humano de Dios, continuemos por la senda de palpitar con lo que él ha unido, de abrazar lo que él abraza, de amar como él ama… y ser comunidades de fe que hacen catequesis como itinerario permanente acompañando la vida y dejándonos acompañar por la humanidad. Con una gran confianza, sin pavura, queremos pedirte, que esta devoción nos siga transformando en comunidades que hospedan, que abrazan la existencia humana y que ellas nos hacen más tiernos y cercanos, como hacía doña Irma cada día en ese templo para trabajar.

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Trabajos citados

CEA – MRC. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Concilio Vaticano II – ‘Dei Verbum’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Curia, Christian – 4D. (2024).
de la Cruz, Juan – ‘Romances’ (1577 – 1578).
de Lisieux, Teresita – ‘Carta 226’ (1897).
Francisco – ‘Dilexit nos’ (24 de Octubre de 2024).
Pío XII – ‘Haurietis aquas’ (1956).