Tribuna

Haciendo eco… con el reencuentro

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Estimada fiesta:

Pareciera que todo ha finalizado… nos encontramos, abrazamos, saludamos, bailamos, comimos, bebimos, disfrutamos. Fueron horas que hicieron algo distinto. Al llegar al momento final, nos vamos despidiendo con una frase “hasta pronto, hasta la próxima…”.



Vos con lo que hiciste en estas horas, fiesta querida, nos diste esperanza y nos invitas a vivir “proyectados”, lanzados hacia otra festividad que nos ayude a seguir saboreando el gusto de vivir.

Vos, con unas horas, fuiste y sos un anticipo casi cotidiano de la fiesta futura en el gozo y la danza del Reino, porque creemos, celebramos y anunciamos que todo lo bueno, bello y noble hay en nuestra cotidianeidad se plenifica en la Pascua ya realizada por Jesús  (Concilio Vaticano II – GS , 1965) (#42, 75) que y en aquel encuentro con los anfitriones de la mesa amplia de la vida en abundancia (Jn. 10, 10)

Amada fiesta:

Todo comenzó con una invitación… y ahora, nos abrimos a nuevas posibilidades para el reencuentro. Con la oferta, la mesa, los invitados y los servidores hemos vivido la experiencia maravillosa que el Reino de Dios está al alcance de la mano, que se vive en la alegría de la fraternidad, que se disfruta en la amplitud y diversidad, que se goza en la danza, la sonrisa y calidez humana.

Vos en un simple tiempo, hiciste que la vida adquiriera un sentido y provocara un período diferente.

Vos, en lo cotidiano, nos revelas que hay un Dios que desea ardientemente compartir su vida con todas las personas, porque ama hasta el extremo, hasta la locura de la Pascua.

Incalculable fiesta:

Fuimos convocados por amor.
Respondimos por amor.
Nos recibieron y atendieron por amor.
Disfrutamos y gozamos, por amor.
Y queremos seguir encontrándonos, por amor.

¡En, con y por vos, saboreamos que Dios, uno y trino, ama, convoca, invita, se conmueve por nuestra vida y nos abraza, engalana preparando cada detalle para que “comience la fiesta” del Reino en este tiempo que transitamos (Lc. 15, 24)!

Inmensa fiesta:

¡En, con y por vos, contemplamos que Dios es amplio y que todo lo de él es nuestro (Lc. 15, 31)¡

En, con y por vos, degustamos que lo auténticamente humano es bueno, noble y nos enriquece!

¡En, con y por vos, encontramos a Dios entre las personas, que participa (Jn. 2) y se hace “anamnesis” en las fiestas (Lc. 22, 15)!

Fiesta

Recordada fiesta:

¿Sabías que desde que nos empezamos a despedir y cada vez que recordemos lo vivido, testimoniaremos con quienes convivimos lo hermoso que lo hemos pasado… y que continuamos “reviviendo”? Narramos, comunicamos, explicamos con gestos y palabras cada detalle que han tenido con nosotros, cómo fuimos recibidos, acogidos, agasajados, valorados, apreciados…

Con, por y en vos, hacemos “memoria” de la vida que se hace liturgia, porque es un servicio público para favorecer en los creyentes la experiencia de Dios en lo cotidiano.

Con vos, descubrimos que la mesa y la eucaristía son verdadera fuente y cumbre (Concilio Vaticano II – SC, 1963).

En vos, compartimos la profundidad de la existencia y de las personas que encontramos el gusto de vivir.

Por vos, nos vemos jalonados y orientados a la vida gozosa del Reino, por eso en la liturgia nunca podemos dejar de lado todo lo que en la vida acontece porque de lo contrario, además de maniqueos, estaríamos evadiendo y correríamos el riesgo de considerar a la gracia como un placebo intimista (Curia, Christian, 2006).

Resonada fiesta:

“Con un hasta luego” … así nos despedimos de muchas personas en la celebración de la vida. Ellas han comenzado a vivir el gozo del Reino, y vuelven a Dios. Damos gracias, haciendo memoria, porque son testimonio de plena libertad en el seguimiento de Jesús. Son tantas y diversas existencias que han calado hondo porque nos hicieron vivir “como de novios con la vida” (Hamlet Lima Quintana).

En ellas y en nosotros, seguimos haciendo eco:

“Jesús, tu Reino está en medio de nosotros.
Tu Reino se hace presente en nuestra comunidad. Llevamos en el fondo de nuestras relaciones, como hermanos la bondad y la ternura de tu Espíritu de amor; llevamos el gozo y la gracia de tu presencia resucitada; llevamos la misericordia y la compasión de tu Padre.
Cuando compartimos los bienes, tu Reino de hace fuerte.
Cuando oramos juntos, tu Reino se manifiesta.
Cuando ayudamos al necesitado, tu Reino se desvela.
Somos, señor, fermento de tu Reino.

Tu Reino está presente, oculto en medio de los hombres.
Donde el amor es más fuerte que odio, allí está tu Reino.
Donde el perdón es más fuerte que la venganza, allí está tu Reino.
Donde la verdad es más fuerte que la mentira, allí está tu Reino
Donde la justicia es más fuerte que la opresión, allí está tu Reino.
Donde la libertad es más fuerte que la esclavitud, allí está tu Reino.
Donde la ternura es más fuerte que el desamor, allí está tu Reino

¡Tu Reino, señor habita en el corazón de los que aman: ¡Gracias!
Caminamos hacia tu Reino, anima nuestra marcha (Mazariegos, Emilio, 1995) (Lima, Laura & Montiel, Ricardo & Curia, Christian, 2009, pág. 42)

Por eso, amada fiesta, gracias porque en torno a la mesa recuperamos el proyecto evangelizador de Jesús: comensalidad abierta.

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Trabajos citados

Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Curia, Christian. (2006). ‘En torno a la mesa’. CABA: Claretiana.
Hamlet Lima Quintana. (s.f.).
Lima, Laura & Montiel, Ricardo & Curia, Christian. (2009). ‘Hacia la gran aventura 4 – Guía del Catequista’. CABA: Claretiana, Gram y San Pablo.
Mazariegos, Emilio. (1995). ‘Salmos de un corazón joven’. Bogotá: San Pablo.