Tribuna

Francisco, servidor de los hermanos

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Estamos acostumbrados a que las noticias que nos llegan sobre el Papa sean las normales de la vida de cada día: la gente que recibe, lo que escribe, lo que dice, las celebraciones que preside, los nombramientos que hace, etc. Lo normal en su ministerio de pastor universal del pueblo de Dios y del gobierno de la Iglesia, con las múltiples facetas que todo ello conlleva.



Estamos acostumbrados por lo tanto a contemplar su actividad, de la que normalmente se conoce sobre todo lo que aparece en el boletín de noticias de la Santa Sede, aunque sabemos que es mucho más intensa de lo que en aparece en dicho boletín. Contamos con todo eso como algo habitual hasta que de pronto nos llega una noticia como la del miércoles pasado sobre la salud del Papa que hace que nos paremos a reflexionar.

Poco descanso y mucha actividad

El hecho que la actividad del Papa Francisco sea intensa – aunque parezca una repetición hay que destacar que lo es mucho más de lo que aparece en los boletines y servicios de noticias –, con poco descanso y mucha actividad, sin duda menos descanso de lo que querrían los médicos que le cuidan, solamente se puede valorar con la perspectiva de su edad.

Sus 86 años lo sitúan entre los Papas en activo más longevos de la historia, solamente superado por San Agatón (vivió 102 años, había sido ordenado sacerdote con 100 años y duró en el pontificado solamente uno), León XIII (93 años, entre el siglo XIX y el siglo XX) y Clemente XII (88 años), e igualado por ahora solamente por Clemente X (también 86 años). Bien longevo fue sin duda su predecesor Benedicto XVI, pero en el momento de la renuncia tenía 85 años.

Trato con la gente

Tratando de la historia de los Papas no es cuestión de hacer comparaciones, y menos de esas que gustan tanto a los periodistas, pues cada pontífice ha vivido en un tiempo y unas circunstancias concretas. Pero se puede decir que el papado de tiempos recientes conlleva una carga de trabajo, sobre todo por lo que se refiere al trato con le gente, como no se ha visto en otras épocas, comenzando por los viajes apostólicos internacionales que comenzaron con el pontificado de san Pablo VI y forman hoy una parte importante del ministerio petrino.

El Papa firma la escayola de un niño a su salida del hospital Gemelli el pasado sábado. EFE/EPA/ANGELO CARCONI

Pero no hay que olvidar el aumento de los medios de transporte que ha facilitado la llegada a la ciudad eterna de cantidades ingentes de peregrinos desde los confines de la tierra, cuya ausencia hizo que durante la pandemia Roma fuera irreconocible. Para ellos ya en su tiempo Pablo VI hizo construir el Aula Nervi para las audiencias, que lleva el nombre de dicho pontífice, y que en muchas ocasiones se queda corta para el número de peregrinos que buscan la presencia y la palabra del vicario de Cristo, esperando que les confirme en la fe.

Un ritmo intenso

El susto que nos ha dado la salud del Papa Francisco para algunos es solamente una noticia entre las otras muchas que ofrece cada día la actualidad mundial y muchos cristianos podrían dejarse llevar por ese modo de verlo. Pero, si nos fijamos bien, puede ser mucho más que eso, la oportunidad para apreciar el trabajo intenso de este ministro en el que cada día se cumple lo que dicha palabra significa: servidor.

Con 86 años, cuando muchos ya llevan una vida descansada y tranquila, después de haber servido a la Iglesia y a los hermanos durante muchos años – por no hablar de lo normal en la vida civil para personas de esa edad.  Sin embargo para él, el pontificado le lleva a seguir sirviendo con un ritmo que sin duda supera lo propio de dicha edad.

Hombre de oración

Audiencias – muchas de ellas no aparecen en los boletines – que comienzan a primera hora de la mañana y continúan por la tarde, lectura y respuesta de cartas que requieren atención y muchas de ellas también corazón, y se convierten en un auténtico apostolado epistolar, celebraciones litúrgicas, encuentros de todo tipo…

Pero sobre todo la oración por la Iglesia y por el mundo, por los lejanos y los cercanos, especialmente aquellos a los que la vida ha llevado a la periferia, muchos de los cuales escriben al Papa cuando no saben ya a quién recurrir. Es un servicio casi siempre escondido que no llama la atención de los medios de comunicación pero que es el más importante de un pastor que ama a los hermanos.

Francisco, este domingo, durante la celebración del Domingo de Ramos, en la Plaza de San Pedro. EFE/EPA/CLAUDIO PERI

Todo esto es tan normal que no nos llama la atención, pero de pronto un achaque lógico de salud nos hace recordar algo que debería estar por encima de gustos, estilos y opiniones, y es que el Papa Francisco está dando cada día la vida por los hermanos. Podemos decir, con el santo orgullo de tratarse de nuestro padre y hermano, que en él se cumple literalmente lo que expresa en uno de los títulos que le corresponden como pastor de la Iglesia universal: Servidor de los siervos de Dios.

*Alberto Royo es sacerdote de la diócesis de Getafe (España) y promotor de la fe del Dicasterio para las Causas de los Santos