Tribuna

El plan del papa Francisco y la rendija, por Dolores Aleixandre

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Estoy segura de que al novicio Jorge Mario Bergoglio le leyeron en su tiempo de formación el Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas, del P. Alonso Rodríguez SJ, un clásico en los noviciados preconciliares. A lo largo de densos capítulos y lenguaje del s. XVI, cada virtud era encomiada con enjundia y pesantez, pero al final aparecía esta frase para alivio de los oyentes: “Donde se confirma lo dicho con algunos ejemplos”. A veces nos hacían reír por lo inauditos y otras nos daban que pensar por su oportunidad e ingenio.



Algo así me ha pasado con la frase “Basta con abrir una rendija” de la meditación Un plan para resucitar de Francisco –publicado en Vida Nueva– que, por sí sola, tiene más densidad espiritual que cualquier capítulo del P. Rodríguez. Creo que la rendija se lo debe a estar emparentada con la mostaza, la levadura, la sal o el candil: si ella consigue que lo hermético se abra y lo impenetrable se vuelva transitable, es que posee esa misma secreta energía de transformación que empuja a crecer, levantar una masa, condimentar un alimento o iluminar la oscuridad.

Afirmar que “basta abrir una rendija”, supone también participar de la terca confianza de Jesús en el poder de lo pequeño frente a lo grandioso, de lo callado frente al griterío, de la mansedumbre frente a la dominación. Y ya tenemos melodía para irla silbando mientras caminamos hacia el Plan para resucitar de Francisco.

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Ahora vienen los ejemplos para confirmar lo dicho y no hay que irse muy lejos porque, para experto en abrir rendijas, el propio Jesús:

  • A Nicodemo, que protegía bajo luna blindada su suficiencia erudita, le preguntó con nocturnidad y alevosía: “Nicodemo, ¿te imaginas naciendo de nuevo sin recordar tus viejos saberes?”. Y le provocó una fisura en su cristal.
  • Con Pedro aprovechó su deseo de destacar y le nombró piedra importante de su reino; después le puso en las manos la toalla y la jofaina y le dijo: “Ser el primero consiste en esto, colega”.
  • A la samaritana le descubrió las grietas de su cántaro y, cuando ella se decidió a soltar aquel lastre, la lanzó a volar como una cometa libre por encima de templos y santuarios.

En su encuentro con la cananea, fue él quien dejó abierta una rendija para los “perritos” y ella aprovechó (“el genio de las mujeres”), para colarse por ella y ensancharla. Y para cuando él quiso reaccionar, ya habíamos entrado en tropel los gentiles y no quedaba ni rastro de sus argumentos algo ultras del principio.

Conclusión: lo de “abrir rendijas” funciona. Debe ser por la infalibilidad pontificia.

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