Tribuna

Cuando volvamos a las aulas

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Tras una larga temporada sin salir de casa, comienzan a vislumbrarse las fases para el regreso a la llamada ‘nueva normalidad’ y, con ello, la vuelta ‘presencial’ a las aulas. Aún son muchas las incógnitas sobre ello. Estos días vemos en los informativos las medidas ya adoptadas por algunos países para retomar las actividades académicas: menos alumnos por aula, distanciamiento físico, estrictos protocolos higiénicos al acceder a las instalaciones, etc. Las autoridades van teniendo cada vez más claro que la educación online es un elemento fundamental, pero la comunidad educativa, y especialmente los docentes, afirman que no todo puede ser online y que el trato personal, el cara a cara con el alumno en el aula, forma parte de la esencia de la educación y constituye algo irrenunciable.



Durante los meses de confinamiento los docentes de los diferentes niveles educativos se están empleando a fondo para mantener la comunicación con alumnos y familias y, en la medida de lo posible, continuar con la programación prevista. Allí donde se ha podido continuar con una relación online, en cierta medida, ha existido una continuidad en la actividad formativa. Pero hay que ser muy conscientes de que, por múltiples dificultades, la realidad no es igual para todos ni en todos los lugares.

Primeras palabras

Ahora bien, ante las próximas fases de la llamada ‘desescalada’ cabría preguntarse cómo será ese primer día de clase de vuelta ‘física’ a las aulas. ¿Cuáles serán las emociones? ¿Cómo serán los saludos, las miradas? ¿Cuáles serán las primeras palabras del docente a los alumnos?

La tradición atribuye a Fray Luis de León la célebre frase: ‘Como decíamos ayer’ (‘Dicebamus hesterna die’). Sin entrar ahora en disquisiciones históricas sobre la cita, parece ser que el fraile agustino inició su vuelta a las clases con estas palabras tras haber permanecido varios años encarcelado por la Inquisición. Siglos después, Miguel de Unamuno, también según la tradición popular de la Universidad de Salamanca, pronunció las mismas palabras en su primera clase tras ser restituido como rector.

De fondo

En contextos distintos, el uso de esta expresión vino a significar una vuelta a la normalidad como si nada hubiera ocurrido, pasando página, pero, seguramente, había muchas cosas de fondo que, en la mente y el corazón de Fray Luis de León o Unamuno, difícilmente, podrían quedar en el olvido. Y algo parecido podrá ocurrir ese, esperemos próximo, primer día de clase cuando un profesor se encuentre, cara a cara con sus alumnos.

Una maestra con mascarilla protectora con sus alumnos en una escuela primaria en Morges, Suiza. EFE

Posiblemente, con muchos de ellos se habrá visto por videoconferencia en decenas de ocasiones. Posiblemente se hayan conocido de otra manera. Posiblemente los alumnos hayan descubierto facetas desconocidas de los docentes y los docentes hayan podido acercarse a sus alumnos de una forma distinta. Posiblemente los padres hayan descubierto y valorado mucho más la labor de los docentes en las vidas de sus hijos, no sólo preocupados por su aprendizaje académico de los alumnos, sino por la situación concreta que estaban viviendo.

La opción de las familias

Posiblemente muchos docentes hayan descubierto formas diferentes de hacer las cosas, se hayan convencido de las posibilidades de la teleformación, sean ahora capaces de preparar un video tutorial, un contenido en Genially o un formulario de evaluación en G Suite. Posiblemente las familias valoren ahora más la opción que hicieron por el colegio de sus hijos al comprobar que, durante todo este tiempo, se han volcado en mucho más que lo estrictamente académico. Posiblemente se hayan caído muchos prejuicios y haya muchas relaciones, antes tensas o casi imposibles, que ahora se puedan retomar de otra manera, con otra mirada.

En estas semanas próximas al final del curso uno de los temas que más dolores de cabeza trae a los docentes es cómo evaluar las asignaturas y este peculiar año escolar. Y, quizás, la mejor evaluación que podamos hacer a los alumnos no es tanto la calificación académica sino la reflexión y el aprendizaje que van a extraer de esta experiencia para sus vidas.

No sabemos si el reencuentro cara a cara en el aula se producirá antes o después. Pero, cuando alumnos y docentes se encuentren de nuevo, habrá mucho por compartir, habrá mucho por cambiar, habrá mucho para profundizar y, posiblemente, no será suficiente decir “como decíamos ayer”.