Tribuna

Babel de nuevo re-edificada

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Viene a mi pensamiento el episodio bíblico de la torre de Babel, cuando el pueblo queriendo llegar a Dios, construye una torre para lograrlo y se confunde por la dificultad de comprenderse entre todos.



Las certezas en jaque

Pareciera que hoy la humanidad estuviera re-edificando Babel ante la confusión que estamos viviendo por un virus que ha detenido la marcha de la humanidad y ha puesto en jaque todas las certezas que hemos construido hasta el presente:

  • El poder de la ciencia hasta llegar a hablar de ciencias duras y blandas y la pretensión humana de, por las tecnologías de punta, llegar a plantear que las inteligencias artificiales y los algoritmos llegarían a un control de todo sustituyendo incluso la inteligencia humana. Y ahora ¿dónde están las inteligencias artificiales y los algoritmos que no logran descifrar la estructura de un virus, creado por los mismos seres humanos o generado por sortilegios de la naturaleza?
  • Es evidente que las epistemologías de las ciencias que han ido del empirismo exacerbado que negó todos los dinamismos del espíritu a las conjeturas y refutaciones, o a las nuevas energías no convencionales, se quedan perplejas ante lo incontrolable que domina a la humanidad y la sumerge en la incapacidad de poder predecir hasta cuando seguirán las situaciones de incertidumbre y el desplome de tantos sistemas en los que se soportaban las seguridades. Y si en un futuro próximo o remoto se encuentra una vacuna, ya la cuota de muertos será suficiente como para no refutar lo dicho.
  • Las economías neoliberales y el capital financiero mundial entran en análisis e hipótesis que buscan mantener lo mismo de siempre, el poder idolátrico del dinero, pero la incertidumbre también acosa todas las teorías y las hipótesis. Y a merced de un virus. ¿La economía en función de quién y de quiénes? La ciencia de la producción, distribución y consumo de la riqueza se queda corta, porque solo ha vivido de la producción y consumo y se olvidó de la distribución. Y entonces ¿a qué las leyes económicas? ¿Existen?
  • La prepotencia ante la tenencia del capital y de la tierra se derrumba ante una pandemia que no conoce a ricos o poderosos, nobles o pordioseros de todas las calles y la desigual distribución de la riqueza ya no es obstáculo para igualar a todos los seres humanos sumidos en un mismo riesgo.
  • Y la teología ¿por dónde transita? ¿Buscando justificar a Dios de alguna manera y defenderlo porque su omnipotencia y omnisciencia, calcados de la filosofía grecolatina no sabemos por dónde anda? ¿Qué tan providente es un Dios que no hace nada en lo inmanente y permanece en silencio en su arcana trascendencia? Es evidente que las categorías en los cuales se ha articulado el discurso teológico tradicional han entrado en cuestión seria y profunda.

Crisis de las epistemologías

Estamos ante una crisis de las epistemologías elaboradas hasta hoy: del control, de la seguridad, del acuerdo entre el intelecto y la realidad, de la primacía de aquello que podemos tocar y describir, de la predicción a partir de leyes reconocidas, de la entrada en lo nano y de la penetración en lo macro, lo cósmico. ¿Se pueden deducir certezas cuando al tiempo que se lanzan exploradores espaciales, el mismo país que, en connubio entre el capital privado y el estado se gloría del éxito de la misión, está inerme ante una minúscula y microscópica sentencia de muerte para su población?

Es el momento de renunciar a las seguridades y generar epistemologías que analógicamente asuman el caos y la acción del Espíritu regulador del mismo. De las seguridades relativas, de las condensaciones líquidas, de las predicciones imprevisibles, de la inviolable libertad de la creación, del límite frente a la ambición de controlarlo todo, de los muros infranqueables que no quiere aceptar el ser humano, de las pistas de lanzamiento que proyectan el ser más allá de lo empírico y que descubren el sentido de los sin sentidos y el valor de la tragedia como palabra pronunciada desde un misterio que desborda a los seres humanos, que ahora nos vemos en nuestra desnudez: desprovistos de todas las vestimentas de lo científico, los estatutos epistemológicos definitorios de lo creíble, lo riguroso y universalmente contundente.

Los seres humanos estaremos siendo llamados a volver a escuchar “¿qué es el hombre?”. Porque se ha creído con el poder de hacer y deshacer y ahora no es capaz de hacer lo que impida un derrumbe de todas sus seguridades. Frágil, profundamente frágil como aquel que en el jardín se sintió desorientado porque había transgredido buscando ser la ciencia y el bien y el mal. Y aquí me encuentro con la pregunta teológica

¿No estaremos ante el desafío de una articulación ‘otra’ de los discursos teológicos? No hacia el panteísmo de Espinoza o las esencias de Tomás de Aquino sino ante la realidad de un Dios exquisitamente respetuoso de la libertad de la creación y del ser humano, que no sustituye, que no interviene directamente para manipular la realidad y la humanidad a su antojo, que sigue siendo Aquel de quien no podemos ver el rostro sino las espaldas, que nos sigue ofreciendo la zarza ardiendo de las incertidumbres para que nos quitemos nuevamente las sandalias de todos los constructos que hemos construido con prepotencia y engreída autocomprensión de ser los reyes de la creación.

La fascinación de lo impredecible

Estamos ante la grandeza del misterio como aquello que nos desborda y al mismo tiempo nos fascina y catapulta. Viene a mi pensamiento una expresión de Rudolf Otto, misterium tremendum et fascinans. Sí. Estamos ante la fascinación de lo imprevisible y ante el desafío de la creatividad y la inventiva. No en función del control de un virus sino en función del destino hacia el cual queremos andar como humanidad; el virus, microscópico y veloz, nos está señalando nuevamente que estas cosas se ocultan a los sabios y entendidos y se revelan a la gente sencilla.  Ese relato de las víctimas mayores de esta realidad, los que no tienen seguros privados, y son asesinados por los seguros de los Estados, por un desarrollo en función del fortalecimiento de todos los sectores menos del de la salud, incluso en los países que se llaman a sí mismos desarrollados.

La verdad de Jesús, el Cristo, lo revelado por Él acerca de Dios y el Dios del Reino es la que desafía este momento. Porque nada hay en lo escondido que no pueda salir a la luz. Y eso que sale a la luz es la condición humana y su realidad de prepotencia frágil. Porque desde los gritos de los pobres se sigue anunciando la buena nueva de un urgente cambio de rumbo, porque ellos son los que nos dicen que el Reino está padeciendo violencia y solo la violencia de la justicia, de la solidaridad y de la paz, de la construcción de otros sistemas y de un orden de relaciones en donde se realice el milagro de la multiplicación del pan hará que por encima de las tecnologías, de las ciencias y los saberes, la vida de aquellos que hemos sido creados a imagen suya y por ello realizamos la comunión en la diversidad, es lo prioritario, que el asunto de la distribución en recta economía es constituyente del saber que organiza el sentido de la producción y el consumo.

Y finalmente, la humanidad tiene que llegar a la clara conclusión de que no puede seguir haciendo del planeta lo que le viene en gana, que la creación le coloca límites a los depredadores, que los lirios del campo tienen derecho a expresar su belleza hasta cuando les llegue la hora de volver a la tierra de la que han salido y que de igual manera quienes somos parte de esta misma tierra volveremos a ella en la esperanza de encontrarnos cara a cara con el misterio inefable del Padre, que en la revelación dada en Jesús de Nazaret, nos tiene preparada una habitación, allí enjugará las lágrimas de nuestros ojos, porque al contemplarle seremos uno con Cristo y el Padre por el Espíritu.

Y desde la confusión que se generó en la Babel de hoy, podemos despojarnos de la pretensión de atraparlo a Él, para contemplarlo en el silencio y seguir en la lucha porque este mundo se transforme en lugar en donde los últimos sean los primeros y no sea entre nosotros posible que los jefes opriman porque el que quiera ser primero será servidor de todos y todas.

Concluyo parodiando la clásica expresión de San Anselmo, porque me parece muy acertada para este momento, como lo ha sido para otros de la historia humana:

Dios es aquello mayor que lo cual, nada podemos pensar

Y siempre que los seres humanos queramos suplantarlo, caeremos en la confusión de este virus y de otros.