Tribuna

A los jóvenes hay que lavarles los pies

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Los pies son sinónimos de camino, de peregrinación, de mandato y de misión. El movimiento, el futuro, los proyectos se asocian a ellos. Los pies gastados merecen respeto por lo recorrido en la vida y los de niño necesitan cuidado para que puedan caminarla. Y a los jóvenes hay que lavárselos.

La última Semana Santa me tocó animar una pequeña comunidad “de frontera” y, con mucha alegría, el día Jueves hice la celebración del Lavatorio de los pies. Con Nora y Maruca, dos catequistas del lugar que sólo saben hacer el bien, vimos la dificultad de llegar a 12 “apóstoles” y nos conformamos con 6 o 7 “valientes” que antes de la ceremonia llegaron con entusiasmo. En el momento del lavatorio se sumaron espontáneamente muchos pies desnudos de diferentes edades y estilos; saliéndome de todo rito litúrgico ¡le lavé los pies a 28! Confieso también que además de derramar el agua, no sabía bien qué hacer. Recordé a un santo párroco que los besaba, les  hacía la señal de la cruz y les decía con una sonrisa “que la Virgen cuide tu andar”.  Sorprendida por la cantidad de apóstoles le pregunté a Luis, un hombre rudo en apariencia (quien fue uno de los “extra 12”), por qué tantos se habían acercado y me contestó: “hay que caminar el futuro y son buenas las bendiciones”.  Toda esa vivencia me sirvió para bromear con mi obispo sobre el diaconado femenino y fundamentalmente, para ver con otra perspectiva lo que vivieron Jesús y los apóstoles en la última Cena.

En la catequesis nos enseñan que en la época de Jesús eran los esclavos los que lavaban los pies llenos del polvo del camino y Jesús, nos muestra con ese gesto que debemos servir a los demás aunque a veces, como le pasó a Pedro, nos cueste dejarnos ayudar. Este relato del Evangelio trasciende épocas y culturas y se puede explicar con el sencillo dicho “si no vives para servir, no sirves para vivir”. Lo que me dijo Luis también me hizo pensar en el después del pasaje evangélico, lo que no se cuenta. Me imagino a Jesús mirando complacido a los apóstoles, veía que allí estaba el futuro de la Iglesia a pesar de que sabía de las traiciones y abandonos que después vendrían. Creía en que ellos eran capaces de responder a su amor. Lo que la Tradición dice que nació en Pentecostés, se gestó aquí con un gesto de servicio del Maestro. Gesto que pidió que imitaran como sello de su discipulado y de su misión. Fue un gesto que dio vueltas los paradigmas, en palabras de Francisco, Jesús “hizo lío”.

La Iglesia tiene sus ojos en los jóvenes. Estamos a las puertas del Sínodo de los Jóvenes, en poco tiempo en Argentina, se celebrará el segundo Encuentro Nacional de Juventud y el año próximo en Panamá, los jóvenes del mundo se reunirán con el Papa Francisco. Los jóvenes son el futuro de la Iglesia y aquí no estamos hablando de continuidad de la Institución, sino del aire fresco y renovador que le dan con la porfía de los ideales de un mundo mejor, con la sinceridad de corazón para buscar el rostro de Jesús, como el joven rico del Evangelio. Afortunadamente hay muchos jóvenes que se diferencian de aquel y decididamente, lo siguen como Maestro identificando su rostro con los que más sufren y repartiendo con alegría su enseñanza.

Volviendo a la liturgia del jueves santo, como Iglesia debemos lavarles los pies a los jóvenes. Como decía Luis “tienen que caminar el futuro y el camino es largo”. Lavarles los pies debe entenderse como arrodillarnos frente a sus ideales, expresados en los pies, para besarlos aunque traigan el polvo del camino y muchas veces se salgan de él; también bendecirlos y pedirles a la Virgen que los cuide; mirarlos a los ojos y sonreírles dándoles ánimo; dejar que lleguen y entren a nuestras celebraciones y las desordenen, aunque solo haya 12 sillas y ellos sean 28. Así la Iglesia renace, se renueva y vive el mandato de anunciar a todos la Buena Noticia.

Los jóvenes agilizan las estructuras remolonas que no ayudan a construir un mundo mejor. ¡Hacen lío! y no fue Francisco quien les enseñó. El lío lo empezó Jesús cuando siendo el maestro, se hizo esclavo por amor dando vuelta el orden de la época.

Hace un tiempo que dejé la edad cronológica de la juventud y somos muchos los que venimos de la época en que Juan Pablo nos animó en el Año internacional de la Juventud, los que vibramos en el primer Encuentro Nacional de Juventud. Ahora sería lindo que muchos jóvenes nos vean haciendo lío saliéndonos de lo “religiosa o socialmente correcto”. Es otro modo de lavarle los pies para que, con nuestra bendición, caminen el futuro. Jesús mira la escena complacido.