Aunque hoy se recupera con mayor énfasis el ‘sensus fidei’ como elemento fundamental de la eclesiología del proceso sinodal, el desarrollo de esta conciencia no es algo nuevo. Se aprecia ya en los padres conciliares durante el proceso de redacción de ‘Lumen gentium’ 12, precisando que el ‘sensus fidei’ no es el mero ejercicio de una operación de la inteligencia de la fe, sino una ‘dinámica comunicativa’ que se activa comunitariamente en la participación e interacción de todos los sujetos eclesiales entre sí.
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El Espíritu se manifiesta cuando la totalidad de los fieles participan e interactúan, y no solo algunos. De hecho, LG 12 sostiene que el Espíritu no hace distinción alguna para manifestarse y que, además, se muestra a través de muchas mediaciones, no solo la ministerial y la sacramental.
Así lo expresaron los padres conciliares: “El mismo Espíritu Santo no solo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor 12, 11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia” (LG 12).
Unidad del cuerpo eclesial
Esta dimensión carismática –y no solo ministerial– de la Iglesia es recepcionada y profundizada en el ‘Documento Final’: “La variedad de carismas, que tiene su origen en la libertad del Espíritu Santo, tiene como finalidad la unidad del cuerpo eclesial de Cristo (cf. LG 32) y la misión en los diversos lugares y culturas (cf. LG 12) (…). Están llamados a contribuir tanto a la vida de la comunidad cristiana, como al desarrollo de la sociedad en sus múltiples dimensiones” (DF 57).
Francisco usa estas mismas dinámicas comunicativas para definir a una Iglesia sinodal: “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha (…). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender (…). Es escucha de Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; y es escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”.
Fuente y mediación
Así, el Pueblo de Dios, sujeto comunitario e histórico, tiene autoridad teológica y, por medio del ‘sensus fidei fidelium’, pasa a ser fuente y mediación de la revelación por la experiencia y el conocimiento connaturales en cada lugar, ofreciendo así una maduración continua en la comprensión de la revelación.
Aún más, podemos afirmar que, en virtud de su autoridad, el Pueblo de Dios –todos– reunido en Asamblea colabora en “la profundización de la doctrina cristiana, la reforma de las estructuras eclesiásticas y la promoción de la actividad pastoral en todo el mundo” (‘Episcopalis Communio’, 1).
En esta nueva etapa de la recepción del Concilio, la experiencia ha permitido que emerja con mayor claridad la conciencia de que la teología del ‘sensus fidei’ postula una figura sinodal de la Iglesia.
Todo el Pueblo de Dios
Este redescubrimiento reafirma que la Iglesia es todo el Pueblo de Dios, no solo algunos de sus miembros, y que se co-constituye a través de la interacción de todos los fieles. Al actuar como una totalidad orgánica, el Pueblo de Dios se convierte en un sujeto comunitario e histórico. Así, la práctica del ‘sensus fidei’ de todo el Pueblo de Dios se reconoce hoy como una mediación esencial para discernir lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
La interacción entre los fieles no puede ser comprendida solo como un vínculo entre sujetos individuales, desconectados de sus Iglesias locales, las cuales poseen características socioculturales, económicas y políticas propias.
Esta interacción tiene lugar entre subjetividades humanas que se relacionan a través de “relaciones entre personas unidas en su diversidad de carácter, sexo, edad y función” (‘Documento Final’, 35), y también entre realidades eclesiales que enriquecen a toda la Iglesia con la particularidad y riqueza de sus Iglesias locales, contribuyendo a la gran polifonía de una Iglesia de Iglesias.
No uniformidad
En este sentido, “la unidad de la Iglesia no es la uniformidad, sino la integración orgánica de las legítimas diversidades” (‘Novo Millennio Ineunte’, 46). Así, la variedad de expresiones del mensaje salvífico evita reducirlo a una única comprensión de la vida de la Iglesia y de las formas teológicas, litúrgicas, pastorales y disciplinares en que se manifiesta (‘Documento Final’, 39).
Esto ha hecho que –como subraya el ‘Instrumentum Laboris’ 2023– “el proceso sinodal ha ido descubriendo las diferentes formas de la vitalidad en la Iglesia, destacando tanto la extraordinaria convergencia sobre cuestiones y temas que han surgido en los diversos contextos, como la diversidad en formas eclesiales y propuestas.
En todo ello se descubre y profundiza cómo las Iglesias locales viven la catolicidad de la Iglesia” (‘Instrumentum Laboris’ 2023, B.1.3). Así, la interacción entre todos los fieles mediante la práctica del ‘sensus fidei’ permite que emerja un espacio de intercambio donde la unidad y la diversidad convergen, fortaleciendo la catolicidad y la riqueza de la vida eclesial.
Punto de partida y de llegada
A la luz de toda esta eclesiología, se diseña un “proceso sinodal [que] tiene su punto de partida y también su punto de llegada en el Pueblo de Dios” (EC 7). Pero ¿dónde existe concretamente este Pueblo de Dios?
Al leer los documentos que recogen las escuchas de las distintas etapas (2021-2024), se aprecia que, al final, en el ‘Instrumentum Laboris’ 2024 es donde aparece la definición explícita de que “esa porción del Pueblo de Dios es la Iglesia local” (IL 2024, 39).
A lo largo del proceso, se fue precisando la relación entre las nociones de Pueblo de Dios e Iglesias locales, así como su uso lingüístico e implicaciones eclesiológicas. La atención a estas distinciones lingüísticas y terminológicas no es solo una cuestión técnica, sino que tiene implicaciones profundas para la articulación del modo de ser y hacer Iglesia y, en consecuencia, para la comprensión y vivencia de la sinodalidad. (…)
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Índice del Pliego
5. Una conciencia emergente de la ‘catolicidad’ a partir de la polifonía de las Iglesias locales
6. La ‘Iglesia toda’, Expresión de la comunión entre las Iglesias y de ellas con la Iglesia de Roma
7. La Asamblea como ‘sujeto’ de un proceso que rearticula el “todos, algunos y uno”
Conclusión: hacia una ‘sinodalización’ de la ‘Ecclesia tota’