Muchas personas, incluidos teólogos, que no han participado en ninguna de las fases del camino sinodal, han tendido a reducir la experiencia de la sinodalidad a un mero método o a un ejercicio de intercambio e interacción entre sujetos diversos.
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Sin embargo, lo que ha surgido del proceso sinodal 2021-2024 es fruto de una “ulterior recepción del Concilio”, dando un paso más y madurando la nueva fase en la recepción del Vaticano II iniciada en 2013 por el papa Francisco. Se ha producido un salto cualitativo en la vida eclesial y ha emergido una nueva configuración de la Iglesia, que redescubre su modo de ser y proceder como constitutivamente sinodal.
En este proceso, la Iglesia se reencuentra con la Tradición y, en consonancia con los padres conciliares, asume el capítulo II de ‘Lumen gentium’ como normativo para comprender su ser y su hacer. A continuación, presentamos algunos rasgos fundamentales para comprender la eclesiología que funda todo el proceso sinodal y, en consecuencia, el giro que supone en el modo de ser y hacer Iglesia.
Camino de conversión y reforma
El Sínodo sobre la sinodalidad es el esfuerzo más importante y el proceso global más extenso que ha realizado la Iglesia católica en su historia para emprender un camino de conversión y reforma a la luz de los signos de los tiempos actuales.
No se ha querido partir de una idea preconcebida, sino que ha puesto en marcha un proceso que nos ha invitado a salir de nosotros mismos “para escuchar comunitariamente lo que el Espíritu Santo ‘dice a las Iglesias’ (Ap 2, 7)” (EC 8). Esta vivencia nos ha desinstalado de nuestros espacios de confort y nos está ayudando a tomar conciencia de que caminar juntos no se reduce a habitar en el mismo espacio o vivir bajo las mismas leyes. Pero tampoco se da por la mera pertenencia a la Iglesia.
Rico intercambio de dones
La experiencia sinodal nos ha regalado la posibilidad de reencontrarnos con lo humano, de crear espacios y estructuras donde vivamos relaciones mutuas y horizontales, gratuitas y abiertas, recíprocas y complementarias, como un rico intercambio de dones.
Si todo esto nos ayuda a descubrir un nuevo modo de ser y proceder en la Iglesia, y si la sinodalidad es el camino que Dios espera para el tercer milenio, entonces tenemos que hacer todo lo posible para que nuestras relaciones, los modos de comunicarnos y las estructuras en las que hacemos vida, sean moldeadas por la sinodalidad, en cuanto realidad constitutiva de la vida y misión de la Iglesia.
Una etapa crucial
Sin embargo, la realidad global en la que se desenvuelve el camino sinodal no es fácil. Se sitúa en “un contexto histórico caracterizado por cambios ‘epocales’ de la sociedad y por una etapa crucial de la vida de la Iglesia [y] es en los pliegues de este contexto complejo, en sus tensiones y contradicciones, donde estamos llamados a ‘escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio’ (GS 4)” (‘Documento Preparatorio’, 4).
Con esta finalidad, se ha convocado a un Sínodo que permita “poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir” (DP 9) y, así, emprender “un proceso de conversión sin el cual no será posible la ‘perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad’ (UR, n. 6; cf. EG, n. 26)” (DP 9). Es la forma de una Iglesia humilde, que reconoce “que debe pedir perdón y que tiene mucho que aprender”. Especialmente, cuando su rostro “muestra hoy los signos de la crisis de confianza y credibilidad, relacionadas con abusos sexuales, económicos o de poder” (‘Instrumentum Laboris’ 2023, Introducción).
No es un camino exento de obstáculos, ya que invita a un ‘re-aprendizaje’ o conversión de la actual cultura eclesial, que debe buscar los modos de involucrar a todo el Pueblo de Dios en los procesos de discernimiento, elaboración y toma de decisiones, porque una Iglesia sinodal supone reunirnos y discernir juntos en orden a accionar modalidades y procesos decisionales que surjan de la participación corresponsable de todos/as (CTI, ‘Sinodalidad’ 67). O como sostiene la Comisión Teológica Internacional: “La dimensión sinodal de la Iglesia se debe expresar mediante la realización y el gobierno de procesos de participación y de discernimiento capaces de manifestar el dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales” (CTI, ‘Sinodalidad’ 53,67,76).
“Caminar juntos”
El papa Francisco ha descrito la modalidad de este proceso a partir de la conocida expresión “caminar juntos”. En su ‘Discurso en la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos’ (2015), afirmó: “Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra ‘Sínodo’. Caminar juntos –laicos, pastores, Obispo de Roma–”, lo que implica, como sostiene el ‘Documento para la Etapa Continental del Sínodo’ (DEC), que “caminar juntos como Pueblo de Dios requiere que reconozcamos la necesidad de una conversión continua, individual y comunitaria.
En el plano institucional y pastoral, esta conversión se traduce en una reforma igualmente permanente de la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo, siguiendo las huellas del impulso al ‘aggiornamento’ continuo, legado precioso que nos ha dejado el Concilio Vaticano II, al que estamos llamados a mirar mientras celebramos su 60º aniversario” (DEC 101). De aquí deriva un gran desafío, que surge de la recepción del camino sinodal: “Si no se encarna en estructuras y procesos, el estilo de la sinodalidad fácilmente decae del plano de las intenciones y de los deseos al de la retórica, mientras los procesos y eventos, si no están animados por un estilo adecuado, resultan una formalidad vacía” (DP 27).
A todos los niveles
El ‘Instrumentum Laboris’ 2023 precisa esto aún más y manifiesta “el deseo de que el ‘modo de proceder sinodal’, experimentado en el camino actual, penetre en la vida cotidiana de la Iglesia a todos los niveles, parroquiales, los consejos de asuntos económicos, los Sínodos diocesanos o eparquiales, o renovando las estructuras existentes, empezando por los consejos pastorales diocesanos y estableciendo otras nuevas.
Sin restar importancia a la renovación de las relaciones en el seno del Pueblo de Dios, la intervención en las estructuras es indispensable para consolidar los cambios en el tiempo. En particular: la corresponsabilidad en la misión derivada del bautismo requiere concretarse en formas estructuradas para que no se confíe únicamente a la buena voluntad de los individuos (…). No se trata de una exigencia de redistribución del poder, sino de la necesidad de un ejercicio efectivo de la corresponsabilidad derivada del Bautismo que confiere derechos y deberes a cada persona” (IL 2023, B.3.3).
A partir de este marco, surge la pregunta fundamental que ha guiado todo el discernimiento a lo largo del Sínodo: “¿Cómo se realiza hoy el ‘caminar juntos’ en la propia Iglesia particular?, ¿qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro ‘caminar juntos’?” (DP 26). Pero ¿cuál es el significado concreto de esta expresión? (…)
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Índice del Pliego
1. El llamamiento a ‘caminar juntos’ como nuevo modo eclesial de proceder
2. Una experiencia compartida de la sinodalidad de todo el Pueblo de Dios
3. Retomar la recepción conciliar de la Iglesia Pueblo de Dios
4. Constituirnos en Pueblo de Dios a la luz del ‘sensus fidei fidelium’

