John Henry Newman nació el 21 de febrero de 1801 en Londres, en el seno de una familia anglicana de clase media. Su padre era banquero y pasó su infancia en un entorno cómodo y culto. Desde muy joven, mostró inclinación por el estudio y la reflexión religiosa, hasta tal punto que ya en la adolescencia atravesó una profunda crisis espiritual, influido por la lectura de la Biblia y de autores cristianos.
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En 1817, con solo 16 años, fue admitido en el prestigioso Trinity College de Oxford, donde destacó por su inteligencia y su compromiso académico. Sin embargo, sus inicios universitarios no estuvieron exentos de dificultades: debido a cierta fragilidad física y a los problemas económicos de su familia, no consiguió los reconocimientos académicos que esperaba.
A pesar de ello, su pasión por el estudio de la teología y la filosofía no decayó y, en 1822, fue elegido miembro del consejo académico del prestigioso Oriel College, también en Oxford. Este fue un momento crucial para su carrera, ya que entró en contacto con algunas de las mentes más brillantes de la Iglesia anglicana de la época.
“Ninguno de mis amigos tenía lo que se suele llamar opiniones sobre la religión (…). Esta es la condición de muchos hombres durante toda su vida; y se convierten en políticos o eclesiásticos miserables, a menos que tengan la suerte de estar en buenas manos, gobernados por otros, o de adherirse a una línea. De lo contrario, están a merced del viento y las olas; y, sin ser radicales, beatos, conservadores o tradicionalistas, de alta o baja iglesia, realizan acciones beatas, acciones ‘tories’, acciones católicas y acciones heréticas, según les conviene o según les guían las facciones” (‘Loss and Gain’, 1).
Predicador carismático
En 1825, fue ordenado sacerdote anglicano y comenzó su ministerio como vicario en la iglesia de San Clemente en Oxford. Poco después, en 1828, se convirtió en vicario de la iglesia de Santa María, la capilla de la universidad, donde sus sermones comenzaron a atraer a un número cada vez mayor de fieles y estudiantes. Su elocuencia, unida a una profunda espiritualidad, lo convertían en un predicador carismático y muy respetado.
En los años siguientes, Newman se convirtió en una de las figuras centrales del llamado Movimiento de Oxford, una iniciativa dentro de la Iglesia anglicana destinada a redescubrir sus raíces católicas y contrarrestar la creciente influencia del liberalismo teológico. Este movimiento, nacido a principios de la década de 1830, se proponía reivindicar el carácter apostólico y sacramental de la Iglesia de Inglaterra, oponiéndose a una visión más racionalista y secularizada del cristianismo. Newman fue uno de los principales impulsores del movimiento, publicando una serie de ‘Tracts for the Times’ (Folletos para los tiempos), en los que defendía la necesidad de volver a las tradiciones patrísticas y a la doctrina católica.
“(…) Durante las largas vacaciones de 1828, decidí leer a los Padres en orden cronológico, comenzando por san Ignacio y san Justino (…). No sé cuándo empecé a pensar que la antigüedad era la verdadera exponente de las doctrinas del cristianismo y la base de nuestra Iglesia de Inglaterra (…). Lo que más me atrajo del período preniceno fue la gran Iglesia de Alejandría, el centro histórico de la educación de aquellos tiempos” (‘Apología “pro vita sua”’).
Ingreso en la Iglesia católica
Sin embargo, durante la década siguiente, Newman comenzó a cuestionarse cada vez más la legitimidad de la posición anglicana. Al estudiar la historia del cristianismo y a los Padres de la Iglesia, se convenció gradualmente de que la Iglesia católica romana era la verdadera heredera de la tradición apostólica. Esta reflexión le llevó, en 1845, a dar un paso radical: el 9 de octubre de ese año fue acogido en la Iglesia católica, recibiendo el bautismo de manos del padre Domenico Barberi, un pasionista italiano. Su conversión causó un gran revuelo en la sociedad inglesa de la época, sobre todo porque Newman era una de las figuras más autorizadas de la intelectualidad anglicana.
Tras su conversión, Newman se trasladó a Roma para estudiar teología y, en 1847, fue ordenado sacerdote católico. Allí entró en contacto con la Congregación del Oratorio, fundada por san Felipe Neri en el siglo XVI, y decidió introducir esta comunidad religiosa en Inglaterra. De vuelta a su país, fundó el Oratorio de Birmingham, que se convirtió en el centro de su actividad pastoral e intelectual.
En los años siguientes, Newman tuvo que enfrentarse a muchas dificultades. Su conversión le había aislado de gran parte del mundo académico y religioso anglicano, y tampoco dentro de la Iglesia católica fue siempre bien comprendido. De hecho, sus ideas solían considerarse demasiado independientes y difíciles de encajar en los esquemas tradicionales. En 1851, fue llamado para dirigir la Universidad Católica de Irlanda (hoy University College de Dublín), pero la experiencia resultó frustrante y de corta duración.
Autobiografía espiritual
A pesar de estas dificultades, Newman siguió escribiendo y reflexionando sobre cuestiones religiosas. En 1864, publicó la famosa ‘Apología “pro vita sua”’, una autobiografía espiritual en la que defendía su camino de fe y respondía a las acusaciones de falta de sinceridad que le había lanzado el novelista y polemista anglicano Charles Kingsley. Esta obra marcó un punto de inflexión en la percepción pública de Newman: a partir de ese momento, incluso muchos de sus críticos comenzaron a reconocer la profundidad y la sinceridad de su búsqueda religiosa.
“Desde el momento en que me convertí al catolicismo, obviamente ya no tengo una historia que contar sobre mis creencias religiosas. Esto no significa que mi mente haya permanecido inactiva o que haya dejado de reflexionar sobre temas teológicos, pero no tengo cambios que informar y no he sufrido ningún tipo de ansiedad en mi corazón. Me he encontrado en completa paz y satisfacción; nunca he tenido ninguna duda. Cuando me convertí, no fui consciente de ningún cambio, moral o intelectual, producido en mi mente. No era consciente de una fe más firme en las verdades fundamentales de la Revelación, ni de un mayor autocontrol; me faltaba un mayor fervor; pero fue como llegar a puerto después de un maremoto, y mi felicidad en este sentido permanece, hasta hoy, ininterrumpida” (‘Apología “pro vita sua”’).
Doctrina en desarrollo
Otra contribución fundamental al pensamiento teológico fue su obra ‘An Essay on the Development of Christian Doctrine’ (1845), en la que sostenía que la doctrina cristiana no era inmutable, sino que se desarrollaba con el tiempo, aunque permaneciendo fiel a los principios fundamentales del Evangelio. Esta idea resultó profética e influyó profundamente en el debate teológico del siglo XX, especialmente en relación con el Concilio Vaticano II.
En 1879, ya anciano, Newman recibió un gran reconocimiento por parte de la Iglesia: el papa León XIII le nombró cardenal, señal de una plena rehabilitación y reconocimiento de su grandeza intelectual y espiritual. A pesar de su avanzada edad, siguió escribiendo y ocupándose de la comunidad del Oratorio de Birmingham, donde vivió hasta su muerte, acaecida el 11 de agosto de 1890.
En 2010, Newman fue beatificado por el papa Benedicto XVI durante una histórica visita a Inglaterra y, el 13 de octubre de 2019, fue canonizado por el papa Francisco. Ahora, el papa León XIV, al concluirse el correspondiente proceso ‘super Ecclesiae Doctoratu’ comenzado en el pontificado del papa Francisco, ha anunciado la concesión del título de doctor de la Iglesia. ¿A qué responde? (…)
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Índice del Pliego
Orígenes familiares y primeros estudios
Sacerdote anglicano
Conversión al catolicismo
Dificultades e incomprensión
Cardenal, beato y santo
Teología y desarrollo de la doctrina
La relación fe-razón
El papel de la conciencia
Visión de la Iglesia
