Pliego
Portadilla del Pliego nº 3.213
Nº 3.213

Cuaresma y los “males de la lengua”

Me llama poderosamente la atención que el papa Francisco retorne e insista –a veces con vehemencia– en denunciar con frecuencia, en la Iglesia y en la sociedad, lo que llamo “los males de la lengua”, es decir, la maledicencia contra el otro, contra las instituciones y sectores sociales; las habladurías, el cotilleo, la calumnia, el poco o nulo respeto a la verdad, el insulto, el desprestigio del otro, la tergiversación de lo que el otro dice, etc.



Podríamos alargar todavía más la lista de “estos males”. Basta recorrer las homilías de Francisco en Santa Marta o sus discursos en la Curia vaticana, en encuentros con eclesiásticos (obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas) durante sus viajes, audiencias, etc.

El recurso frecuente y constante del hablar mal de los demás, que los humanos lo tenemos casi como rutina, y el daño que provoca el chismorreo o “mal decir” es una verdadera plaga, en el decir del papa Francisco. Ya la recomendación bíblica, tan repetida, de “preserva tu lengua del mal, tus labios de la mentira” (Sal 34, 14) nos puede poner en guarda.

Pandemia mundial

¡Curioso! Con la misma lengua con la que alabamos a Dios y a Él nos dirigimos en la oración, lo deshonramos después, hablando mal del prójimo, es decir, de Dios mismo, ya que nos creó a su semejanza. Esta “pandemia” es mundial y común, incluso en personas consideradas piadosas y devotas. La crítica devastadora, la murmuración, la intriga de quien todo recela o sospecha es denunciada por la Sagrada Escritura como gran pecado, después de la idolatría.

Un adolescente me consultó hace tiempo sobre lo que le había dicho el confesor, quien, después de su acusación de faltas, le preguntó: “¿Qué pecado crees que es el más abominable y grande?”. El muchacho respondió que la murmuración; pero el confesor esperaba otro, el de la lujuria, según el muchacho captó después por las consideraciones que le hizo a continuación. Le respondí que, en este caso, la razón la tenía él y no el confesor.

La lengua –dice la carta de Santiago– es un miembro pequeño que viene a ser causa de grandes consecuencias o una llama que incendia bosques inmensos (cfr. Sant 3, 2-12). Cometemos muchas más maldades con la lengua que con otras partes del cuerpo y de la mente. Y su maldad no está solo en pronunciar injurias, bulos y chismorreos, sino en ser portadores de dimes y diretes, inclinados como estamos los humanos a ser vencidos por la curiosidad malsana de oír chismes y morbosidades.

Maldades y bendiciones

En la Cuaresma se insiste, una y otra vez, en la necesidad de conversión: olvidar el pecado y el mal, vencerlos, y mirar al Evangelio, a Jesús, y llevarlo a la vida. El asunto del uso que hacemos de la lengua, del hablar, es sin duda uno de los grandes temas de conversión. La lengua no solo comete maldades, también pronuncia bendiciones. Tratándose de conversión, lo segundo es su objetivo soñado y querido para poner la lengua, nuestras palabras, en sintonía con la Palabra evangélica de Jesús.

En estas reflexiones, trataré de ilustrar el camino cuaresmal de conversión de la lengua con enseñanzas tomadas de la Sagrada Escritura, básicamente del libro de los Salmos y unos pocos más pasajes sueltos. Ciertamente, son muchas más las alusiones bíblicas a los males de la lengua, muy numerosas también en los libros sapienciales; pero, lógicamente, es vana la pretensión de ser exhaustivos y, ya de entrada, la desestimo.

Con las alusiones en los salmos y cánticos nos encontramos diariamente en el rezo de la Liturgia de las Horas. La oración es fuente privilegiada de discernimiento desde antiguo, como queda reflejado en el proverbio ‘Lex orandi, lex credendi’ (La ley de la oración es ley de la fe). La denuncia, descalificación y repulsa, tan frecuentes en los salmos de los males de la murmuración como la falsedad y la mentira, la intriga, la trampa puesta al justo, la conspiración, etc., son llamados el gran pecado, después de la idolatría.

Oración pura y sincera

Pero también la Escritura abunda en alabanzas al justo y sabio, que emplea su lengua para alabar a Dios y agradecer sus dones; para formularle una oración pura y sincera; para bendecir, alegrar y consolar al hermano, para proponer ideas y planes que construyen paz y justicia, honradez.

Después de la exposición bíblica, seguirá de forma mucho más breve una referencia a algunas de las enseñanzas del papa Francisco sobre el tema. Son numerosas –y diría que constantes– en sus exhortaciones a todos los públicos, con denuncias severas y tajantes al chismorreo, tanto en la Iglesia como en la sociedad. Será, pues, obligada la selección, pero –espero– sin cercenar para nada el pensamiento de Francisco. (…)

Para un ejercicio espiritual de conversión, que puede hacerse individualmente o en grupo: ir leyendo pausadamente –y no muchas personas– las citas bíblicas literales y tratar de mirarse en ellas como en un espejo, preguntándose: ¿en qué me afianzan lo que soy? ¿En qué me desautorizan? Llegar a conclusiones prácticas y realizables en la vida personal y grupal.

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Índice del Pliego

LA ATENCIÓN QUE LA ESCRITURA PRESTA AL USO DE LA LENGUA, EN LO BUENO Y EN LO MALO

  • El uso de la lengua que Dios quiere
  • Pautas de conducta honrada en el decir, tanto en la prueba como en la prosperidad
  • Frutos del buen uso de la lengua
  • Frutos que son objeto de petición y de buenos propósitos
  • Propósitos
  • El mal uso de la lengua: una lengua maliciosa y dañina
  • Consecuencias del hablar mal
  • Hablar de una manera y pensar y obrar lo contrario
  • La justa corrección de la mala lengua
  • Rechazo total del mal hablar por parte de Dios y del justo maltratado

ADVERTENCIAS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LOS MALES DE LA LENGUA

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