Editorial

Religión: una asignatura para vivir

Compartir

Con la publicación en el Boletín Oficial del Estado, el Gobierno da su visto bueno sin matices al currículo que vertebrará la asignatura de Religión en todas las etapas escolares para los próximos años y así adaptarse a la reforma educativa marcada con la Lomloe. Sin embargo, el proyecto pilotado desde la Conferencia Episcopal va mucho más allá de cumplir con las exigencias de la conocida como Ley Celaá, puesto que se ha acometido una reforma integral para adaptarse a la realidad de los niños y los jóvenes que cursen la materia.



El nuevo mapa de aprendizajes esenciales que conforman la materia confesional consigue abordar los conocimientos teológicos fundamentales como un saber aterrizado al contexto actual, tanto social como eclesial, y alejado de cualquier referencia abstracta que pueda generar indiferencia o rechazo en el educando.

O lo que es lo mismo, se ahonda sin equívocos en la doctrina y moral católicas; eso sí, buscando la manera de vincular y correlacionar los principios evangélicos con valores que les permitan desenvolverse en el entorno, identificando a Jesús de Nazaret como núcleo esencial del cristianismo, pero también como referente a la hora de generar en lo cotidiano espacios de encuentro, respeto, solidaridad e inclusión dentro y fuera del aula. De la misma manera, la asignatura también se adentra, por ejemplo, en el credo, buceando en su significado y poniéndolo en diálogo con otras áreas del conocimiento y con otras religiones.

Los contenidos se empapan además de los ejes fundamentales que vertebran el pontificado de Francisco, invitando a los alumnos a que acrecienten su compromiso con los pobres, su implicación en la transformación del mundo, el cuidado de la casa común, la amistad social…

Razonabilidad de la fe

Esta visión cristiana de la vida que aporta la reformada asignatura de Religión únicamente ha encontrado resistencias en quienes no quisieron formar parte del profético sinodal previo, que contó con toda la comunidad educativa para su elaboración. Es decir, han aflorado las suspicacias de quienes cuestionan por decreto cualquier reforma, sea educativa o pastoral.

Lamentablemente, la reducción a la mínima expresión de la carga lectiva por parte del Gobierno, que ha sido secundada por la mayoría de las autonomías, supone una merma en la calidad del sistema educativo, sobre todo teniendo en cuenta que el renovado currículo contribuye de forma determinante, no solo a la razonabilidad de la fe, sino a contribuir a la madurez de unos niños y jóvenes desde el conocimiento y los valores que aporta el hecho religioso, fundamentales para desenmarañar y reconstruir el complejo mundo de hoy.

Lea más: