Editorial

Los católicos ante el voto mesiánico

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La estancia de Pedro Sánchez en Moncloa ha tocado a su fin. Ocho meses de Gobierno en el que la minoría parlamentaria del PSOE le ha impedido sacar adelante sus leyes estrella, pero que busca agotar el tiempo de descuento para rematar, al menos, el que fuera su primer gran compromiso: la exhumación de Franco de la basílica del Valle de los Caídos. Propuestas que ahora emergen a modo de programa electoral, al menos en lo que a la agenda religiosa se refiere: reforma educativa, limitación a la concertada, el IBI, las inmatriculaciones, los Acuerdos Iglesia-Estado, la eutanasia…

El 28 de abril, España celebrará elecciones generales, la tercera vez en cuatro años, reflejo de la inestabilidad política del país tras el fin del bipartidismo, el auge de los populismos de diferente signo y la amenaza de un nacionalismo sin límites. Sin caer en la tentación de pensar que en el voto del católico va su alma, los próximos comicios exigirán al católico un ejercicio, si cabe, mayor de discernimiento, sensatez y estrategia para desmarcarse de toda propaganda mesiánica y oportunista. Y ahí, el Evangelio de Jesús vuelve a ser el mejor termómetro para desenmascarar a los falsos profetas de las urnas.