Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

¿Tienes la vista cansada?


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Una de las pruebas más evidentes de que los años no perdonan y de que se me empiezan a acumular en el DNI es que, en algunos momentos, especialmente cuando es temprano, tengo que levantarme las gafas para leer algún texto demasiado pequeño. Como se trata de una cosa que me sucede de manera muy puntual y casi anecdótica no lo he consultado, pero me temo que se trata de los primeros indicios de presbicia. No deja de resultar curioso cómo el mismo problema visual adquiere formas distintas según quién los sufra. Aquello que a unos les acorta los brazos tanto como para tener que estirarlos todo lo que dan para alejar suficientemente los papeles que requieren ser descifrados, en su versión miope necesita retirarse las gafas que hasta ese momento eran ayuda y no dificultad.



Al hilo de esta nueva experiencia para mí, me da por pensar que quizá, en esto de contemplar la vida, las circunstancias y las personas que nos rodean, también es muy probable que la ‘vista cansada’ adquiera expresiones diversas según quiénes sean los que la sufren, el momento que estén atravesando y las dificultades de visión que se traiga de fábrica. Hay cansancios que se solucionan tomando distancia, alejándose de aquello que sucede para poder mirarlo desde otra perspectiva, de modo que ese “cansancio” de la mirada no nos impida reconocer los perfiles de la realidad. Este tomar distancia es muy sano, siempre que la longitud de nuestros brazos sea la suficiente para ver bien y no tengamos que “despegarnos” tanto de lo que nos cuesta observa que lo percibamos como algo ajeno a nosotros mismos.

Vistas cansadas

Quizá también haya ‘vistas cansadas’ que se superan relativizando aquello que, hasta ese momento, había podido ser una herramienta para ver bien. Las ‘gafas’, que en otras ocasiones han servido para contemplar la realidad en todo su esplendor, en una situación determinada pueden perder su condición de mediaciones y transformarse en un obstáculo que, paradójicamente, nos impida la finalidad para la que estaban diseñadas. Así, dejarse afectar por la existencia puede llevarnos a cuestionar ideas que nos parecían inamovibles, prácticas que nos habían ayudado e incluso la opinión de quienes, en su momento, pudieron ser un referente.

Gafas

Está claro que mis inicios de presbicia no requieren que les preste demasiada atención, al menos todavía, pero siempre viene bien aprovechar la excusa para preguntarnos cómo abordamos esas dificultades de mirada que desbordan los problemas oculares y que nos recuerdan la fuerza de ese dicho de Jesús: “Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mt 6,23).