Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Ser pa’loma…


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Hace unos días atrás, en un día semilibre de trabajo, tenía dispuesto en mi cabeza aprovechar al máximo los minutos disponibles para hacer todos los trámites que nunca puedo hacer. Por supuesto, sobregiré las expectativas de tiempo y salí de mi casa mucho más tarde de toda mi planificación. Ya de camino a la oficina, y con la lista de pendientes casi intacta, mi tendencia natural –casi de inercia– fue empezar a repasar todo lo que faltaba y empezar a buscar soluciones.



Sin embargo, una primera luz roja de un semáforo me ayudó a desconectar un rato “a la loca de la casa” y me dije –o me dijeron de arriba–: “Observa a tu alrededor; vive el presente, toma conciencia de estar viva mirando cada detalle que pases”. Saqué el pie de acelerador y comencé a poner mi atención e intención en los grafitis de la calle, en los árboles que empezaban a pintarse de rojos y amarillos; me esforcé en ver el camino, los resaltes para disminuir la velocidad, las personas…

Una calva amiga

En eso iba, tratando de silenciar mi mente, cuando mis ojos se detuvieron en una cabeza calva muy singular que caminaba por la vereda. Me llamó la atención. Era una “pelada” que me era familiar. Al acercarme más, pude constatar efectivamente que era un señor a quien yo conocía, ya que era el papá de una amiga muy querida. En menos de dos milésimas de segundo, recordé también que él estaba con un alzheimer bastante avanzado y que no debía andar caminando solo por la carretera. Estacioné el auto a pocos metros, apenas el tráfico me lo permitió, pero no podía oírme. Mi susto aumentaba con el temor de que lo atropellaran; estaba a pocos metros de un cruce peligroso… En ese mismo instante, y con bastante angustia en el cuerpo, veo que se acercan otros dos amigos caminando hacia el señor. Justo a tiempo, alcancé a gritarles que lo alcanzaran y lo detuvieran antes de cruzar.

En no pocos minutos, entre los tres, logramos convencer al señor de volver a casa y la experiencia tuvo un final feliz. Nada me importó más que eso. Sin embargo, llegué más tarde a todo, la lista de pendientes aumentó, pero quedé realmente con el corazón tocado, maravillado de las diosidencias. Conversando luego con mi amiga, me comentaba lo agradecida que estaba, ya que su papá podría haberse perdido por días, haber sido atropellado o quien sabe qué.

Misiones secretas

En esos momentos, mi única respuesta fue. “Oye, no hay nada que agradecer; solo fui pa’loma”. “¡¿Qué?!”, me dijo ella. “Sí, solo estuve “pa’los mandados “. Seguramente, muchas veces Dios nos encomienda misiones secretas –al menos para nosotros–, como acompañar a alguien, dar el consejo preciso, abrazar a quien lo necesite… Sin embargo, en esta ocasión, me sentí absolutamente y gratamente utilizada por Dios para ayudar a este señor. Qué hubiese pasado si yo hubiera terminado mis trámites antes, si hubiera ido con la cabeza en otros lados, si la cabeza calva no la hubiera visto, si no se hubieran cruzado mis otros amigos, si el semáforo hubiese estado en verde, si.. si… Todo calzó como piezas de un puzle. Nos pusieron a todos en el mismo lugar, con planes y objetivos específicos.

A dónde voy con todo esto… Cada día tiene miles de planes y cruces con personas y circunstancias únicas e irrepetibles; en cada momento podemos ser “pa’lomas” para ayudar a otros. El problema es que, al no hacerlo conscientes, las palomas podemos pasar de largo, no actuar cuando debíamos y dejar de ayudar a alguien que esperaba nuestro apoyo. Quizás ahí le íbamos a salvar la vida o ella a nosotros; a cambiársela o a darle sentido al día de ambos.

Pistas para ejercer nuestra vocación

Con todo esto, hay algunas pistas que nos pueden ayudar a ejercer nuestra vocación de “pa’lomas”:

  • Nunca lamentarse de dónde estamos ni en la hora en que estamos: es nuestra parte del guión. Son los parlamentos que hay que decir. Desde ahí, nunca más alegar en un atasco, o en la fila de un banco, o cuando se nos pincha un neumático, o un desmayo inesperado… Son las instrucciones que hay que estar atentos a oír para ser una buena “pa’loma”.
  • Poner mute a la mente: ninguna “paloma” podrá hacer su trabajo si tiene la cabeza volando por otros escenarios. Hay que vivir conscientes, del aquí y del ahora. Si es necesario callarla con algunas técnicas, mejor: ir mirando, ir escuchando, ir sintiendo con los sentidos del alma bien afinados.
  • Estar atentos a los mandados: si estamos centrados en nosotros mismos, nuestros problemas, dolores y preocupaciones, difícilmente podremos percatarnos de que nos necesitan en escena. De ahí la importancia de conectarse de verdad con el otro que tengo al frente.
  • Sorprenderse: mientras más atentos estemos y más actuemos para “los mandados” de Dios, nos empezamos a sorprender de las diosidencias más chicas y más lindas. La vida toma otro ritmo, se hace casi mágica, encantadora…
  • Dar gracias: siempre será un privilegio el estar de “pa’loma” de Dios; por eso también es necesario darle gracias permanentemente y renovar nuestro contrato con Él en forma diaria.

Los invito a ser “pa’lomas”; es uno de los vuelos más lindos que he vivido en el último tiempo, sobre todo en la pandemia.

Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo