¿Sabemos cómo fue el nacimiento de Jesús?


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No, no sabemos cómo fue el nacimiento de Jesús. Por eso algunos evangelios apócrifos se dedicaron con fruición a contarlo. Es lo que vemos, por ejemplo, en el ‘Evangelio del Pseudo-Mateo’, un texto de comienzos del siglo VII:

“Y José había ido a buscar comadronas. Mas, cuando estuvo de vuelta en la gruta, María ya había parido a su hijo. Y José le dijo: ‘Te he traído dos comadronas, Zelomí y Salomé, mas no osan entrar en la gruta a causa de esta luz demasiado viva’. Y María, oyéndolo, sonrió. Pero José le dijo: ‘No sonrías, antes sé prudente, por si tienes necesidad de algún remedio’. Entonces hizo entrar a una de ellas.



Y Zelomí, habiendo entrado, dijo a María: ‘Permíteme que te toque. Y, habiéndolo permitido María, la comadrona dio un gran grito y dijo: ‘Señor, Señor, ten piedad de mí. He aquí lo que yo nunca he oído ni supuesto, pues sus pechos están llenos de leche y ha parido un niño, y continúa virgen. El nacimiento no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre, y el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido, virgen ha parido y virgen permanece’.

Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé, dijo: ‘Yo no puedo creer eso que oigo si no me aseguro por mí misma’. Y Salomé, entrando, dijo a María: ‘Permíteme tocarte y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomí es verdad’. Y, como María le diese permiso, Salomé adelantó la mano. Y, al tocarla, súbitamente su mano se secó, y de dolor se puso a llorar amargamente, y a desesperarse, y a gritar: ‘Señor, tú sabes que siempre te he temido, que he atendido a los pobres sin pedir nada a cambio, que nada he admitido de la viuda o del huérfano, y que nunca he despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he aquí que hoy me veo desgraciada por mi incredulidad y por dudar de tu virgen’.

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Y, hablando ella así, un joven de gran belleza apareció a su lado y le dijo: ‘Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano y él te curará, porque es el Salvador del mundo y de cuantos esperan en él’. Y tan pronto como ella se acercó al niño, y lo adoró, y tocó los lienzos en que estaba envuelto, su mano fue curada. Y, saliendo fuera, se puso a proclamar a grandes voces los prodigios que había visto y experimentado y cómo había sido curada, y muchos creyeron en sus palabras” (Evangelio del Pseudo-Mateo XIII,3-5).

“Tocar” para creer

El final del discurso de Zelomí, además de subrayar el carácter milagroso del parto ‒sin efusión de sangre y sin dolor‒, se hace eco de lo decidido en varios concilios: en el segundo Concilio de Constantinopla (año 553) se definió a María como Aeiparthenos, la “siempre Virgen”, y en el Sínodo de Letrán del 649 se enfatizó la virginidad perpetua “antes, durante y después” del parto. En cuanto a la escena de Salomé, está influida claramente por la de Tomás en Jn 20,19-29: si uno duda de la resurrección, la otra, de la virginidad, y ambos necesitan “tocar” para creer.

En realidad, no hacen falta los detalles: basta con saber que, con Jesús, Dios entra a formar parte de nuestra historia.