Remeros


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Me reúno con cien representantes del laicado de la diócesis. Les presento la pedagogía de Jesús, en el camino de Emaús, para volver a la casa común, a la comunidad, a la Iglesia. Fue un deseo del corazón encontrarme con todos ellos.



Llevamos años y años hablando de ellos y de su papel en la comunidad y en el mundo. Pero eso, simplemente, hablando de ellos. Es verdad que, sobre todo, en las reuniones de sacerdotes, se sigue pensando que no hemos dado con la clave para que sean protagonistas (son mayoría) en la vida de la Iglesia.

Ellos lo achacan a muchas causas: a la poca formación que les ofrecemos (otra vez nosotros), a las pocas ofertas de grupos, movimientos, asociaciones en la vida parroquial, al casi nulo acompañamiento, a catequesis con un alto déficit para no llegar a nada, a la poca escucha y atención, a que nuestros lenguajes están agotados, a que nuestras miradas son siempre hacia adentro, a que hemos perdido empatía, a que a todos nos falta ese impulso evangelizador para dar la esperanza de Cristo al mundo.

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También es verdad que no todo es clericalismo, que lo hay, sino que entre ellos también surgen enfrentamientos, distinciones, sospechas, desconfianzas, manteniéndonos siempre en una dialéctica de la oposición y el enfrentamiento, en lugar de crear caminos de comunión con la escucha, el diálogo, el acompañamiento, la vuelta a la Palabra, a la Eucaristía y a la Misión.

Visibilidad de la Iglesia

Hace tiempo escribí que ellos son los que tienen que hacerse con la visibilidad de la Iglesia, y no pensemos solo en obispos, curas o consagrados. Ellos son los catequistas (los que se hacen eco de su fe); ellos forman parte de Cáritas y Manos Unidas (que prestigian la labor social de la Iglesia); ellos se preocupan de la dignificación de nuestras liturgias (algunos de ellos en tareas invisibles); ellos llevan la economía de nuestras parroquias y de muchas de nuestras diócesis; ellos son maestros y profesores competentes, tanto en la enseñanza pública como en la concertada; ellos son testigos de un trabajo digno en cualquier empresa privada o pública; ellos custodian y mantienen la religiosidad popular y sus manifestaciones; ellos son científicos o trabajadores del campo; algunos permanecen como fermento oculto en la masa; ellos son la familia… quienes han puesto las manos en el remo, para que la barca, donde Cristo a veces parece que duerme, no pierda el impulso que la proyecte mar adentro. ¡Ánimo y adelante!

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