Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Redes protectoras vs. redes que atrapan


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No sé cuál es el motivo, pero el mes de enero se me hace especialmente largo. Este año, además, ha venido aderezado por unos días de confinamiento por haber dado positivo en Covid-19. Hasta ahora había ido esquivando el virus, pero me temo que es una experiencia que, antes o después, todos vamos a pasar. Si es como lo he vivido yo, con apenas síntomas y sintiéndome bastante bien, solo tiene el inconveniente de tener que cambiar las rutinas y estar en casa más tiempo del habitual. Los diez días que ha durado mi cuarentena me han permitido muchas cosas, entre ellas descubrir el motivo por el que uno de mis vecinos tiene una misteriosa red que cubre toda la terraza. Me había llamado la atención que se privara de un modo tan poco estético del placer de asomarse al balcón, pero hasta el otro día no comprendí el motivo: tiene un gato al que le gusta pasearse por la barandilla.



Protegido y cazado en la misma malla

La imagen resulta curiosa porque, si bien está clara la intención de proteger al felino y evitar que se precipite al vacío desde un sexto piso, da cierta sensación de agobio, porque él mismo parece haber caído en una trampa. No puedo evitar recordar ese salmo que se recita en la oración de Completas y que dice: “Él me librará de la red del cazador, de la peste funesta, te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás” (Sal 91,3-4). Protegido y cazado en la misma malla. Y me da por pensar que a veces también nosotros podemos tener una sensación parecida y nos creemos atrapados cuando, en realidad, estamos siendo cuidados o, al revés, nos consideramos seguros cuando, en verdad, nos estamos enredando en asfixiantes marañas.

gato

Nunca es mal momento para volver la mirada a esas realidades que nos parecen protectoras, que nos devuelven cierta sensación de seguridad y que, en realidad, nos enredan y no nos permiten experimentar el propio desamparo ni presentarnos frágiles y vulnerables ante los demás. Del mismo modo, también puede ser una buena ocasión para descubrir cómo somos cuidados por los otros y por el Otro en medio de circunstancias que nos desconciertan o que interpretamos como secuestradoras de la libertad para abalanzarnos hacia un atractivo abismo. Que el Señor nos regale distinguir las redes protectoras de aquellas que nos atrapan, para que podamos caminar por el filo de la vida con la seguridad del gato de mi vecino.