Recortables de papel


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Cada vez me cuesta más escuchar un discurso político o un debate sobre cualquier tema de actualidad, y mira que lo intento. En realidad, creo que lo que hoy sufrimos son verdaderas proclamas estándar, charlatanerías febriles y, algunas veces, una educada ignorancia, que sobrevuelan de lejos sobre cualquier regla de la oratoria.



¡Me parecen vacíos y sin sentido! Vacíos, porque ya no aceptamos entre todos unos cimientos sobre los que construir juntos. Sin sentido, por la volatilidad de la palabra dada: donde dije “digo”, digo “Diego”. Lo peor es ver sus caras de satisfacción como si nos hubieran convencido.

De niño me gustaba hacer casitas de papel. Cuando no podía comprar los recortables, que tanto me fascinaban, los hacía con hojas de periódico, y las casitas quedaban inundadas de palabras exteriores, pero inhabitables, huecas por dentro. Evidentemente, no había color con las que compraba en el quiosco.

Manualidades casas de papel periódico

A veces, cuando escucho a algunos políticos y a sus comparsas tertulianas, pienso en mis elementales y endebles casitas de papel de periódico, con sus ventanas abiertas al vacío interior, revestidas de letras sin orden y concierto, amontonando frases recortadas y pegadas unas sobre otras, con cola de harina. Hablan, construyen frases maravillosas, dominan el resorte o el mecanismo de presentar lo aprendido como una hermosa novedad o un paraíso necesario que casi alcanzamos ya con nuestros dedos.

Magos de la palabra

Son magos de la palabra, porque les va la vida y la comida en ello. Pero no descubro cultura, contenido histórico, razonamiento filosófico, discurso evocador… y sí mucha técnica de parlador de feria. El discurso, en cambio, define el tema con claridad, se presenta desde diferentes perspectivas, con una argumentación razonable, mantiene una coherencia mínima, añade datos de verificación, se expresa de manera correcta y busca una justicia imparcial.

Nos están acostumbrando a debates competitivos, que solo quieren conseguir la victoria frente al oponente con verborreas falaces, ataques personales y esparajismos acompañados de una locuacidad incontenible.

¿Dónde se ha quedado la realidad práctica? A problemas reales certificados, soluciones reales verificadas. ¿Dónde el principio de intercambio de roles? ¿Dónde está la justificación histórica y social? ¿Dónde la moral que avala las palabras y los hechos? ¿Cuándo podrán defender sus tesis partiendo de las premisas o las conclusiones del contrario? ¿Cuándo la cooperación con el interlocutor para llegar a un consenso? En fin, pero esto es alta política y no meros recortables.

¡Ánimo y adelante!

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