¿Qué nos dice la luna?


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Confieso que fue el pasado lunes por la noche cuando me enteré de que un asteroide llamado 2024 YR4 podría impactar con la Luna (antes se pensaba que podría hacerlo con la Tierra). Pero los astrónomos descartan que ese pedazo de roca de unos 60 metros de diámetro pudiera causar daños irreparables. O sea, que, pase lo que pase, no nos vamos a quedar sin Luna (al menos por el momento).



En la Escritura, la luna es importante. En primer lugar, porque en gran parte es la que marca el calendario. De hecho, el término “mes” (‘hodes’) es, en realidad, “luna nueva”. Para “luna llena”, sin embargo, se emplea el término ‘lebanah’, más poético, ya que remite etimológicamente a la “blancura” del satélite (relacionado con esto también tenemos el término ‘lebanon’, “Líbano”, en referencia a la blancura de la nieve de las montañas del Líbano).

El término más común para “luna” es ‘yareah’, que algunos emparentan con “Jericó” (‘yerijó’), que “traducirían” precisamente como “ciudad de la [diosa] Luna” (aunque se trata de una etimología dudosa). Lo cierto es que ese término ‘yareah’ sin duda tiene relación con una divinidad amorrea masculina llamada Yarih, que representaba a la luna y a la que se ofrecían oblaciones en la luna nueva.

Vista de la luna, Gibosa Creciente, al 54%

Los semitas y babilonios también adoraban a la luna. De hecho, ese dios lunar –también masculino– se llamaba Sin, que era una divinidad importante en dos lugares fundamentales en los ciclos de Abrahán y de Jacob: las ciudades de Ur y Harán. Es probable que ese nombre tenga alguna relación con el hebreo ‘shanah’, “cambiar, ser diferente” (incluso también significa “año”), que es exactamente lo que hace la luna y lo que permite “medir” el tiempo (calendario).

“Solo Dios es Dios”

Por eso ha llamado la atención que en el primer relato de la creación (Gn 1), cuando se habla de la creación del sol, la luna y las estrellas, justamente se oculten los nombres de los grandes astros y se sustituyan con sendos eufemismos: la “lumbrera mayor” y la “lumbrera menor”, subrayando así su función, que es la de regir el tiempo, es decir, constituir el calendario. Muy probablemente, lo que es escritor sagrado estaría haciendo es evitar los nombres de “sol” y “luna” para alejar a esas realidades del mundo divino; algo así como decir que “solo Dios es Dios” y ninguna otra realidad.

Cuando levantemos los ojos al cielo nocturno y veamos la luna –si es que tenemos la suerte de poder hacerlo–, pensemos que su luz no es propia, sino que le viene del sol. Un dato más para asombrarnos, como el salmista: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para mirar por él?” (Sal 8,4-5).