Durante años, la imagen del Sagrado Corazón estuvo en muchos hogares: en el comedor, sobre la puerta o en un rincón con flores. Algunos la veían como una tradición, otros como una promesa de protección. Pero ¿qué dice hoy ese Corazón abierto, traspasado y ardiente a un mundo que ha cambiado tanto?
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Tal vez hemos reducido la devoción a una estampa, a una frase piadosa o a un mes del calendario. Pero si uno se detiene, si contempla con calma, descubre que el Corazón de Jesús sigue latiendo fuerte. Y que su mensaje tiene una fuerza urgente para nuestro tiempo.
Aquí propongo cinco miradas posibles. Cinco caminos donde ese Corazón puede seguir hablándonos:
- En tiempos de ansiedad: un Corazón que abraza nuestra vulnerabilidad.
Vivimos agobiados por noticias duras, ritmos imposibles, exigencias internas. Y en medio de eso, un Corazón que no rechaza lo herido y que no pide perfección. Que se deja traspasar para recordarnos que la ternura es más fuerte que la autoexigencia. Este Corazón no impone: consuela. No castiga: sostiene. No exige: acompaña. Es medicina para quienes ya no pueden más.
- En tiempos de violencia: un Corazón que no se cierra.
Cuando la realidad se llena de muros, de discursos que excluyen, de rencores heredados, este Corazón arde con una compasión que no segmenta ni discrimina. No pregunta primero quién eres: te mira y se conmueve. Es un antídoto contra la indiferencia y una escuela de compasión activa.
- En tiempos de individualismo: un Corazón que enseña a cuidar.
El Corazón de Jesús no late solo: late con otros. Es símbolo de comunión, no de soledad autosuficiente. Hoy que todo empuja a ‘salvarse solo’, ese Corazón nos recuerda que el cuidado es el lenguaje del amor verdadero: cuidar al hermano, cuidar la tierra, cuidar el alma de los otros. Una espiritualidad del Corazón es una espiritualidad del cuidado.
- En tiempos de desencanto religioso: un Corazón que no manipula.
Muchos se alejaron de la Iglesia no por Jesús, sino por cómo lo representamos. Este Corazón nos recuerda que Dios no manipula ni impone. Que su autoridad nace del amor que se deja herir. Volver al Sagrado Corazón es volver al centro: a un Cristo manso, confiable, humano, creíble.
- En tiempos de urgencia pastoral: un Corazón que nos forma como Iglesia viva.
La devoción al Corazón de Jesús no es sólo consuelo íntimo: es llamada comunitaria. Nos urge a ser Iglesia que abrace, que no juzgue por las apariencias, que salga de sí para amar en serio. La sinodalidad comienza en el corazón: escuchando, caminando, sintiendo juntos. Sin nostalgia ni romanticismo. Es una oportunidad de volver al centro y de respirar profundo mientras decimos: “Señor, dame un corazón como el tuyo. Que arda, que abrace, que no se cierre”.
Lo que vi esta semana:
La imagen del Sagrado Corazón que está en nuestro Santuario diocesano dedicado a él.
La palabra que me sostiene:
“Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón“. (Mt 11,29)
En voz baja:
Sagrado corazón de Jesús… en ti confío.