Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Putin, Macron y los fariseos


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Entre los muchos temas en los que me siento una grandísima ignorante, uno de ellos es la política internacional. Me pierdo mucho en intereses nacionales, en estrategias no tan evidentes y en cómo se articula lo económico y lo político en las relaciones entre países. El caso es que, por más que intento aclararme, no consigo comprender del todo el conflicto que mantienen en vilo a todas las potencias mundiales entre Rusia y Ucrania. Aunque la situación no pinta bien y parece que no hay ningún motivo para esbozar siquiera una sonrisa, tengo que confesar públicamente que la escena de Putin y Macron sentados en los extremos de una mesa de cuatro metros me ha parecido, por lo menos, jocosa. No sé cómo pudieron mantener la seriedad del encuentro a esa distancia. Eso sí, la imagen demuestra que ambos conservan una excelente capacidad auditiva o un tono de voz muy potente, pues de otra forma hubiera sido imposible cualquier tipo de comunicación.



Dicen que el motivo de la longitud de esa mesa fue la negativa del dirigente francés a hacerse una PCR antes del encuentro, por lo que optaron por multiplicar la distancia de seguridad. Sea lo que fuere, la situación no deja de resultar un poco ridícula y, desde luego, muy elocuente. Mientras la reunión podría expresar el deseo por llegar a acuerdos, la separación física entre ambos parece delatar la verdad que se esconde tras el titular de la visita, confesando la imposibilidad de llegar a un pacto que acerque posturas y evite males mayores. Insisto en que desconozco la complejidad de la situación política, pero la imagen me hace pensar en las veces que nuestros discursos hablan de cercanía, de encuentro y de acogida, mientras nuestros gestos expresan exactamente lo contrario.  

Las palabras de Isaías

Nos pasa con todas las dimensiones de la vida, especialmente la creyente. Confesamos con convicción al Dios en el que creemos, pero, si no estamos muy atentos a los vericuetos por los que se mueve nuestro corazón, resulta muy sencillo que nuestra existencia esté mostrando otra verdad. Nuestras actitudes pueden delatar lo lejos que estamos de Aquel que se hizo cercanía absoluta al asumir la humanidad y hacerse “uno de tantos”. Si somos honestos con nosotros mismos, tenemos que reconocer que las palabras de Isaías que Jesús aplica a los fariseos podrían estar dirigidas también a cada uno de nosotros: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mc 7,6-7).  

Vladimir Putin y Emmanuel Macron reunión Ucrania

Aunque la foto de Putin y Macron separados por una mesa desmedida se pudiera parecer un poco a la distancia que, en lo cotidiano, separa nuestro pálpito del corazón del Señor, siempre estamos a tiempo de ir acercándonos, poquito a poquito, gesto a gesto, hasta escuchar por qué y por quiénes se conmueven las entrañas divinas. Quizá así, cerquita de Él, nuestra vida y nuestras palabras puedan ir acompasándose al ritmo de Dios.