Mucho se seguirá hablando del legado del papa Francisco. Algunos dirán que fue el Papa de la sinodalidad, otros lo recordarán por su sensibilidad hacia los pobres, su cercanía con los descartados, su pasión por la paz o su profetismo ecológico. Todo eso es cierto. Pero hay algo más, algo que en México debemos reconocer con mayor claridad: el legado pastoral más concreto de Francisco se llama Proyecto Global de Pastoral 2031-2033.
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Y no lo digo como un lema bonito. Lo digo con convicción. Porque este proyecto que hoy nos guía como Iglesia no nació en un escritorio ni en un laboratorio de planificación. Nació de una experiencia y de un encuentro.
Durante su visita a México en 2016, el papa Francisco dejó un mensaje claro y profético:
- En la Ciudad de México, al pie de la Virgen de Guadalupe, habló de la ternura de Dios que no aplasta ni olvida.
- En Ecatepec, lanzó un llamado fuerte contra la corrupción, el narcotráfico y la exclusión, recordando que el camino de Jesús es el de la humildad y el servicio.
- En Chiapas, abrazó a los pueblos indígenas, pidiendo respeto a sus culturas y denunciando el descarte de sus vidas y su sabiduría.
- En Morelia, dirigió una palabra especial a los jóvenes, alentándolos a no dejarse vencer por el miedo ni la desesperanza, porque son la riqueza de este país.
- En Ciudad Juárez, frente a la frontera herida, clamó por la dignidad de los migrantes y por una globalización de la solidaridad que supere la indiferencia.
Su visita no fue solo de gestos: fue un llamado profundo para todos, y en particular, para los obispos mexicanos reunidos en la Catedral Metropolitana. Allí les pidió tener coraje profético y elaborar un proyecto pastoral serio y cualificado, confiando siempre en la protección maternal de la Virgen de Guadalupe, Madre de México y de América.
Desde ese día y hasta mayo de 2018, los obispos y muchos agentes de pastoral trabajaron arduamente en Asambleas y en otros espacios eclesiales y sinodales, para dar forma al Proyecto Global de Pastoral (PGP), con un horizonte amplio: celebrar en 2031 los 500 años del Acontecimiento Guadalupano y en 2033 los 2000 años de la Redención de Jesucristo.
En muchos sentidos, el PGP es la manera en que la Iglesia que peregrina en México ha encarnado no solo la visión del papa Francisco, sino también su propia historia de fe y evangelización: desde la llegada del Evangelio a estas tierras, pasando por el Concilio Vaticano II, el magisterio latinoamericano y el magisterio universal más reciente. El Proyecto es sin duda, una de sus aplicaciones más claras, creativas y fieles. No es una receta inmediata, sino una siembra a largo plazo. Una siembra que pide procesos, paciencia y presencia.
En cada una de las seis opciones pastorales del PGP hay ecos de la voz del papa Francisco: en el anuncio y la construcción de la dignidad humana, en el compromiso con la paz y las causas sociales, en la experiencia de ser un solo pueblo, en la compasión y el testimonio de redención, en la misión, evangelización y en la colaboración con adolescentes y jóvenes para construir un país lleno de esperanza, alegría y vida plena.
Así también, a la luz del reciente Sínodo y del esfuerzo de todos en la Iglesia en México por seguir adelante, el PGP solo tendrá sentido si se vive en clave de sinodalidad. Caminar juntos no es solo una metodología. Es el modo de ser Iglesia que Francisco nos legó y es también la forma más honesta de agradecerle: no quedarnos en su memoria, sino vivir su impulso.
Lo que vi esta semana:
La tierna y cálida despedida del papa Francisco en Roma, ante miles de personas de todo el mundo.
La palabra que me sostiene:
“A ustedes, a todos nosotros, al mundo entero, el papa Francisco nos envía su abrazo desde el cielo”. (Cardenal Pietro Parolin).
En voz baja:
Papa Francisco… descansa en paz.