En España no hay trabajadores que cubran 20.000 puestos de transportistas, 40.000 de camareros, 2.000 de mecánicos, no hay reemplazo para 70.000 pastores, y la falta de mano de obra se extiende a todo el sector primario, secundario y hasta terciario –el 40% de plazas de profesores de matemáticas quedan desiertas–. No es una anomalía española, sino un problema europeo. Tenemos mucha capacidad productiva y pocos recursos humanos.
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El agudo envejecimiento de la pirámide poblacional por las generaciones del ‘baby boom’ ha conducido a que España necesite ya incorporar casi 200.000 inmigrantes anuales durante los próximos años para mantener la sostenibilidad como país. Un millón de nuevos trabajadores cada cinco años.
Esta es la realidad. Ya ha ocurrido en el pasado reciente. Entre 2001 y 2012, se incorporaron a España más de 400.000 migrantes cada año. Y diez años después estamos en una situación en la que aún nos faltan muchos más trabajadores.
Evitar errores
España necesita prepararse para reactivar la acogida de personas extranjeras a las que atraer para que trabajen en el país. Y debe evitar los errores cometidos.
- El primer error es no invertir suficientemente en la preparación de esas personas. Tenemos los inmigrantes menos formados de Europa. Es necesario establecer nuevos sistemas de formación que hagan posible la cualificación intensiva de las personas, tanto en el país de origen –preparando para su migración– como en el propio país, sobre todo la gente joven.
- El segundo error cometido ha sido el desajuste entre cupos oficiales y necesidades reales y, así, poner los medios para que la gente emigre en las mejores condiciones posibles, evitando riesgos, pobreza y traumas.
- El tercer error es una integración laboral que no ha garantizado el trabajo decente. El nuevo marco debe conseguir que todo inmigrante trabajador esté en condiciones de convertirse en un contribuyente, con todos sus deberes y derechos.
