El mismo cielo que hace dos mil años fue el escenario de una estrella que iluminaba una nueva era de humanidad, hoy está rasguñado de luces de misiles indolentes que desgarran la esperanza y causan solo destrucción y muertes. Las imágenes de la guerra no solo dañan a los habitantes inocentes de esos pueblos, sino al orbe por completo porque revelan que estamos en manos de narcisos ciegos y sordos que pueden arrasar con la frágil paz que todos anhelamos.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Es por eso por lo que me uno al grito silencioso de las inmensas mayorías: ¡paren, por favor! Pido a todos aquellos que tienen el poder y la capacidad de gobernar que detengan esta locura. No juzgo sus historias ni qué los llevó a este estado de depredación masiva contra quienes no piensan igual. No conozco sus heridas ni qué los hizo creerse dueños de la verdad, pero les suplico que oigan la voz de una mamá (como la suya) que teme por su prole y el destino de la creación por su modo necio de actuar.
Revancha y ambición
No los juzgo por su ser, pero sí quiero expresarles que somos muchos, casi todos, los que estamos hartos de sus acciones de revancha y ambición. Rompen de cuajo los débiles vínculos que logramos tejer en medio de la adversidad.
Estamos en contra de sus egos hinchados que no les permiten armar comunidad ni dialogar para construir la paz. ¿Es que no son conscientes de que también la vida les va a cobrar el mal que hacen? Verán sus propios reinos desvanecerse al final. Solo el amor es eterno; a todo lo humano le entra la polilla, incluso si son líderes o están embriagados de riquezas y con hambre de más.
El verdadero valor
¿De qué vale ganar una guerra o un pedazo de tierra si no puedes desplegar tus alas con seguridad? ¿De qué sirve tener guardaespaldas, escudos y armas para andar por la vida aplastando a los demás? ¿De qué sirve todo el oro y poder del mundo si al final estás solo y tendrás que responder por tu desamor? Si siembran división y violencia, lo mismo van a cosechar. Si llenan el firmamento de luces de fuego, esas mismas explosiones volverán a su vida como un bumerán de justicia y sus imperios de cartas se caerán porque no valen nada en realidad.
Lo único que perdura y vale en la existencia es el cuidado de todos y de todo, porque en eso consiste el amor de verdad. Solo ahí se cultiva el alma, la belleza, la familia, la sabiduría y la compleja diversidad que nos conforma. No se engañen más creyéndose paladines de una justicia que sabemos se arraiga en sus bolsillos y no en la realidad tangible y concreta de millones de hombres, mujeres y niños que solo quieren vivir tranquilos, trabajar y aportar su singularidad a una historia tejida con cada hilo humano que Dios creó con un sueño particular.
La última llamada
Si arrebatan esos “hilos”, si los aniquilan, los discriminan o creen que los propios valen más, déjenme decirles que se equivocan de forma garrafal. Los últimos serán los primeros, y los más pequeños y pobres son los predilectos de Dios porque están demasiado lejos de la enfermedad que a ustedes les aqueja: creerse dioses, dueños de la tierra y del porvenir de los demás. Ustedes, los que hoy deciden mandar más bombas y generar más guerras, no son distintos a todos nosotros; son seres humanos vulnerables, heridos y que tarde o temprano envejecerán. Querrán ver en su partida que hicieron algo bueno, o que al menos fueron amados por alguien más que ustedes mismos, y que les sostengan la mano para su pascua.
¡Paren, por favor! Y, como dice san Ignacio, si no los mueve el cielo y toda su bondad eterna de perdón y misericordia, que los mueva el infierno que los espera por estar gestando infiernos acá. Les imploramos, en nombre de la humanidad, que busquen vías de diálogo e ingenio que trasciendan la barbarie de las armas. Quizás solo así serán recordados, no por su poder destructivo, sino por su capacidad de construir paz.