Un papa extremadamente involucrado se lleva todo el mérito… y toda la culpa


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El obispo Brian Farrell, secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, dio una charla el martes en el Foro Global de la Universidad de Notre Dame en Roma, dirigida a expertos en ecumenismo y diálogo interreligioso, en la que desarrolló el enfoque del post Concilio al ecumenismo y las nuevas orientaciones que el papa Francisco está dando a la prensa para unir a los cristianos.

En la charla, Farrell -no confundir con su hermano el cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia, y la Vida- contó una anécdota del papa Francisco para que sirviera de ejemplo de lo que el pontífice entiende por relaciones ecuménicas y en otros muchos aspectos también.

Una tarde, no hace mucho, Farrell estaba sentado en su despacho cuando le llegó la última edición del L´Osservatore Romano. (Éste se reparte en los despachos la tarde anterior a su publicación). Revisando la lista de las audiencias papales ese día, descubrió un representante de otra Iglesia cristiana de los cuales no había oído hablar nunca.

Le pareció muy extraño, ya que normalmente su oficina prepara esos encuentros, así que miró en varios directorios y no pudo encontrar nada que le ayudara. Finalmente, llamó a la Prefectura de la Casa Pontificia que es la que organiza la agenda pública y diaria del papa para preguntar el origen de la reunión.

Francisco al Teléfono

La respuesta fue que vino directamente del Papa así que Farrell dijo “gracias” y más o menos se olvidó del tema. Al día siguiente, el teléfono de su mesa sonó y resultó ser el mismo Papa. “Tengo entendido que preguntabas por una cita que tuve ayer” le dijo el Papa. Asombrado, Farrell reconoció haber preguntado y Francisco le contó que era una persona a la que había conocido en sus tiempos anteriores al papado. Y añadió que creía que el avance ecuménico no siempre tenía que venir del diálogo o las oficinas institucionales, sino también de la amistad entre personas.

El mismo Farrell remató diciendo: “¿Les parece suficientemente involucrado?

Y siguió diciendo que la experiencia ilustra cómo el Papa ve el ecumenismo como un asunto de “caminar juntos”, un viaje de amistad que se mantiene e informa de los intercambios teológicos y eclesiológicos que se desarrollan en los diálogos formales.

Y por supuesto, la anécdota ilustra algo más, que es que Francisco está extremadamente bien informado de los detalles concretos en la gestión de la Iglesia. Hablamos de un pontífice que sabía en horas que alguien había llamado para preguntar sobre su agenda y actuó inmediatamente.

He oído historias similares de personas muy variadas. Un cardenal que dirige un departamento vaticano me comentó que tiene el móvil encendido todo el día ahora, porque el Papa puede llamarle en cualquier momento, y que por cada reunión que ha tenido públicamente con él, otras tres o cuatro las han tenido en Santa Marta, fuera de agenda.

El ejemplo de Nigeria

Otro ejemplo: esta semana, mi colega de Crux, Claire Giangravé y yo entrevistamos al cardenal John Onaiyekan de Abuja, Nigeria, sobre la controvertida situación en la Diócesis de Ahiara, donde un grupo de sacerdotes y laicos se resisten al nombramiento de un nuevo obispo desde hace cinco años. Un rumor que hay en la diócesis es que el papa insiste en que acepten al obispo porque no está bien informado de lo que ocurre realmente, pero Onaiyekan nos comentó que eso no es verdad.

“Sabemos que escribieron muchas cartas y que todas le llegaron al Papa. Él es muy consciente de la situación, y de ahí su firmeza. No es verdad que no supiera lo que estaba ocurriendo”.
Todo esto es una especie de shock cultural comparado con el clima interno en el Vaticano durante los dos últimos pontificados. Los dos últimos papas fueron figuras “ad-extra”, cuyas pasiones estaban fuera de los mecanismos del gobierno eclesial, y ambos estaban encantados de dejar los asuntos administrativos en las manos de sus subordinados.Claramente, este no es el estilo de Francisco, quien delega, pero siempre está observante y dispuesto a intervenir en cualquier momento.

Sus críticos ven esta constante voluntad de estar informado como el fruto de una personalidad paranoica, que recluta espías porque ve enemigos en todos lados. Por otra parte, sus partidarios, lo ven como un hombre que se toma su responsabilidad muy seriamente, y que tiene la agudeza intelectual para funcionar simultáneamente en los niveles “micro” y “macro” del liderazgo.

Un estilo de papado

Lo que nadie discute es que Francisco sabe de sobra lo que pasa. Y eso, en el corto plazo, no lleva a la moraleja de la historia. En los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, cuando alguien se enfadaba por esto o por aquello, no culpaban al papa, sino a alguien de su entorno. Era, en cierto modo, la clásica psicología de corte real, en la que nadie debe nunca culpar al monarca, sino a sus cortesanos.

Esta no es una opción viable en la era Francisco. No hay un poder tras el trono, ni una “eminencia gris”, ni un regente moviendo los hilos, vigilante… Este es un papa que gobierna en la primera persona del singular, lo que significa, por supuesto, que se lleva todo el mérito cuando las cosas van bien, pero también toda la culpa cuando no.