José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Otras infalibilidades


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La reciente muerte de Hans Küng ha sido saludada con innumerables elogios en el universo teológico. “Incómodo opositor a Juan Pablo II”, así calificado por Antonio Pelayo; “Muerto, su teología sigue viva y pide futuro”, según Andrés Torres Queiruga; “Libre y comprometido”, Jesús Martínez Gordo; “Impulsor de la ética global”, Rafael Narbona; “Católico leal e investigador reconocido y controvertido”, Georg Bätzing, presidente de los obispos alemanes; “En la frontera con la lealtad crítica”, Juan José Tamayo; “Inventó su propia teología”, Walter Kasper, son apenas algunos de los calificativos que eminentes teólogos le han dispensado en sus funerales cibernéticos.



Coinciden sus contemporáneos, amigos, colegas y alumnos que el tema de la infalibilidad papal fue el que lo distanció del Vaticano -puede leerse su obra “¿Infalible? Una pregunta”, para darnos una idea de ello-. Sin embargo, me parece que más aportó en el terreno de la ética mundial y del diálogo ecuménico, y en sus estudios sobre la Iglesia y la moral católicas. En fin. Quizá pase a la historia más por sus enfrentamientos con Juan Pablo II y con Benedicto XVI, que por sus aportes teológicos.

Cosa explicable el problema con la infalibilidad del Papa. Creo que todos los líderes del mundo saben que se pueden equivocar, pero no les gusta que se lo recuerden.

Hans Küng

Y es que aunque esta potestad papal se utilizó por última vez en 1950, cuando Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen María -previas consultas a los obispos, por cierto-, y los Papas subsecuentes se han cuidado de no utilizarla, por las críticas de arrogancia y ausencia de sentido común que refleja esta actitud, el dogma sigue ahí, y el Vaticano se sintió en la obligación de defenderlo frente a Küng.

Más allá de un asunto que pudiera ser doméstico, al interior de la Iglesia Católica, habría que analizar las extendidas infalibilidades, no dogmáticas pero sí prácticas, que abundan en instituciones y personas. Pedro Sánchez, actual presidente del gobierno español: ¿es infalible? ¿Y López Obrador en México? ¿Qué decir de Biden? ¿Y en la oficina? ¿Un jefe jamás se equivoca? ¿El cura de la parroquia nunca comete errores? ¿Y la mamá cuando regaña a los niños?

Obvio. La respuesta es no, nadie es inapelable. Pero aunque el gobernante, el empresario, el párroco y la ama de casa sepan que se pueden equivocar… en el fondo, todos creen, creemos, que aunque sea un poquito… somos medio-infalibles. ¡Lo sostengo infaliblemente!

Pro-vocación. Escribe Hans Küng en sus “Memorias”: “En el Instituto Angelicum (un refugio romano de teología tradicional) se está preparando en estos años -a mediados de los 50´s del siglo pasado- para su doctorado en teología un tal Karol Wojtyla. En la Universidad Gregoriana, que fue a donde primero se dirigió, había sido rechazado por la insuficiencia de sus estudios en Polonia… Algunos informados observadores del mundillo vaticano sospechan que una de las razones por las que el Papa polaco se negó a dialogar conmigo… fue su limitada formación teológica…”. Rudeza innecesaria.