Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

“No es lo mismo”


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Esta vez voy a contar algo que me sucedió hace ya muchos años, cuando en mi Universidad organizábamos cursos de verano en Villena que eran muy concurridos porque aportaban créditos de libre configuración a nuestros estudiantes.



Era un ambiente muy bonito en el que los estudiantes se alojaban en el mismo lugar de los cursos y los profesores pernoctábamos en la vecina población de Biar que siempre me ha entusiasmado con su castillo, sus bellas calles que nos llevan a sus laderas y otras no menos bonitas, que corren paralelas a sus murallas.

Habíamos organizado un curso sobre los flujos migratorios desde la Cátedra de la Solidaridad en la que participaba de manera activa. Los ponentes eran de alto nivel y el desarrollo del curso fue bastante satisfactorio. Pero no quiero hablar de todo ello sino de una de las intervenciones que se dio en el desarrollo de las sesiones en uno de los momentos reservados para el diálogo entre los ponentes y los asistentes al curso (universitarios en su práctica totalidad).

Uno de aquellos chavales dijo que no podíamos permitir que jóvenes de países del Magreb y de otros lugares de África entrasen sin problemas en la Unión Europea. Teníamos que poner límites para que esos jóvenes llegasen a España y por ello tampoco había que dejarles entrar como estudiantes o como turistas porque eso suponía que la mayoría de ellos se quedarían en nuestro país o en otros europeos.

El ponente, de una manera muy hábil le preguntó si creía que sería justo que a él, un español de 20 años, le impidiesen viajar a la mayoría de los países del mundo y no pudiese ir de vacaciones o a trabajar a Estados Unidos, o a Australia, o a Japón… Él contestó que no, que lo normal era la situación actual en la que podía viajar a todo el mundo sin mayores problemas, que eso era lo normal y lo justo.

La misma libertad

Acto seguido, el ponente le preguntó si veía justo que un chico de veinte años keniata, togolés, pakistaní o sirio no pudiese gozar de la misma libertad que él para viajar libremente por todo el mundo. Él reflexionó la respuesta y contestó: “sí que es justo, porque no es lo mismo”. Y esta es la clave ¿Por qué no es lo mismo? ¿Por qué nosotros tenemos derecho y ellos no? ¿Por qué a nosotros no se nos impide y sin embargo a ellos sí?

Evidentemente, todo tiene que ver con el país de origen, con la nacionalidad y con la riqueza de ese país. La nacionalidad que tenemos determina nuestros derechos. La riqueza o la situación de nuestro país nos permite movernos casi sin límites a lo largo del mundo o tener muy restringida nuestra libertad de movimientos… Y uno se pregunta ¿No somos todos iguales en dignidad? ¿O nuestra dignidad y libertad depende de nuestra nacionalidad?