Náufragos


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La reunión estuvo bien interesante. Hablamos de cómo trabajar más al unísono, de las razones que nos mantenían unidos y cuáles nos empeñábamos en señalar para seguir separados. Teníamos la tendencia a magnificar lo negativo de la otra persona, pero olvidábamos siempre la viga en el propio ojo.



Algunos, bastantes, sienten la soledad, y viven aislados y desorientados. Falta la proyección comunitaria, que es la que crea identidad por encima de ideas o propósitos particulares. Nos resulta difícil remar acordes, con un solo corazón, buscando el bien de todos.

Hay muchos naufragios a nuestro alrededor. Los que no encajan en los modelos económicos o culturales dominantes. Los que han atravesado el mar y se han encontrado en la playa desprotegidos y sin futuro, mientras observan los grandes cruceros donde tú y yo disfrutamos. Los que no encuentran un trabajo digno y, casi ahogados, se arrastran mendigando unas monedas para vivir, a veces soportando trabajos inhumanos o esclavizados también por sus propios compatriotas.

Esperanza truncada

Ancianos solitarios entre cuatro paredes, con la mirada fija en un vaso de agua. Jóvenes y adolescentes mirando a un futuro vacío, atrapados en el vaivén de las olas que nos empujan. Además, están las guerras, la institucionalización de las mentiras, la invasión del terror, las matanzas siempre irracionales y, por tanto, inhumanas… siempre náufragos.

“Dadles vosotros de comer”, es el grito que Cristo nos dirige ante toda esta muchedumbre de ovejas sin pastor. Pero vivimos como náufragos agarrotados en nuestra tabla, en nuestro estatus social y, a veces, en nuestro grupo eclesial. Sin rumbo, con una esperanza truncada, buscando salvarnos solo a nosotros mismos (a lo más, a los nuestros). Y no nos damos cuenta de que la salvación viene agarrados de la mano.

Un cayuco con 71 personas a bordo, de las que 59 son hombres, seis mujeres, tres niños, una niña

Es verdad que flotamos en las redes sociales con miles de seguidores, incluso más, pero faltan los lazos de unidad tan esenciales para caminar por este mundo que nos hemos creado. Muchos siguen sintiéndose solos, flotando hacia el vacío y el absurdo, y otros pasan sobre la superficie como surfistas tomando las olas a su favor, como si la vida de los demás no les importase. Sé que esta no es toda la realidad, pero se hace notar, porque crece y cada vez se va comiendo la orilla, la tierra firme y estable.

Aquella reunión, aparentemente, salió bien. Se hizo de noche y cada uno nos fuimos a nuestras casas, comunidades, parroquias, hermandades, grupos, movimientos y asociaciones, todos nosotros muy creyentes, pero también náufragos, y aunque nuestra tabla sea más ancha, mantenemos la barca hecha trizas. ¡Ánimo y adelante!

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