Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

¿Moscas o abejas?


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No es mi intención generar envidia a los europeos, pero en Chile estamos disfrutando un soleado verano donde muchos ya disfrutan sus vacaciones. Con ello, vemos su aparición en plena majestad de dos insectos que, aunque siempre están, en esta época proliferan y se hacen notar. Las moscas y las abejas, en tiempos de calor, salen de sus hogares, se multiplican y realizan lo que su naturaleza les ordena como una orden marcial.



Vamos primero con las moscas para ver cómo nos va. Estos pequeños insectos, en su corta vida, vuelan sin parar, deteniéndose especialmente en lo sucio, en el estiércol, en los restos de la sociedad y luego, con sus patitas, lo reparten en el mundo sin ninguna responsabilidad. Reposan sus alas y extremidades en nuestras mesas, almuerzos, rostros, almohadas y hasta en la boca si nos pillan desprevenidos. No tienen respeto por nada y encima hacen un ruido muy molesto que no nos deja en paz. Dicen algunos benevolentes que también ayudan a polinizar, pero, en definitiva, son las “aves carroñeras” más pequeñas del planeta y se reproducen con demasiada facilidad. Jamás se les ha visto organizarse en una colectividad o generar algún fruto digno de celebrar. Son un misterio necesario, al parecer, en el equilibrio general.

Organización perfecta

Por otra parte, tenemos a las abejas con su colmena maravillosa, destinada desde su origen a crear miel y a polinizar. Toda una organización perfecta que sale a recoger los néctares de las flores más variadas para transformarlas en alimento para sus retoños y, de paso, sus excedentes son nutriente para los demás. Viajan incansablemente para detectar lo dulce donde parece no haber nada y, además, con sus alas, van inyectando el polen necesario para que la naturaleza se pueda procrear. Hasta sin saberlo, generan un bien infinito al volar. Generan vida sin cesar. Solo se defienden con su lanceta si se ven amenazadas, pero lo que más hacen es servir a su comunidad. No hay individualismo, sino una colaboración genial.

No he tenido el tiempo de contar ni averiguar, pero, a “vuelo de insecto”, diría que hay muchas más moscas que abejas en el mundo, y eso me genera una gran contrariedad. De hecho, la supervivencia de la especie humana depende mucho de las abejas y ellas están en peligro por nuestra intervención. Pero el profundo dilema que quiero develar es que, así como en la naturaleza, pareciera que la tendencia a nivel social se da de modo similar. Nos estamos llenando de personas moscas y las abejas empiezan a escasear.

Abejas

Personas moscas o abejas

En tiempo de calor a nivel simbólico, es decir, cuando las cosas se ponen complejas a nivel económico, político, social, ecológico o la suma de todas ellas y los ambientes se enrarecen y “caldean” sin poderlo evitar, inevitablemente, proliferan dos especies de personas que bien podríamos asemejar a estos insectos.

Los trabajos, las calles, las redes sociales, las conversaciones entre amigos y familias se atestan de “moscas” que recogen las peores noticias, catástrofes, datos (reales o falsos) que esparcen los medios de comunicación y los van dejando con sus lenguas en todas partes.  Así, siembran desesperanza, temor, desconfianza y una suerte de mosquerío generalizado que huele y se oye muy mal.

El lado amable de la vida

Por otra parte, aparecen personas abejas, que, dentro de ese mismo panorama, hacen el esfuerzo de encontrar el lado amable de la vida, los datos esperanzadores, las buenas noticias, el néctar que nos alimente a todos y lo empiezan a transformar en miel para los demás. Muchas veces estas personas se organizan en empresas, fundaciones, organizaciones, grupos de amigos o similares porque ya saben que solas mueren, pero su esfuerzo es tan grande y a veces la recompensa o cosecha tan escasa que necesitan el cuidado y el apoyo de los demás.

¡Salvemos a las abejas! Si eres o conoces una abeja o a un pequeño panal cerca de ti, haz el esfuerzo de conocerlas, de apoyarlas y espantarles las moscas que les molestan. De ellas depende nuestro futuro, nuestra humanidad y planeta. De esos pequeños “insectos” dispuestos a dar la vida, como lo hizo el mismo Jesús (la primera y gran abeja de la humanidad), con tal de salvar a todo el panal y el jardín a su alrededor