Misión compartida: la importancia en la selección de laicos


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– Desde nuestra institución nos cuesta mucho encontrar laicos que comprendan nuestro carisma y que, a su vez, sean profesionales aptos para los puestos que necesitamos cubrir. ¿Qué consejos nos pueden dar al respecto?

– Las dificultades de contar con laicos implicados a nivel evangélico y, además, profesionales y expertos en su tarea profesional no son menores, y suponen muchas veces el gran reto que deben afrontar las congregaciones e institutos religiosos. La formación de laicos, así como la rigurosidad y profesionalización de los procesos de selección, pueden ser de vital importancia en este sentido.



El significado de la misión compartida solo puede entenderse en el contexto eclesial que abrió el Concilio Vaticano II al atribuir al laicado una centralidad en la Iglesia que antaño se le había negado.

En la base de la misión compartida se encuentra el descubrimiento de la comunión entre el carisma fundacional y el proyecto de cada institución, así como la necesidad de que los laicos o entidades externas colaboradoras asuman con naturalidad todo tipo de responsabilidades dentro de la misión apostólica de la entidad.

Esta forma de entender la misión supone un cambio de mentalidad que favorece la colaboración y la corresponsabilidad donde tanto religiosos como laicos deben conocer cuál es su papel y la riqueza que esta comunión puede otorgar a la misión de la institución. Más allá de la conciencia de la identidad cristiana de los laicos y de su vivencia, participación y espíritu de continuidad por el carisma institucional, es de vital importancia la correcta selección de laicos profesionales que se incorporen en el día a día de nuestras actividades con pleno conocimiento y experiencia del sector.

manos formando puzzle

Muchos institutos religiosos han ido incorporando a sus actividades la figura del laico, dando toda la importancia a su aportación dentro de la misión carismática de la institución y obviando en ocasiones el objetivo de alcanzar un orden interno profesional en el equipo de trabajo, a todos los niveles, exigiendo la excelencia y profesionalidad en su gestión.

Es aquí donde entra la fase no menos importante de formación, reclutamiento y selección del personal orientado a la incorporación de los recursos humanos adecuados para resolver las necesidades de nuestras actividades.

Los criterios de selección deben ser rigurosos, y ello obliga a reflexionar con anterioridad sobre el perfil del candidato (titulación, habilidades, conocimientos, aptitudes y experiencia), así como sobre nuestro presupuesto, las funciones del puesto, las responsabilidades o las líneas de reporte.

La profesionalización del proceso de selección se hace hoy imprescindible y exige evitar conductas que pudieran derivarse de recomendaciones cercanas, relaciones familiares o amistades.

El objetivo de la misión compartida es trabajar en comunión para hacer posible la continuidad de nuestras actividades, de forma responsable, profesional y rigurosa.

No siendo tarea fácil, ni a nivel teórico ni práctico, supone un reto que debemos acometer con la mayor responsabilidad y compromiso posible, teniendo en cuenta el primer objetivo de la misión compartida, pero sin olvidar la importancia de contar con profesionales preparados y experimentados para la realización de las tareas de gestión que se les encomienda.

La cifra

60% es el porcentaje de los reclutadores que consideran que el nivel de afinidad con la cultura organizacional es uno de los factores determinantes para elegir entre varios candidatos.

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