Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Los indultos y el complejo binomio gratuidad – merecimiento


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Quizá una de las palabras que más ha aparecido en los medios de comunicación y en las redes sociales en las últimas semanas ha sido “indulto”. Políticos, juristas, gente de a pie, líderes sociales… todos han dado su opinión, cuestionando o alabando esta medida del Gobierno de España. No tengo ninguna intención de meterme en esta espinosa cuestión, pero sí considero que hay temas que laten de fondo y que compartimos todos los seres humanos. Más allá de la conveniencia o no de una decisión política, la situación podría ayudar a cada uno a tomarnos el pulso sobre grandes cuestiones, como la responsabilidad, la justicia, la vivencia de la ley o el siempre complejo binomio gratuidad – merecimiento. Alejándonos de la problemática social que nos sirve de excusa, esta última pareja de términos me parece digna de ahondar un poco.  



Estoy segura de que, si nos preguntáramos cómo entendemos y vivimos la gratuidad y los merecimientos, seríamos capaces de formular un discurso elaborado y coherente. Por más que en un plano intelectual todas las piezas nos encajen bien, me temo que la mayoría de las veces nuestra vivencia cotidiana no es tan sencilla y no fluye de la mano con nuestras ideas sobre el tema. Hay planos de la existencia en los que “no nos merecemos nada”, no porque seamos seres indignos de ello o algo así, sino que “no merecemos” en el sentido de que ninguna acción que hagamos nos permite exigir aquello que anhelamos. Solo cuando hacemos el aprendizaje de renunciar a “ganárnoslo”, podremos acoger agradecidamente esas realidades. Intento explicarme mejor, porque tengo la sensación de estar confundiendo a quienes pacientemente me estáis leyendo.  

El Cantar de los cantares

El cariño, la confianza, una puesta de sol, el olor de la tormenta, el sonido de las olas rompiendo contra las rocas, un abrazo sin prisa, los gestos de acogida o las palabras de reconocimiento y valoración son, sin duda, un regalo inmerecido que no podemos exigir. La paradoja de nuestra existencia es que lo más importante no se logra a base de esfuerzos. Por más que seamos seres amables en sí mismos, no hay comportamiento de nuestra parte que nos haga merecedores de ser amados, porque la gratuidad constituye la entraña misma de la definición del amor. Así lo plantea el Cantar de los cantares cuando afirma que el intento de ganarse el amor con riquezas convierte a la persona en despreciable (cf. Cant 8,7).  

indultos Cataluña

Puede parecer que esta perspectiva nos apoltrona en la existencia y nos incapacita para salir de nosotros y actuar, pero resulta más bien lo contrario, pues la gratuidad y el agradecimiento que brota de ella tienen un poder misterioso para movilizar nuestra mejor versión, respondiendo al don y convirtiéndolo en reto al que responder. Y, siguiendo con las paradojas, lo habitual es que a nuestra psicología le resulte más sencillo recibir un castigo merecido que acoger un cariño inmerecido. Quizá por eso no acabamos de abrazar en el corazón las palabras de Dios: “los amaré sin que lo merezcan” (Os 14,5).