En lo más profundo de muchas personas se esconde un “experto en todas las materias”. Se trata de gente que experimenta un impulso irrefrenable que los lleva a opinar y a saber un poco de todo. No importa si se trata de cuestiones tan dispares como política internacional o el aceite de oliva, lo que sí parece ser relevante es tener una opinión preparada sobre cualquier cuestión, dispuesta a ser compartida por cualquiera, la hayan pedido o no. En esta temporada es muy fácil encontrarse con quienes, sin saber en qué universidad han estudiado, resultan ser especialistas en aranceles comerciales, en apagones eléctricos, en transporte ferroviario y, últimamente, en la crónica vaticana. ¿O acaso no hemos escuchado ya más valoraciones del nuevo Papa que días lleva en el pontificado?
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Haciendo honor a la estación en la que estamos, en estos días florece con abundancia el “cuñadismo” a nuestro alrededor. No me refiero a tener un favorito entre los cuñados, sino a cierta tendencia a opinar sobre cualquier asunto, no sé si queriendo aparentar ser el más listo, pero sí pretendiendo adivinar cuál será la tendencia, las prioridades y el estilo de León XIV. Ya desde su primera aparición en público se multiplicaron las consideraciones sobre él solo a partir de su atuendo y en comparación con el de su predecesor. Y, si somos honestos con nosotros mismos, no podemos obviar que no estamos libres de albergar expectativas con respecto a su pontificado. Sí, todos tenemos un “cuñado” en nosotros, por más que hagamos esfuerzos en atarlo en corto y mantenerlo a raya.
En Buenas Manos
En general, las expectativas, prejuicios y estereotipos nos suelen jugar malas pasadas, por más que no sea nada sencillo dejarlas a un lado y abrirnos a la sorpresa de lo que venga. Sin duda nos cuesta confiar y reconocer que estamos en Buenas Manos y que nadie nos puede arrebatar de ellas (cf. Jn 10,29). Y esto que nos sucede con esta nueva etapa eclesial, también nos pasa con cualquier cambio que acontece en nuestra vida y que no depende directamente de nosotros.

El papa León XIV en su primer encuentro con los cardenales
Lo digamos o no, solemos tener muy claro cómo deberían ser las cosas y opinamos con rapidez sobre ellas, a menudo simplificando lo complejo y considerando un paso en falso cualquier decisión ajena que no confirme las iniciativas que nosotros hubiéramos tomado en su lugar. Ojalá esta proliferación de “cuñadismo” nos anime a acallar al “cuñado” que nos habita y nos haga abrirnos a la realidad como venga, sin comparaciones ni prejuicios.