Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

León XIV: la mezcla perfecta


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El recién elegido Papa, el cardenal Robert Prevost, es la combinación más perfecta que podríamos haber soñado para pastorear nuestra Iglesia y continuar con el legado de Francisco. Ciertamente, el Espíritu Santo debe haber trabajado mucho a lo largo de su vida para haber puesto en su persona los ingredientes más diversos que requiere esta nueva etapa preñada de esperanza.



No es difícil imaginar al papa Francisco entregando el testimonio al nuevo “Pedro”, con profunda paz y seguridad de que todo lo que él comenzó alguien muy sabio y preparado lo ha recibido con fortaleza y humildad. Las sonrisas de ambos, aunque distintas, se funden en una sola que irradia el amor de Dios y su preocupación por sus ovejas. Sabemos que su desafío es inmenso, pero hay ciertos signos que auguran tranquilidad.

Menjunje encantador

En el ADN de León XIV se trenza una combinación maravillosa proveniente casi de todos los continentes. Ancestros europeos, padres inmigrantes americanos, abuelos dominicanos o haitianos por nombrar algunos, lo abren a la riqueza de cada cultura, a su exquisita complementación y a la fusión necesaria que hoy se da en muchas sociedades.

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Su infancia en Estados Unidos, sus estudios en Roma y posteriormente su misión en Perú han ensanchado los límites de su mente y también de su espíritu y corazón. Sus intereses, vínculos y dones son un abanico de colores que prenden el alma de entusiasmo por la cercanía al rostro de Dios. Solo el dominio de tantos idiomas y conceptos son evidencia de la hondura de su forma de entender el mundo y un modo de proceder semejante al del Señor.

El traje entallado para la Iglesia de hoy

Francisco, como buen porteño y hombre de Dios, se vistió con el alba de la libertad y rompió la cáscara de una tradición que estaba matando la vida de la Iglesia y su cercanía con las personas. Era justa y necesaria su valentía y coraje para ir con la verdad, purificar y reformar lo que se había torcido.

Ahora, León XIV se ajusta como un guante con un estilo más conciliador, sinodal y dialogante que ayudará a la reunificación de una preocupante polarización. Se ve que es capaz de seguir con docilidad la tradición, pero late en su corazón la urgencia de la renovación. Sin prisa y sin pausa, causando menos resistencia de los extremos, nos conducirá al Reino que Jesús soñó.

Un agustino de tomo y lomo

Así como Francisco fue un fiel representante de san Ignacio, astuto, luchador, preocupado de los más pobres y marginados y con una fuerte preocupación por la denominada “ecología integral” y el amor, ahora viene el carisma de san Agustín, cuidando fundamentalmente la comunidad, la espiritualidad y la caridad por sobre todas las cosas.

Su rostro lo expresa, sus palabras lo testimonian y su experiencia de vida lo confirma. Es brillante y sencillo, gozador y austero, firme y flexible, dulce y sagaz, carismático y servicial, emocional y racional, padre y madre de tantos que esperábamos contar con un pastor amoroso e inteligente que supiera navegar con destreza en las turbulentas aguas de hoy.

De Chicago a Chiclayo

Su trayectoria no puede ser casualidad, sino un signo que debemos agradecer y promover: realidades muy complejas que se unen logrando un nosotros mucho más humano y esperanzador. El papa León XIV conoce, ha transitado y unido los extremos entre el norte y el sur, la riqueza y la pobreza, los que dominan y los que sobreviven, las mujeres y los hombres, los conservadores y los progresistas, los creyentes y los que no creen, los de derecha y los de izquierda, los que están cerca de Dios y los que se han alejado. Bendito sea Dios por tan buen elección.