David Jasso
Provicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

León XIV: Aprendiendo a ser Papa


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“Aún no llevo ni un mes en el nuevo trabajo, así que me queda mucho por aprender“. De esta manera comenzó el papa León XIV su intervención reciente ante teólogos y representantes de Iglesias orientales en el contexto de la celebración de los 1700 años del Concilio de Nicea.



Fue una frase breve, dicha casi al pasar, pero que encierra una verdad enorme. Una verdad que toca la raíz misma del ministerio, del discernimiento, del servicio eclesial. Una frase que no es solo suya: podría ser nuestra también.

No todos los días escuchamos a un Papa llamarle “nuevo trabajo” al papado. Pero ahí, justo ahí, hay una clave, porque más allá del título, de la historia, de la solemnidad, el papado también es un encargo humano, con vértigo, con peso, con muchas más preguntas que respuestas. Y decirlo así, con honestidad y sin falsa humildad, revela algo del alma de quien ahora conduce la barca.

Me conmovió porque lo dijo con una sonrisa que no escondía la pena de haber llegado un poco tarde al encuentro, y como una confesión pública de alguien que no pretende saberlo todo, pero que está dispuesto a aprender en comunidad.

No pude evitar recordar una entrevista que el papa Francisco concedió al Diario ABC. Allí le preguntaron: “¿Usted cómo aprendió a ser Papa?”. Y él contestó con su estilo clásico: “aprender a ser Papa… no sé… la historia te agarra donde estás”. Esa fue su manera de decir que no, que no se aprende a ser Papa antes de serlo. Que se aprende caminando, viviéndolo, doliéndolo, escuchando, ajustándose, corrigiendo. Y eso, en el fondo, es lo más evangélico que se puede decir de una posición así en la Iglesia: que no se domina, sino que se transforma en servicio.

Me impresiona que dos Papas, tan distintos en estilo y biografía, coincidan en eso: nadie nace sabiendo cómo llevar el timón, nadie llega listo, y sin embargo, el barco no se detiene. Porque no se trata de saberlo todo, sino de dejarse guiar y de rodearse de quienes también sepan esperar.

León XIV, en el encuentro ecuménico

León XIV, en el encuentro ecuménico

Esta espontaneidad me gusta por que nos impide el pretender encerrar al Papa en una ideología o en un bando. Como si, por haber sido elegido, ya no tuviera derecho a la conversión personal y pastoral. El Papa, como cada bautizado, también está llamado a dejarse transformar por el Evangelio día con día. También él, como todos nosotros, vive tensiones, revisa decisiones, afina criterios, reza sus propias dudas. Convertirse no es renunciar al cargo; es permitir que el Espíritu actúe en él.

En ese horizonte, creo que la reforma del papado que comenzó Francisco sigue siendo un camino abierto. No sabemos cómo León XIV la continuará, si la profundizará, o si le dará otro acento. Pero que no haya regresión ya es una forma de avanzar. Porque la reforma no se mide solo en estructuras, sino en actitudes. Y si León XIV ya se presenta como alguien que aprende, escucha y camina, tal vez ya esté reformando más de lo que parece.

Por eso, esta frase aparentemente simple: “me queda mucho por aprender”, tiene tanta fuerza. Porque en una Iglesia que se acostumbra a las certezas, a los protocolos, a los símbolos, nos recuerda que también el Papa es un discípulo en proceso y que su aprendizaje no solo es legítimo… sino necesario.

Ver al Papa como alguien que empieza un nuevo trabajo no es rebajarlo. Es devolverle su dimensión más humana y más cristiana. Es dejar espacio al Espíritu, entendiendo que la gracia no exige perfección, sino disponibilidad.

Creo que no necesitamos tanto un Papa perfecto, sino uno que sea real. Que diga con paz lo que le pesa, que nos confíe que está aprendiendo, porque eso nos enseña que todos, cada uno en su lugar, seguimos aprendiendo a ser Iglesia.

Lo que vi esta semana:

Al Papa cargando la cruz jubilar como peregrino de esperanza, iniciando el Jubileo de la Santa Sede.

La palabra que me sostiene:

Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”. (Mateo 11, 29)

En voz baja:

Enséñanos, Señor, a guiar aprendiendo y a seguir sin imponer.