Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Las convicciones, parten de dentro para los demás


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Ante el incentivo como elemento externo que nos lleva a una actuación u otra pensando siempre en aquello que nos beneficia más, encontramos las convicciones de cada persona que nos dirigen en una dirección u otra, no según lo que otros nos marcan o nos ofrecen, sino según nuestros propios valores, según lo que creemos que está bien o esta mal, según nuestro propio ser.



La economía más ortodoxa ignora las convicciones, deja a un lado las motivaciones internas como algo directamente inexistente. Es cierto que esto no sucede con todos los economistas pero sí con una gran parte de la profesión. Renunciar a esta manera de ver las cosas y estimular a empresas, gobiernos y personas a que trabajen a través de incentivos, hace olvidar las ventajas que tienen las personas que hacen las cosas por convicciones y no tienen que esperar los incentivos para realizarlas.

Porque las personas que tienen unas convicciones profundas y no responden a incentivos sino que avanzan por sentido de la responsabilidad y por compromiso con su manera de pensar, tienen una coherencia interna mucho mayor que aquellas que lo hacen por incentivos. No son tan volubles ni tan interesados y tienden a ser más felices que aquellos que responden a los incentivos y toman una opción u otra dependiendo de lo que les viene marcado por fuera y de los resultados que van a obtener con lo que hacen.

Por ello las nuevas tendencias en la empresa hablan de una dirección por valores como más conveniente que aquella que va por objetivos. Mientras la primera busca la convicción de las personas que trabajan en la empresa y que ellas realicen su trabajo disfrutándolo y considerando que es parte de su responsabilidad como miembros de la compañía, la segunda necesita de una constante preocupación por parte de quienes dirigen la empresa para configurar incentivos adecuados que logren orientar a las personas hacia donde consideran mejor. Se da por sentado que sin la existencia de estos incentivos, los resultados van a ser peores.

Convencidos de su labor

Mientras que los incentivos apuntan hacia uno mismo, la convicción y los valores, no tienen por qué hacerlo, sino que en muchas ocasiones están pensando más allá de nosotros mismos. Nuestro convencimiento nos lleva a actuar hacia los otros, a tener un espíritu de mejora no solo para nosotros, sino también para los otros. Mientras que el incentivo únicamente está construido para mejorar a aquel que tiene que contestar a él la convicción nos lleva al otro y eso hace que nuestros valores puedan hacernos inmunes a la actuación de los incentivos.

Creo que tenemos que concentrarnos en construir una sociedad de personas que actúen por convencimiento, no de una de personas que actúen respondiendo a incentivos: médicos, economistas, obreros, abogados, etc. Que realicen su labor por convencimiento y no por incentivos externos a ellos…