Estoy seguro que más de una vez hemos sido el centro de ‘burlas’ y críticas por ser diferentes, por creer en la fe. Simplemente caminamos en sentido contrario a lo que la mayoría de las personas quieren que hagamos o pensemos. Creer en Dios nos vuelve diferentes pero también nos aleja de un camino de perdición y de pecado, razón suficiente para que la mayoría nos vea de manera un tanto extraña.
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Quienes seguimos a Dios sabemos la importancia de practicar los sacramentos, de ser y hacer comunidad, así como lo valioso que es ayudar a nuestros semejantes y cuidar nuestros pensamientos y acciones. Esta razón para el criterio de quienes creen, pero no practican, hace que nos coloquen una extraña ‘etiqueta’ que dice: ‘diferentes’. A veces esta forma de vivir nos genera ciertos problemas o simplemente nos aísla de algunas actividades, para ser sincero, no nos afecta y es que sabemos que agradar a Dios nos trae grandes alegrías terrenales.
Es difícil compartir con quienes se conforman con una satisfacción momentánea; esa clase de personas no logran comprender que en la contención de nuestras pasiones, ahí radica nuestra alegría. No se trata de hacerlo todo, más bien es realizar aquello que nos beneficia y para muchos de nosotros estar en contacto con la Palabra nos da la posibilidad de aprender y comprender mucho más el amor que Dios nos tiene y la razón por la que nos ha dado la vida.
“¿De qué nos valió la riqueza de la que tanto nos enorgullecíamos?”
Leyendo y estudiando el Antigüo Testamento encontré la siguiente cita bíblica que expresa la forma en que actualmente se nos ve como creyentes, en un mundo donde se ha restado valor a muchas cosas, entre ellas la fe.
“Entonces el justo se presentará seguro de sí mismo frente a los que lo persiguieron y que redujeron a nada todos sus esfuerzos. Al verlo comenzarán a temblar de un miedo inmenso, asombrados de ver que se ha salvado contra toda esperanza. Llenos de remordimiento, se dirán, muy angustiados, y con gemidos: Este es al que tomábamos para la risa, el objeto de nuestras bromas: ¡qué imbéciles éramos! Su vida nos parecía una locura, su muerte nos pareció el fracaso final. Y véanlo ahora entre los hijos de Dios: ¿cómo fue que recibió su lugar entre los santos? ¡Cómo nos equivocamos lejos de la verdad! La luz de la justicia no nos iluminó, el sol no se levantó para nosotros. Nos hartamos de injusticias y crímenes, recorriendo desiertos de los cuales no salíamos, en vez de reconocer el camino del Señor. ¿De qué nos sirvió nuestro orgullo? ¿De qué nos valió la riqueza de la que tanto nos enorgullecíamos?”. Sabiduría 5-8.
“Retador es el camino del Señor”
Seguimos al amor de Dios porque es nuestra inspiración, es nuestra roca y porque nos sostiene en los momentos de debilidad, seguimos sus enseñanzas con muchos tropiezos y en ocasiones no lo logramos, nos reconocemos imperfectos en el camino que deseamos andar con Él. Lo intentamos y perseveramos y en ocasiones nuestro prójimo no nos ayuda a crecer espiritualmente, pero continuamos con retrocesos y leves avances, así de retador es el camino del Señor.
Continuaremos con las burlas, injusticias, siempre buscando la verdad del camino. Nada nos puede desanimar y si tú también has sido el centro de burlas recordemos que: “Jesús les dijo: Ustedes son los que se justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios”. Lucas 16, 15.

