David Jasso
Provicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

La vocación no nace en el aislamiento, sino en el encuentro


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La vocación no se impone, ni se fabrica, tampoco se acelera. Florece donde hay tierra buena, donde alguien que cuida, donde hay comunidad.



Eso es lo que confirmé estos días, participando en la Asamblea Nacional de Pastoral de Jóvenes y Adolescentes que organiza la Dimensión Episcopal Mexicana de Pastoral de Adolescentes y Jóvenes (DEMPAJ), mientras desde Roma llegaban noticias del Encuentro Internacional ‘Sacerdotes Felices – Los he llamado amigos’, organizado por el Dicasterio para el Clero.

Allá, en el corazón de la Iglesia, el padre José Alberto Estrada, del presbiterio de Monterrey, presentó con alegría y convicción la experiencia de nuestro Centro Vocacional. Junto al equipo de trabajo que coordina el padre Darío Torres, no lo hizo como quien presume resultados, sino como alguien que ha acompañado procesos reales, con jóvenes concretos, en contextos complejos, sin fórmulas mágicas.

Vale la pena recordar lo que allá se compartió: nuestra propuesta vocacional en Monterrey no parte de la oferta sino del acompañamiento, que busca ser cercano, personalizado y paciente. Un Centro que no gira en torno a oficinas, sino a relaciones. Donde el tiempo, el silencio y la escucha valen más que el número de eventos.

Y como gesto simbólico, entregó al papa León XIV, la Cruz Vocacional que ha peregrinado por parroquias, templos, capillas y comunidades. Una cruz sencilla, pero viva, que lleva en sí los nombres, las esperanzas y las luchas de quienes siguen preguntando: “¿Señor, qué quieres de mí?”. Esa cruz no es un trofeo, es un testigo de pasos dados en comunidad.

Padre Jasso en Dempaj

Padre David Jasso en la asamblea de la Dimensión Episcopal Mexicana de Pastoral de Adolescentes y Jóvenes. Foto: David Jasso

Mientras tanto, en Toluca, Estado de México, en medio de los talleres y reflexiones compartidas con agentes de pastoral de adolescentes y jóvenes, resonaba una convicción: la comunidad es el verdadero lugar teológico donde la fe del joven puede crecer y madurar, escuchando el llamado del Señor. No basta con estrategias, ni con ofrecer opciones, hace falta una comunidad que acoja, que acompañe y que celebre.

Ni la pastoral juvenil, ni la vocacional pueden desligarse de la vida cotidiana de nuestras comunidades. Porque la vocación no nace en el aislamiento, sino en el encuentro. Porque nadie puede descubrir un llamado si antes no ha sido escuchado, valorado, mirado con ternura.

No se trata de volver al pasado ni de conservar estructuras. Se trata de caminar con los jóvenes mexicanos en la Ruta que han definido en camino hacia los 500 años del Acontecimiento Guadalupano en 2031 y los 2 mil años de la Redención en 2033.

Doy gracias a Dios por esta experiencia y por ver reflejado, tanto en Roma como en suelo mexicano, que una vocación que se cuida con cariño y en comunidad es signo de esperanza.

Lo que vi esta semana:

Al papa León XIV sostener nuestra Cruz Vocacional, la misma que cada domingo muchas familias llevan a casa para orar por las vocaciones en Monterrey.

La palabra que me sostiene:

“Los he llamado amigos“. (Juan 15,15).

En voz baja:

Señor, que nuestras comunidades sigan siendo tierra buena donde florezcan tus llamados.