Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La Vidriera de las Mociones de Molezún


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Esta es la tercera entrega en la que profundizamos en la obra integral que da cuerpo a la Iglesia de San Francisco Javier de La Ventilla, en Madrid, donde participó una generación de creadores de primera magnitud.



1. Una arquitectura trinitaria

La vigorosa actividad del Retablo del Verbo contrasta con la quietud del conjunto del prisma que creó García-Pablos. No se absorben entre ambos, sino que tienen una íntima relación. La grandeza estática del prisma que nos contiene refuerza la viveza del Verbo en el retablo: parece que las aristas de todo el prisma prolongan esa expansión del verbo. Hay un tercer elemento en la iglesia, que convoca a vivir una intensa experiencia del Espíritu.

Esta obra de García-Pablos es trinitaria. Tres elementos forman una línea: el Verbo del retablo está enfrente de la vidriera del fondo de la nave. Ambos son simétricos. Esa línea atraviesa la nave, poniendo en el centro de la misma la trascendencia que transmite la grandeza del prisma. Dios Padre es el prisma trascendente y que todo lo contiene. Dios Hijo es el Verbo del retablo. Es en la vidriera neocubista creada por Manuel Molezún, donde nos podríamos encontrar representado al Espíritu.

Todo el templo está inmerso en la luz que crean las vidrieras, realizadas con una innovadora técnica llamada veladura. García-Pablos diseñó una fachada de luz en forma de gran paño, el gran velo del templo. También podría verse en ella una gran ave con alas, una paloma –símbolo del Espíritu Santo– que se extienden por toda la cornisa superior de la iglesia hasta la pared frontal. Literalmente, es un gran velo que abre el templo al exterior y lo mantiene abierto al barrio y el mundo.

2. El alfabeto del Espíritu

La vidriera refuerza la sensación cúbica del conjunto al estar compuesta por cuadrados. Dentro de cada cuadrado hay un movimiento único. Cada uno es una experiencia concreta, un estado de movimientos muy singular y sucedido en un tiempo y lugar. Son mociones espirituales, una pluralidad de momentos de alma. Su programa artístico trata de mostrar el interior de los fenómenos, lo que Molezún llamaba su “intramorfología”, lo cual explica su característico uso del negro.

En su conjunto, parecen formar un alfabeto, letras de un lenguaje inescrutable, un lenguaje misterioso, pero que a la vez se deja sentir. Juntas, forman un mensaje que no se puede leer sino como experiencia de luz que atraviesa el alma vidriada.

Cuando contemplo esta vidriera a veces siento que es una sucesión de estados del mismo vidrio, al que el maestro Molezún le fue dando distintas variaciones. Como el alma en el que el Espíritu va suscitando distintas impresiones. Habla de diversidad, de perfección de las formas geométricas que va combinando. El dorado denota lo sagrado en íntimo encuentro con la materia que crea esos espacios oscuros.

Desde lejos siempre crea el efecto de una dinámica conversación con el barrio que se intuye a su trasluz. Mozelún fue innovador en el modo de iluminación de los templos con la luz natural. No creó una obra que tuviera sentido por sí sola, sino solo en asociación con el gran cubo cósmico de García-Pablos, esa era la filosofía de este polifacético gallego.

Manuel Molezún (1920-2001) fue un médico, atleta, pintor y vidriero pionero del estilo abstracto geométrico que realizó obras en iglesias, asociado a los arquitectos Rodolfo García-Pablos y Carlos Vázquez Molezún. Generacionalmente, forma parte del grupo de abstractos gallegos (junto con Luis Curuncho, Manuel Mampaso o José María de Labra).

Tras estudiar Medicina, en 1953 se forma en Roma y allí funda el grupo MoGaMo con su primo el arquitecto Ramón Vázquez Molezún y el escultor Amadeo Gabino Úbeda. El acrónimo MoGaMo expresaba la unión de las artes, no solo de las siglas de sus nombres. Buscaban que las distintas disciplinas actuaran al unísono para crear obras corales coherentes con un mismo espíritu.

Ese mismo año 1953 realizaron en Salzburgo la escenografía de una exposición de gran éxito dedicada al Arte Religioso Español de los siglos XI-XVIII, con una forma internacionalmente pionera de mostrar las obras en nuevos espacios e iluminaciones innovadoras. Molezún se casó con la pintora holandesa Joos de Wolff Peereboom, con quien tuvo dos hijas. Su carrera transcurrió con una obra en continua profundización que denominaba Neocubismo.

En la década de 1960, Molezún realizó tres vidrieras religiosas. En 1965 las de la parroquia de los Sagrados Corazones de Padre Damián, Madrid. También en 1965, las de la parroquia Jesús Maestro en Valencia. En tercer lugar, antes de acabar la década, en 1969, creó las que instalaron en la parroquia de San Francisco Javier, en La Ventilla de Madrid.

En las dos parroquias madrileñas actuó conjuntamente con el arquitecto Rodolfo García-Pablos. En la Parroquia Jesús Maestro de Valencia, volvió a intervenir unido el grupo MoGaMo: Vázquez es el arquitecto, Molezún el vidriero y Gabino el escultor de la estatua de Jesús Maestro.