Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

La vida es un elástico


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La física de lo elástico

Es interesante ver cómo la física de los elásticos nos refleja fielmente nuestra propia naturaleza y su dinámica de funcionamiento interior. Estas fibras, en estado de relajo, de poco y nada sirven. Son culebras inertes que pueden pasar sin pena ni gloria, tiradas en un cajón. Tanto así, que el tiempo los va ajando y los despoja de las propiedades más suyas como son la tensión y la capacidad de estirarse y salir volando como una flecha. Si no se utilizan, se vuelven fideos flojos, que fácilmente se cortan y se botan como desecho.



El alma humana, sin la tensión propia de la existencia, sería también una elástico flojo e inútil. De ahí que desde que nacemos hay un movimiento elástico que debemos reconocer y agradecer, aun cuando encierre dolor e incertidumbre total. La primera mitad de la vida, nuestro espíritu lo que hace inconscientemente es replegarse en sí mismo y acumular experiencias que lo templan con gozos y heridas profundas. Es la formación del ego o la consolidación de la estructura que nos contendrá.

Y luego, cada uno a su tiempo y con su debido proceso, está invitado a saltar como un ‘Benji humano’, para elevarse y alcanzar el cielo con una fuerza radical. Nunca se sabrá a dónde nos llevará el lanzamiento, pero no podemos quedarnos replegados en tierra porque, o si no, al igual que los elásticos, traicionaremos la esencia y dejaremos de ser lo que vinimos a ser.

El repliegue y luego el despliegue en verdad son difíciles; suponen tensión, elongación dolorosa, miedo, vértigo existencial, pero también pueden ser un juego alucinante si lo volvemos a mirar. Nada sobra y todo está al servicio de una plenitud que apenas visualizamos, pero que está en nuestro ADN y que no podemos evitar. La vida así es fascinante, verdadera, vivida en realidad. Nada de ser elásticos flojos, que sólo esperan ser tirados a la basura sin hacer nada.

elastico

Tensión cotidiana

Y, siguiendo con la lógica de los movimientos elásticos de nuestro espíritu, hay una segunda dimensión que no podemos olvidar, y es que en nuestra dinámica diaria, también funcionamos a punta de repliegues y despliegues que van desde la desolación a la consolación total. Es parte de nuestra defensa natural no querer tensiones y evitar lo más posible los sufrimientos, que no son agradables ni queribles. Sin embargo, si los miramos como el movimiento necesario para lanzarnos al otro extremo del péndulo, los podemos comenzar a aceptar y comprender con mucho más sentido y profundidad.

Son pequeños viajes al “infierno” para poder degustar los pedazos de cielo que también los suelen compensar; son las tensiones que nos permiten llegar al fondo, para luego lanzarnos a la eternidad. Así funcionamos y es el modo de aprender a reconocer la luz y la oscuridad. Necesitamos movimientos pendulares y elásticos que nos permitan reconocernos creaturas dependientes, necesitadas, hijas, llamados a la presencia y a la divinidad.

Toda pena puede ser el trampolín para la alegría más linda que podamos experimentar; cada renuncia, una garrocha para el gozo total; cada afrenta o ataque, la mejor defensa y escudo esencial; cada pérdida, una ganancia que jamás pensamos recibir; cada muerte una nueva vida para celebrar; cada carencia, una preciosa posibilidad de desplegar fuerzas y talentos que ignorábamos como propios y que sólo desde este movimiento elástico se pudo desarrollar.

El espíritu humano, es pura fibra muscular; requiere ejercicio, tensión, relajo y luego el esfuerzo máximo para crecer y desarrollar todo lo que vinimos a ser a cabalidad. No es grato sufrir y lo seguiremos esquivando como esos jarabes amargos que nos daban frente a una enfermedad, pero podemos estar ciertos que después del trago viene la liberación, el vuelo alto, la fecundidad, el despliegue, la felicidad como un estado que suma ambos lados del péndulo como lógica existencial.