José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

La sinodalidad política…


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La sinodalidad política… es el neologismo que utiliza el arzobispo de Monterrey, y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Rogelio Cabrera López, en su reciente mensaje -publicado hoy domingo- sobre el ya inminente proceso electoral, a celebrarse en México.



Después de contextualizar la severa crisis política por la que atraviesa el país, cargada de polarización y violencia, y de fragilidad doctrinal en partidos y candidatos, Cabrera se detiene en el capítulo V, “La mejor política”, de la ‘Fratelli Tutti’, como referente doctrinal. Dedica algunos párrafos a ofrecer orientaciones para antes, en y después de las elecciones, y remata su mensaje con su inédita propuesta: la sinodalidad política.

Recuerda el dirigente de la CEM que la sinodalidad, término muy grato al papa Francisco, es una expresión de la corresponsabilidad y la participación de todo el Pueblo de Dios en la vida y misión de la Iglesia, y una manifestación de la eclesiología de comunión, impulsada notablemente por el Concilio Ecuménico Vaticano II. Acercándose a la propuesta que lanzará, e iniciando el aterrizaje en la realidad política mexicana, afirma que la sinodalidad política, entonces, se opondrá a cualquier tipo de autoritarismo, y al ejercicio arbitrario del poder, considerando éste como un servicio y no como una fuente de privilegios.

Un servidor público se distinguirá, de acuerdo a este horizonte sinodal, como alguien capaz de escuchar, de dialogar, de aceptar, inclusive, sus errores, de asumir sus responsabilidades dejando de culpar a otros de los resultados negativos. Promoverá la unidad en medio de las naturales diferencias, y estará ajeno a cualquier tipo de polarización, insulto o venganza.

Y haciendo gala de sus conocimientos del griego, propone tres conceptos como pilares de su sinodalidad política: la “sinfonía” política, que reconoce la verdad existente en otras posiciones ideológicas, y busca enriquecerse con ella; la “simpatía” política, que se caracteriza por la solidaridad, la sensibilidad en especial hacia quien sufre, la amabilidad; y la “sinergia” política, entendida como el conjunto de acciones comunes que nos permiten impactar en el bien común.

Gobernantes para todos

Remata con un mensaje para los contendientes: los gobernantes no pueden trabajar solamente con quienes son sus simpatizantes, o en beneficio de paisanos y militantes del mismo partido.

Y, como conclusión, señala que la sinodalidad política nos llevará a tratar de pensar -sinfonía-, de sentir -simpatía- y de trabajar -sinergia- juntos, enriqueciéndonos con nuestras diferencias. Más aún, cualquier política que quiera ser sinodal deberá estar muy atenta a esas diferencias, favoreciendo contrapesos y no bloqueándolos, incluyendo y no excluyendo, y atentos a la globalidad, es decir, a pensar globalmente, actuando localmente. Insiste en que no podemos encerrarnos en nuestras fronteras, en nuestras certezas, sino que debemos abrirnos a otros planteamientos para enriquecer los nuestros.

Bienvenido el innovador concepto. De seguro no faltará algún candidato que lo asuma como lema de campaña.

Pro-vocación. La semana anterior comenté que, en México y también en España, el descenso en el número de católicos obedecía, entre otras razones, a que no se encuentra en la religión una fuente de espiritualidad. Datos provenientes de Alemania confirman mi aserto. En 2019, más de 270 mil católicos dejaron de serlo, pero por el mismo número andan los abandonos protestantes. Más aún, sólo el 52% de los teutones pertenece a alguna de las dos grandes iglesias. Lo dicho. Las religiones no nos están llevando a ser más espirituales.