Rafael Salomón
Comunicador católico

La religión no es un espectáculo


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Compartiré un tema delicado, ya que me han llegado algunos videos donde las mega-iglesias, llamadas de esta manera porque además de ser de origen protestante, se hacen llamar así por la enorme cantidad de personas que asisten y por la majestuosidad que emplean para realizar sus cultos y oraciones. Si bien es cierto, nosotros somos católicos y la forma en que realizamos nuestras celebraciones son muy diferentes, creo que es importante reconocer que la religión no es un espectáculo.



Narraré lo que pude ver en esas publicaciones. Se trataba de un enorme auditorio, con cientos de voces y un despliegue técnico como para representar una obra de teatro. Todos los equipos, tanto de iluminación como de audio de primer nivel y de pronto unas figuras aparecen volando como si se tratara de ángeles quienes cruzan por todo el lugar, su presencia es impactante y acompañan a este momento las voces del talento y un aleluya retumba.

Ver un impresionante espectáculo relacionado con la forma de alabar a Dios y admirar los recursos económicos siempre es agradable y nos dejamos seducir por las luces y el colorido, así como por la música y efectos visuales, de manera que nuestros sentidos quedan satisfechos ante una propuesta de alabanza tan llena de elementos visuales y efectos, es parafernalia humana.

El peligro del sensacionalismo

Pero debemos recordar que, nada tiene que ver con el mensaje; esa es una interpretación, es una forma de atraer a personas y que se sientan que están disfrutando de un espectáculo de primer nivel, pero que realmente no tiene nada que ver con el mensaje. Jesús llegó a este mundo de la manera más austera, sus padres escondiéndose de sus captores y pidiendo un lugar para dar a luz.

Espectáculo

Foto: Unsplash

Deberíamos tenerlo presente en estos enormes escenarios donde se representan en ocasiones momentos dignos de una historia épica, donde la música y el despliegue técnico son fastuosos. No digo que no me agrada, ni siquiera estoy mencionando que no deberían realizarse; más bien, a estas alturas de mi vida, me gustaría pensar más en ayudar a quienes lo necesitan.

El peligro del sensacionalismo que puede desviar nuestra atención del verdadero mensaje de Jesús y convertir el evangelio en un mero espectáculo. Todo ese recurso económico debería llegar a las personas en situación de vulnerabilidad y no a los bolsillos de las enormes agencias que son las dueñas de los equipos con los que se hacen las representaciones.

No dejar que emociones pasajeras conviertan el evangelio en circo

La evangelización no es un espectáculo, debe tener un sentido de ayuda al prójimo y los recursos empleados para realizar enormes eventos, especialmente los que realizan las mega-iglesias, que sin duda son muy atrayentes y espectaculares podrían estar acompañados con ayuda verdadera y no solo quedar en una representación impactante.

Sin duda hemos alcanzado un nivel de profesionalismo en el arte de los espectáculos, pero personalmente no estoy de acuerdo con un despliegue técnico de ese tamaño para evangelizar, ya que el amor de Dios está en nuestro corazón y la manera de representarlo siempre ha sido un tema complejo.

Aunque el sentido sea ‘llegar al corazón’ de los asistentes, es crucial que nuestra fe no se base únicamente en emociones pasajeras, sino en una convicción profunda y duradera, no debemos olvidar que hay lugares y momentos para eso. Evitemos que un mensaje tan profundo sea reducido a una representación, el llamado de Jesús es a una vida de entrega total y sincera. No permitamos que las emociones pasajeras conviertan el evangelio en un circo.