El primero en entrar al reino de los cielos fue un malhechor arrepentido… “Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí…”. Lucas 23, 42. No se abrió el cielo por primera vez a un bueno, ni a un justo, la sorpresa es enorme cuando en el plan de salvación de Dios, se le da el lugar a un delincuente. Esto debería inspirarnos a quienes nos equivocamos, en ocasiones pensamos que no somos merecedores de un lugar en el reino y es que su amor se vuelve accesible a los pecadores.
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La justicia de Dios es su misericordia. En un mundo donde la maldad es una constante, deberíamos recordárnoslo en todo momento: Dios me ama con todos mis errores y fallos. Tenemos siempre la oportunidad de aceptar y regresar al camino aunque mis errores me aparten y mi falta de voluntad me haga permanecer en la oscuridad… “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lucas 23, 43. Cuánta falta nos hace escucharlo, entenderlo y vivirlo cada día.
La actualidad nos arrebata la esperanza y la confianza, los acontecimientos sociales y la realidad que estamos viviendo, nos lleva una vez más al Gólgota, en el momento de la crucifixión. Jesús con los dos ladrones y muchas veces nos comportarnos como aquel que le gritó… “Sálvate a ti y a nosotros”. Lucas 23, 39. Es que la desesperación es mucha, la necesidad hace que perdamos la calma y encontrar el mensaje del amor de Dios se vuelve complicado vivirlo y hacerlo realidad. “Este es el rey de los judíos”. Lucas 23, 38.
“Su divinidad eterna”
Y cómo nos gustaría verlo aplicando la justicia, acabando con el maligno en la forma en que lo hemos imaginado; pero no, así no es en el reino donde al mal se le acaba con bien. Indudablemente nos cuesta entender esa grandeza de ese amor y en nuestra desesperación queremos que nuestros problemas se solucionen de acuerdo a nuestra percepción de justicia. En el amor de Dios no es así y esto es lo que muchas personas expresan al sentirse defraudadas por esperar una respuesta a la medida de sus posibilidades y criterios.
Jesucristo es Rey del universo, lo que significa que tiene autoridad absoluta y soberanía total sobre todo y nada ni nadie está fuera de su mando o poder, su reino es espiritual. Está presente en el mundo y su amor e intervención en nuestras vidas hacen que sea Jesucristo es Rey del universo, lo que significa que tiene autoridad absoluta y soberanía total sobre todo y nada ni nadie está fuera de su mando o poder, su reino es espiritual. Aceptar esta verdad en medio de la guerra, en los conflictos políticos y frente a la injusticia es el verdadero reto, es confiar plenamente y aceptar su voluntad. Algo que se vuelve poco posible para conciencias débiles y aquellos que confían más en sus fuerzas.
Debemos entender que la realeza universal de Jesucristo se fundamenta en su divinidad eterna, su papel como creador y sustentador de todo, el cumplimiento de las profecías mesiánicas, y su victoria sobre el pecado y la muerte a través de su sacrificio y resurrección. Para comprenderlo es importante aceptar nuestra finitud con humildad… “El pueblo estaba allí mirando. Las autoridades, por su parte, se burlaban de Jesús y comentaban: —A otros ha salvado, ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el elegido! Lucas 23, 35. Creo que aún en nuestro tiempo se sigue dudando de Jesús y de lo que puede hacer con su amor desbordante.
