Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

La palabra del año 2022


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Cada cual tendrá sus preferencias legítimas. Pero año tras año se establece, desde la Fundéu, una como hito común. Y tiene su valor, porque nos enfrenta a la realidad que parece que no es ni mía, ni tuya, ni de nadie en exclusiva. Para mí estrictamente elegiría “Gloria” y seguramente no coincidiré con muchos. Con todo, “Gloria” no viene sola y tendría que hablar mucho para mostrar qué significa, si es que lo sé. ¡Qué difícil es explicarse con una sola palabra o querer que con ella se entienda algo!



En la página de la Fundéu podemos leer las elegidas años anteriores. A saber: “Esta es la décima ocasión en que la FundéuRAE elige su palabra del año; las anteriores fueron escrache (2013), selfi (2014), refugiado (2015), populismo (2016), aporofobia (2017), microplástico (2018), los emojis (2019), confinamiento (2020) y vacuna (2021).” ¡Ojo con cómo empezó todo y qué deriva ha llevado!

El 29 de diciembre se decidirá

¿Y en 2022? Hay doce candidatas publicadas hasta el momento, entre las que se decidirá y comunicará el 29 de diciembre la elegida: apocalipsis, criptomoneda, diversidad, ecocidio, gasoducto, gigafactoría, gripalizar, inflación, inteligencia artificial, sexdopaje, topar, ucraniano. Si son o no esperanzadoras, no lo sé. Alguna hay. Lo que está claro es que dibujan un panorama entre lo tenso y lo insólito, entre la incertidumbre y la lucha. Reflejan algo más que presentes o retos. Y salvo en alguna, lo humano está más bien en la trastienda.

Me pregunto, queriendo delimitar un poco el campo común, cuál sería la palabra del año para la Iglesia, para la educación, para la familia, para la cultura, para los pequeños, para los pobres, para los migrantes, para las personas que han perdido alguien, para quienes no tienen trabajo, para quienes no saben qué hacer con su vida, para quienes sufren en la carne o en la mente o en el espíritu, para quienes son más pacientes o son impacientes, para los que van a lo suyo. ¿Dios tendrá su palabra del año y tendrá algo que decir? ¿El diálogo que Dios establece con la humanidad es solo en cada persona aislada y singular, o también habla con las comunidades, las instituciones, las plataformas, las estructuras en las que se sirve? ¿Qué palabra quedaría para el recuerdo de alguien que nos deja y cuál quisiera escuchar quien llega de nuevas al mundo? ¿Qué se da y qué se espera? ¿Qué hacemos con las palabras, con los nombres comunes y propios?

Es más, ¿hay de verdad alguna palabra común, compartida, solidaria en este sentido, que nos aúne? Estos días de adviento, en los que he hablado con muchas personas, con todas las que he podido y han querido, buscando sacar un “mínimo común múltiplo” y un “máximo común divisor”, junto a la esperanza y el deseo se da paradójicamente la inercia –tan criticada, tan asumida– y la conformidad –mota de polvo, siempre en ojo ajeno–. ¿Cuál sería la palabra, dispuestos ya a terminar el Adviento empezando de verdad algo nuevo, para el siguiente año? ¿Existe la posibilidad de vivir así el tiempo y la historia, desde un compromiso con el bien, el perdón, la reconciliación, el abrazo, la fraternidad, la justicia, la paz?

Siendo, como somos, seres biográficos y de historia, ¡cuánto bien nos haría mirar juntos al futuro y no solo al pasado! ¡Cuánto bien nos haría no regodearnos tanto en el escuchar y pasar al encuentro del otro como otro, al prójimo como prójimo! ¿Podrá ser algún año “diálogo” la palabra del año?