La Madre no es opcional


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La homilía del Papa durante la Misa por la fiesta de la traslación del icono de la Salus Populi Romani, recién restituida a Santa María la Mayor tras ser restaurada, es poderosa y conmovedora, con palabras tan confortantes y marcadas por la necesidad de una confianza total en la Virgen que quizá nunca habían sido pronunciadas por un Pontífice.

Pero lo que puede parecer a primera vista sobre todo una total adhesión a una devoción popular, incluso si está profunda e históricamente enraizada en la tradición cristiana, se revela como un examen mucho más preciso. De hecho, las palabras de Francisco dejan claro que María –a la que el Papa no por casualidad llama “la Madre” desde el principio– no es una posibilidad entre las demás devociones que se nos ofrecen, sino que está en el corazón de la fe cristiana: “La Madre no es opcional, es el testamento de Cristo”.

Un verdadero cristiano no puede prescindir de María

Un verdadero cristiano no puede, por tanto, prescindir de María, la Madre. “Es un gran peligro vivir la fe sin la Madre, sin protección”, hasta el punto de que “no se puede estar separado o ser neutral respecto a la Madre”.

Una Iglesia que olvida a la Madre, que olvida que en su origen –en el origen de la Encarnación y por tanto de la salvación– está la generosidad de una madre, es una Iglesia fría que ha perdido su corazón. Es, de hecho, el amor materno el ejemplo de amor más completo y desinteresado, aquel que entre los sentimientos humanos puede ser considerado más parecido al amor de Jesús por la humanidad.

Así, estas palabras del Pontífice afirman –más que muchas afirmaciones genéricas– cuál es la importancia y el rol de las mujeres en la Iglesia, de aquellas mujeres que saben portar el amor y la protección materna para confortar la fragilidad humana.

No es casualidad que Francisco, ese mismo día –durante su visita a la basílica de Santa Sofía–, recordara después la misión de tantas mujeres ucranianas, venidas aquí para desarrollar ese trabajo de cura y atención a los más débiles, de las que cada vez necesita más una sociedad que envejece rápidamente, mujeres que han traído a nuestras casas, junto con su capacidad de cercanía afectuosa, “la reconfortante ternura de Dios”.



La necesidad de la presencia femenina

El papa Francisco ha encontrado una vez más, y esta vez más que nunca, una forma inédita de subrayar la importancia y la necesidad de la presencia femenina en la Iglesia, tocando el corazón del problema. Y ese es recordar siempre que el cristianismo es una fe que nace del sí de una mujer, y que, como consecuencia, sin el calor de la presencia viva y reconocida de las mujeres, la Iglesia se arriesga a convertirse en algo más parecido a un ministerio, a una burocracia, que a la buena noticia transmitida por los Evangelios.

Por tanto, las mujeres deben ser parte viva y escuchada de la Iglesia, no para que la institución se adapte a los cambios sociales de estos tiempos, sino porque la maternidad es el corazón del mensaje evangélico.